Maryanne Lettieri La conmovedora historia de la chica trans que logró un fallo judicial para tener un rostro femenino Se llama Maryanne Lettieri, tiene 33 años, es profesora de inglés, actriz y ayuda a otras travestis a buscar trabajo. La justicia determinó que su obra social deberá cubrir la cirugía. Frente a Infobae cuenta la discriminación laboral que sufrió, la prostitución como única salida posible y la esperanza en las nuevas generaciones ¿Por qué Maryanne Lettieri logró ser profesora de inglés y actriz? La única respuesta es porque, como cualquier persona, llevó adelante su vocación. Pero cambia porque Maryanne se identifica como travesti. Y porque el 70 por ciento de las personas trans-travestis encuentran en la prostitución la única salida por la falta de oportunidades laborales.
"El apoyo de mi familia y la educación me permitió ser quien soy. Y el humor, con el humor siempre me planté. Pero todo me costó el doble", le cuenta ella a Infobae. Por eso, hoy como docente ayuda a conseguir trabajo desde la primera escuela del mundo para personas trans que funciona en la ciudad de Buenos Aires.
Maryanne fue noticia hace dos semanas cuando una jueza aceptó su amparo para que la Obra Social de Buenos Aires (OBSBA) le cubra una cirugía de feminización de su rostro. Ganó el caso por la Ley de Identidad de Género, que establece que toda persona podrá acceder a intervenciones médicas para adecuar su cuerpo a su identidad de género autopercibida.
Y esta es su historia.
Acaba de cumplir 33 años y nació en una familia de clase media del barrio de Liniers. Madre tesorera de una petrolera, padre taxista, un hermano mayor y una abuela. "Soy porteña, eso me solucionó muchos problemas", dice en comparación con otras chicas travestis-trans que tuvieron que irse de sus casas –lo que lleva también a dejar el estudio– por el rechazo de su familia o por las sociedades en las que nacieron. "Hay tanta intolerancia en algunos lugares del interior del país que te vas a te matás", sostiene.
"Cuando me preguntas cuándo elegí ser trans siempre digo que no está bien decir 'elegir'. Una expresa su identidad de género. Y yo la expresé a los 10, 11 años", cuenta Maryanne. Primero fue en la intimidad de su casa: "Era como una función de teatro, en un momento se bajaba el telón". Y en la adolescencia comenzó a vestirse "de manera ambigua en la sociedad".
Cuando expresó su identidad de género se lo contó a su mamá. Fue a los 13 años. "A ella fue a la única persona que tuve la necesidad de contárselo. Fue un viernes, cerca de las 11 de la noche después de ver una película de terror. Me dijo que se lo imaginaba. Ese día veló a un hijo y empezó a criar a una hija. Después me fui a bañar y la escuché llorar en su pieza. Pensé que era por lo que le había contado. Y a mis 20 años le recordé esa noche y le pregunté por qué lloraba y me dijo por lo mal que la iba a pasar en esta sociedad".
Su papá culpó a su madre de su identidad de género y nunca tuvo una relación de afecto y cercanía. Tenía problemas con el alcohol y falleció en 2012. Con su hermano, cuatro años mayor, tuvo la relación más tirante: "Siempre fue muy machista y no podía entender cómo un hermano podía 'bajar un escalón', en su mirada, y ser mujer".
Maryanne también vivía con su abuela, a quien define como su "mayor referente afectivo" y con quien pasaba todas las tardes porque su madre trabajaba. "De ella me molestaba que muchas veces todavía me llamara como 'él', o por el masculino. Entendía que fuera de otra época pero no me gustaba. Al mismo tiempo era la que cosía mi ropa y con el tiempo entendí que era su forma de apoyarme", recuerda.
Con la expresión de su identidad de género, Maryanne empezó una etapa crucial: la adolescencia y el secundario. Fue cuando comenzó a vestirse de manera ambigua, como ella define. Y vivió buenos y malos momentos. Uno malo fue cuando en quinto año tres compañeros le pidieron perdón por no relacionarse con ella: "Fuimos unos pelotudos, creíamos que se contagiaba", le dijeron. Y una compañera, sabiendo su identidad, la invitó a su casa y la esperó con su ropa y corpiños rellenos para que se vistiera.
