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Miércoles 25 de Diciembre de 2024

Carnavales 2023

Carumbé Cerlebrando 75 años de historia desfiló la primer noche de corsos oficial 2023
La segunda comparsa encargada de desfilar por el sambódromo Carlos Adán Muñeca Dacosta fue la comparsa más antigua del país que este año conmemora sus 75 años de vida, y es la comparsa Carumbé “La Tortuga” que este año nos trae “Solo con el corazón se ve bien, lo esencial es invisible a los ojos”.


INTRODUCCIÓN DE ENREDO Nuestra comparsa Carumbé celebra sus 75 años desde su fundación en el carnaval libreño, tiene como emblema una tortuga y los colores de su pabellón son el rojo y blanco.

El eje de nuestro enredo es la adaptación Basado en el libro El Principito, del escritor y aviador Antoine de Saint-Exupéry, esta obra literaria muestra su fascinación por el vuelo, reflexiona sobre el comportamiento de la humanidad y el ciclo de vida de una persona. Tomamos distintos tópicos allí volcados para relacionarlos con la historia de nuestra Comparsa.

El autor de "El Principito" tuvo en nuestro país una estadía corta pero que resultó clave para afianzar sus obsesiones de escribir y volar.
Contribuyó de manera decisiva al desarrollo de la aviación civil argentina.

Los expertos se aventuran a encontrar similitudes en las páginas de “El Principito” con mitos argentinos, paisajes y anécdotas.

Esta obra fué abordada y estudiada desde la simbología, las artes, la psicología, la niñez, la adultez y hoy es el Enredo de nuestra comparsa para celebrar nuestros 75 años.

3 SINOPSIS DE ENREDO: CARUMBÉ 2023 “Solo con el corazón se ve bien, lo esencial es invisible a los ojos”. Antes de comenzar esta historia, pido disculpas a las personas adultas porque sabemos que a veces les cuesta entender algo que no sean las noticias sobre el gobierno, el dólar, quién ganó el superclásico o las desdichas de algún famoso.

Esta es una historia muy seria, escrita con lápices de colores. Y se las voy a contar porque es sobre un amigo. Y si no lo recuerdo podría convertirme en una de esas personas grandes a las que solo les interesan las cifras. Así son las personas grandes.

Cuando ustedes les hablan de un nuevo amigo, nunca preguntan:
¿Cómo es el sonido de su voz?
¿A qué le gusta jugar?
¿Colecciona mariposas?
Preguntan:
¿Qué edad tiene?
¿Cuántos hermanos tiene?
¿Cuánto ganan sus padres?
En este relato hay dos serpientes, un zorro y un cordero; un avión roto y un desierto; varios asteroides y un planeta tan pequeño que fue avistado una sola vez, en 1948 –el mismo año en que un grupo de amigos le daba vida a Carumbé-. Esta es una historia con tesoros y secretos.

Tesoros frágiles como una rosa o la imaginación de un niño. Y secretos sobre lo esencial de la vida o sobre cómo samba una tortuga.
Acompáñenme a ver.

Mi nombre es Antoine y todo comenzó cuando tenía seis años y les mostré un dibujo mío a las personas grandes. Les pregunté si les daba miedo y me respondieron que de ninguna manera los asustaba un sombrero. Mi dibujo no representaba un sombrero, sino a una serpiente boa digiriendo a un elefante.

Las personas grandes me aconsejaron que dejara de lado los dibujos y me interesara más bien en la geografía, en la historia, en la aritmética y la gramática… Por esa razón, cuando crecí tuve que elegir otro oficio y aprendí a pilotear aviones. En mis viajes, cuando encontraba a una persona que parecía comprensiva le mostraba mi dibujo de la boa, pero siempre me respondían:

“Es un sombrero”. Entonces, no les hablaba ni de serpientes boas, ni de selvas vírgenes, ni de estrellas.

Viví sin poder hablar de verdad hasta hace seis años, cuando viajaba solo por el desierto y algo se rompió en el motor de mi avión. La primera noche 4 dormí sobre la arena y al comenzar el día me despertó una vocecita pidiéndome: -Por favor… ¡dibujame un cordero! Me paré de un salto, me froté bien los ojos y vi al Principito. Cuando el misterio es demasiado impresionante, uno no se atreve a desobedecer. Así que saqué de mi bolsillo una hoja y una lapicera. Pero en lugar de un cordero dibujé la boa cerrada. Me quedé estupefacto al escuchar que el hombrecito me respondía: -¡No! ¡No! No quiero un elefante dentro de un boa.

Una boa es muy peligrosa y un elefante es muy molesto. Donde yo vivo todo es muy pequeño. Necesito un cordero. Dibujame un cordero. Tras varios intentos fallidos, le dibujé entonces una caja y le dije: -El cordero que querés está adentro. -¡Es exactamente como yo lo quería! –me respondió. Y así fue como conocí al Principito. Me llevó mucho tiempo entender de dónde venía. ¡Su planeta de origen era apenas más grande que una casa! Tengo serias razones para creer que El Principito era del Asteroide B 612, que fue avistado una sola vez con el telescopio, en 1948 por un astrónomo turco.

Este hombre fue a un Congreso Internacional de Astronomía para demostrar su descubrimiento, pero nadie le creyó por cómo estaba vestido. Recién diez años después, cuando volvió al Congreso, pero con traje y corbata, todo el mundo estuvo de acuerdo con él. En el planeta del Principito había, como en todos los planetas, hierbas buenas y hierbas malas, buenas semillas y malas semillas. Pero las semillas son invisibles. Duermen en el secreto de la tierra hasta que a una de ellas le llega la fantasía de despertarse.

Las semillas de baobabs eran un problema para El Principito. Porque los baobabs son árboles grandes como iglesias. Y como su planeta era muy pequeño, si uno crecía demasiado podía hacerlo estallar.

Pero como todos los males, antes de crecer, los baobabs empiezan por ser chiquitos. El Principito me dijo: -Es una cuestión de disciplina. Cuando uno termina de lavarse y arreglarse a la mañana, hay que arreglar y limpiar cuidadosamente todo el planeta. Hay que 5 obligarse a arrancar regularmente los baobabs en cuanto se los distingue. Es un trabajo muy aburrido, pero muy fácil.

El quinto día que compartí con El Principito, gracias al cordero, me enteré de la existencia de una flor. Me preguntó: -Un cordero, si come baobabs, ¿también come flores? Le respondí que un cordero come todo lo que encuentra. Pero notando la preocupación que esto le dio, le dije: -La flor que amas no está en peligro…

Le dibujaré un bozal a tu cordero… En su planeta siempre había habido flores de una sola fila de pétalos que asomaban entre la hierba a la mañana y morían por la tarde. Pero aquella flor era distinta. Había surgido de una semilla llegada quién sabe de dónde, y El Principito había cuidado con dedicación de ella. La flor tardaba en definir su forma y en completar su belleza, escogía poco a poco sus colores y ajustaba sus pétalos. ¡Era coqueta desde pequeña! ¡Una mañana, al salir el sol, por fin se mostró!.

¡Su belleza era conmovedora! Aunque El Principito enseguida se dio cuenta de que ella no era demasiado modesta. Y a pesar de su amor, dudó de su flor. Había tomado en serio palabras sin importancia y había llegado a sentirse muy desdichado.
Me confió:

-No tendría que haberla escuchado. Mi flor embelesaba el planeta con su aroma, pero yo no sabía disfrutar de ello. Debí haberla juzgado por sus actos y no por sus palabras. Ella me ofrecía su perfume y me iluminaba. Jamás tendría que haberme ido. Debí haber adivinado su ternura detrás de sus pobres astucias. ¡Las flores son tan contradictorias! La mañana de su partida, El Principito ordenó bien su planeta.

Deshollinó cuidadosamente sus volcanes, arrancó los últimos brotes de baobabs y regó por última vez a la flor. Ella le pidió perdón por su vanidad, le dijo que lo amaba y lo alentó a que tratase de ser feliz.

Cuando El Principito se preparó para ponerla al abrigo de una campana de vidrio, se negó diciéndole: -Tendré que soportar dos o tres orugas si quiero conocer a las mariposas. Parece que son tan bellas.

El Principito aprovechó una migración de pájaros salvajes para emprender su viaje por distintos asteroides. 6 El primero al que llegó estaba habitado por una cofradía de reyes. Le preguntó a uno de ellos si podía sentarse.

-Te ordeno sentarte –le contestó el rey, para quien lo esencial era que su autoridad fuera respetada. Y le dijo: -Hay que exigir de cada uno lo que cada uno puede dar. Si ordenas a tu pueblo que vaya a tirarse al mar, hará la revolución. Yo tengo derecho a exigir obediencia porque mis órdenes son razonables. El segundo planeta estaba poblado por el gremio de los vanidosos.

Ni bien uno de ellos vio al Principito exclamó: “¡Ah! ¡Me visita un admirador!” Y le aconsejó que lo aplaudiera. Divertido, El Principito golpeó sus manos una contra la otra durante cinco minutos, mientras el vanidoso levantaba su sombrero.
Pero después de un rato, El Principito se cansó del juego. El siguiente planeta estaba habitado por una murga de bebedores. La visita fue muy corta, pero hundió al El Principito en una gran melancolía.

– ¿Por qué beben? –les preguntó. –Para olvidar. – ¿Para olvidar qué? –Para olvidar que sentimos vergüenza –confesaron agachando la cabeza. – ¿Vergüenza de qué? –volvió a preguntar El Principito. – ¡Vergüenza de beber! Y El Principito se fue, perplejo.

El cuarto planeta pertenecía a una corporación de hombres de negocios. Todos estaban tan ocupados que ni siquiera levantaron la cabeza cuando llegó El Principito. Apenas uno de ellos lo saludó y dijo: - ¡Tengo tanto trabajo! ¡Yo soy una persona seria, no me divierto con tonterías! Dos y cinco siete. Quinientos un millones…
- ¿Millones de qué? –le preguntó El Principito.

-Millones de esas cositas doradas que se ven en el cielo y hacen pensar tonterías a los perezosos. ¡Pero yo soy una persona seria!
- ¡Ah, las estrellas! ¿Y qué hacés con 500 millones de estrellas? -Nada. Las poseo. -Y para qué te sirve poseer las estrellas?
-Me sirve para ser rico.
- ¿Y para qué te sirve ser rico? -Para comprar otras estrellas si alguien las encuentra. “Este hombre razona un poco como el borracho”, pensó El Principito. - ¿Y qué hacés con las estrellas? 7 -Las administro. Las cuento y las recuento. ¡Es difícil! Pero soy un hombre serio. -Si yo poseo una bufanda puedo ponérmela alrededor del cuello y llevarla. Si yo poseo una flor, puedo cortarla y llevármela. ¡Pero vos no podés cortar las estrellas!. El quinto planeta era muy curioso. Era el más pequeño de todos. En el apenas cabían 15 faroles y 15 señores que se encargaban de encenderlos por la noche y de apagarlos por la mañana. Pero el planeta giraba tan rápido que estos hombres no podían hacer ninguna otra cosa más prender y apagar, prender y apagar.

Así y todo, al Principito no le pareció ridículo, tal vez porque de todos los hombres que había conocido, estos eran los únicos en ocuparse de algo más que de sí mismos. Dio un suspiro y se dijo: “Estos hombres son los únicos de los que yo podría ser amigo.

Pero su planeta es verdaderamente pequeño. No hay lugar para alguien más”. El sexto planeta era diez veces más vasto. Y estaba habitado por una comunidad de geógrafos que no sabían si en su planeta había océanos, montañas, ciudades, ríos o desiertos. Porque, según le habían explicado, un geógrafo es demasiado importante para andar paseando por ahí.

Le pidieron al Principito que les contara sobre su planeta para dejarlo registrado. Cuando les dijo que tenía una flor, le respondieron que los geógrafos no anotan las flores porque son efímeras. - ¿Qué quiere decir efímera? –le preguntó El Principito. -Significa “que está amenazada por una desaparición próxima” –respondió uno de los geógrafos. “Mi flor es efímera –se dijo El Principito con nostalgia-

¡No tiene más que cuatro espinas para defenderse contra el mundo! ¡Y yo la dejé solita en casa!”. Se sobrepuso y les preguntó qué lugar le aconsejaban visitar. -El planeta Tierra tiene buena reputación –contestó uno y los demás asintieron.
Y El Principito se fue de allí soñando con su flor y pensando que las personas grandes son decididamente raras. El séptimo planeta fue entonces la Tierra. Los hombres ocupan muy poco lugar sobre este planeta.

Si los millones de habitantes que pueblan la tierra estuvieran parados y un poco apretados como en el carnaval entrarían en una sola provincia. Pero las personas grandes se imaginan que ocupan mucho lugar. Se consideran tan importantes como si fueran baobabs.

8 Al llegar, El Principito se sorprendió mucho de no ver a nadie. Tenía miedo de haberse equivocado de planeta cuando un anillo color de luna se revolvió en la arena. -Buenas noches –dijo la serpiente. -Buenas noches –dijo El Principito-.
¿Sobre qué planeta caí? -Sobre la Tierra. Este es el desierto. Y en los desiertos no hay nadie. ¿Qué venís a hacer aquí? -Tengo problemas con una flor –dijo El Principito. -Puedo llevarte más lejos que una nave –dijo la serpiente. Y enroscándose en el tobillo de El Principito agregó: -A quien toco, lo entrego a la tierra de donde ha salido. Pero vos sos puro y venís de una estrella…

El Principito caminó entonces por el desierto, luego trepó una alta montaña y finalmente encontró una ruta que lo condujo hasta un jardín de rosas que le recordaron a su flor. Se sintió muy desdichado. Llorando, se dijo: “Me creía rico con mi flor única y solo poseía una rosa vulgar. Con mi rosa y mis tres volcanes que me llegan hasta la rodilla, uno de los cuales está extinguido quizás para siempre, no soy exactamente un gran príncipe”.

En ese momento, apareció el zorro. -Vení a jugar conmigo –le propuso El Principito-. Estoy tan triste… -No puedo jugar con vos –dijo el zorro-. No estoy domesticado. - ¿Qué quiere decir domesticar?

-Significa crear lazos –respondió el zorro, y le explicó: -Vos no sos para mí, todavía, más que un muchachito totalmente parecido a cien mil muchachitos. No te necesito. Y vos tampoco me necesitás. No soy para vos más que un zorro parecido a cien mil zorros. Pero si me domesticás, tendremos necesidad uno del otro.

Para mí serás único en el mundo. Y yo seré único en el mundo para vos. -Empiezo a entender –dijo El Principito–. Hay una flor que creo que me domesticó… ¿Qué hay que hacer? -Hay que ser muy paciente –contestó el zorro-. Primero te sentarás un poco lejos de mí.

Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca. Los días pasaron y El Principito domesticó al zorro. Cuando iba a despedirse para continuar su viaje, el zorro le dijo: -Andá a ver a las rosas otra vez. Ahora te darás cuenta de que la tuya es única en el mundo. Volverás a decirme adiós y yo te regalaré un secreto.
El Principito fue y se dio cuenta de que no se parecían para nada a su flor. Y volvió con el zorro, que le confió su secreto diciéndole: 9 -Es muy simple: Solo con el corazón se ve bien. Lo esencial es invisible a los ojos. El tiempo que perdiste por tu rosa es lo que hace que tu rosa sea tan importante.

Estábamos en el octavo día de mi desperfecto en el desierto y había escuchado la historia del zorro bebiendo la última gota de mi provisión de agua. El Principito dijo que buscáramos un pozo. Y aunque es absurdo buscar un pozo al azar en la inmensidad del desierto, nos pusimos en marcha.

Como se dormía, lo tomé en mis brazos. Me parecía estar transportando un frágil tesoro. A la luz de la luna, miraba esa frente pálida, esos ojos cerrados, esos mechones de pelo que temblaban con el viento y me decía “esto que veo no es más que una cáscara... lo más importante es invisible…”
Y caminando así descubrí el pozo al amanecer. El pozo no se parecía a los del desierto, que son simples agujeros cavados en la arena. Sino que era un aljibe de pueblo, aunque allí no había personas.

-Tengo sed de esta agua –dijo El Principito-. Dame de beber…
Esa agua era algo completamente distinto de un alimento. Había nacido de la caminata bajo las estrellas, del canto de la roldana, del esfuerzo de mis brazos. Era buena para el corazón, como un regalo. -Los hombres de tu planeta –dijo El Principito- cultivan mil rosas en el mismo jardín y no encuentran allí lo que buscan.
Porque los ojos son ciegos. Hay que buscar con el corazón. Después me contó que al otro día se cumpliría un año de su llegada a la Tierra y me pidió que volviera a trabajar en el arreglo de mi avión. Así lo hice y, contra toda esperanza, tuve éxito en mi trabajo.

Cuando volví al aljibe al día siguiente, lo escuché hablando con una de esas serpientes que pueden ejecutar a una persona en treinta segundos. Hubo un relámpago amarillo cerca de su tobillo y llegué al muro justo a tiempo para recibir en mis brazos a mi buen amigo, pálido como la nieve. Me dijo:

-Esta noche mi estrella estará justo por encima de este lugar. Yo también hoy vuelvo a mi casa. Y voy a hacerte un regalo. A la noche mirarás las estrellas. La mía es demasiado pequeña para que pueda mostrártela. Entonces te gustará mirar todas las estrellas… Todas serán amigas tuyas. Y como como yo estaré viviendo en una de ellas, como yo me reiré en una de ellas, entonces será para ti como si todas las estrellas se rieran. ¡Tendrás estrellas que saben reír! Hoy Carumbé samba al ritmo de esas risas, celebra los regalos que solo la amistad puede engendrar. 10 75 años atrás, aquel grupo de libreños nos legó este mágico tesoro. Tortuguita que nos reúne contra toda tempestad y nos trae siempre de regreso al carnaval, a experimentar como niños y saciar nuestra sed en el encuentro con los demás. Carumbé querida, seguiremos cantando a tu luz y tu calor.

Que sean otros 75 años caminando juntos, con el paso lento del Carumbé y siempre, pero siempre, buscando con el corazón. Escrito por Gabriel Gonzalo y Rocío Navarro Basado en el libro El Principito, del escritor y aviador Antoine de SaintExupéry

CARUMBÉ: 2023
Presidente: Federico Medina.
Vice Presidente 1°: Ramón Alberto Gonzalo.
Vice Presidente 2°: Juan Martín Kohmann.
Año de fundación: 12 de febrero de 1948
Colores: Rojo y Blanco Enredo: “Solo con el corazón se ve bien, lo esencial es invisible a los ojos”.
Carnavalesco: Gabriel Gonzalo. Autores de Enredo: Gabriel Gonzalo y Rocío Navarro.

Mestre Sala y Porta Bandera: Sergio Maximiliano Almirón y Noelia Rovira.
Coreógrafa de Comisión de Frente: Gisela Aquino.
Reinita de Institución Carumbecito: María Victoria Romero Pérego.
Reina de Institución Carumbé: Jimena Torres.
Madrinita Batería: Martina Castagnini.
Madrina Batería: Karen Cruz.
Mestre de Batería: Julián Maiarello.
Directores de Batería: Marcelo Kohmann, Juanjo Meneses, Jonathan Montiel, Bruno Medina.
Grupo Armonía Voces: Juan Carlos Caballero, José Longhi, Aquiles Acuña, Fede Yardin, Markytos Vollmer, Ramón Longhi, Osvaldo Volonté.
Grupo Armonía Cuerdas: Sergio Fernandez – Cavaquiño, Ulises Leguiza – Cavaco Bandolim, Preto Ortiz – Cavaco, Alejandro Rodriguez – Violão 7 cuerdas.
Compositores de Samba Enredo: André Diniz y Glaucio Guterres.
Dirección de Carnaval: Tito Virgilio.
Dirección de Alegorías: Juan Martín Kohmann.
Dirección Artística: Samanta Fagundez y Guillermo Gimenez.
Número de Alegorías: 3
Elemento escenográficos: 1 Elemento escenográfico de Comisión de Frente.
1 Elemento escenográfico con Destaque Infantil - Carumbecito.
1 Elemento escenográfico pequeño con rueditas llevado por Destaque Infantil - Carumbecito.
Número de Alas: 18
Número de Componentes: 550









Sebas Briones


Lunes, 30 de enero de 2023
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