Maryanne estudió inglés desde los cuatro años y a los 18 ya era bilingüe. Con la finalización del secundario llegó el momento de trabajar. "Mi primer trabajo fue en una panadería del barrio. Era para comenzar y hacer curriculum, al que le sumé unas pasantías en mi escuela", recuerda como la previa a tener que salir a buscar empleo. Y allí encontró que su género era una barrera a pesar de su formación, especialmente en inglés.
Recuerda que llevó cientos de curriculums, esperó llamados y se debatió qué nombre poner en el CV, si el de su documento o el que había elegido. "De chica me gustaba el nombre Marixa. Un día una amiga se confundió y me dijo Marian. Investigué el nombre y me gustó Maryanne, un poco francés, un poco inglés. Y así me empecé a llamar a los 18 años", cuenta y explica la importancia de un nombre: "Todas las chicas trans nos vamos construyendo. Hasta que no tenés el nombre te sentís sin identidad".
Pero esa búsqueda de trabajo tuvo obstáculos, muchos. "Me pasaba que llegaba a dejar el CV y me decían 'justo la convocatoria terminó' cuando había más gente en la cola. En una consultora alguien me dijo 'no tenemos un trabajo para vos' y cuando le pregunté por qué me miró de arriba abajo", recuerda Maryanne. También buscó trabajo por Google: "Ponía 'trabajo trans' y me salían casting para películas pornográficas".
Maryanne consiguió un empleo en un call center para una empresa de telecomunicaciones. "Ya trabajando, me llamaron a una reunión en recursos humanos y después de decirme que tenía muy buena dicción y que era muy educada en el trato me preguntaron si iba a ir vestida así y qué baño iba a usar", recuerda.
También tiene un buen recuerdo: "Mi jefe me preguntó mi nombre y pensé que me estaba gastando y le respondí que lo tenía en las planillas. Y me respondió: 'No me importa el de tu DNI, me importa tu nombre'. Y desde ese día Maryanne apareció en todos los sistemas de la empresa".
Allí trabajó cuatro años y supo que sus compañeros hicieron una apuesta: si era mujer o trans. "Cuando me enteré les pedí que por lo menos compartieran el premio, que era un desayuno, conmigo", dice con una sonrisa en la boca. "Yo no llego a casa y digo 'tengo compañeros heterosexuales en el trabajo' pero sí sé que dicen 'tengo una compañera trans'", plantea.
"Con el humor siempre me planté", dice y recuerda, con una sonrisa, otra anécdota: "Un profesor en la universidad me dijo que no vaya vestida como mujer porque podían pensar que estaba haciendo fraude ya que mi documento tenía nombre de hombre y le contesté 'si quiere hago el examen y después me bajo los pantalones'".
Luego trabajó en Peugeot y en el banco Galicia. "Mis amigos me dicen que soy una travesti con vida heterosexual. Se que tuve facilidades, por el apoyo de mi familia y la educación, pero todo me costó el doble", analiza y cuenta que nunca fue agredida físicamente por su identidad de género.
El 11 de noviembre de 2011 se fundó el bachillerato popular trans Mocha Celis. Funciona en el barrio de Chacarita y fue pensado para darle un espacio educativo a las personas trans. "Podrían estudiar en cualquier escuela pero por la discriminación no te lo permiten", explica Maryanne, que trabaja en el instituto desde el 2013.
Es un bachillerato con una modalidad de tres años, con título oficial del gobierno de la ciudad de Buenos Aires y que ya va por su quinta camada de egresados. Se cursa por la tarde pensando en la realidad de las personas travestis por la situación de prostitución que viven.
Por la noche trabajan y por las mañanas se les hace difícil cursar. Si bien está dirigido a las personas trans, siempre fue abierto a toda la comunidad. Hoy estudian 100 personas, la mitad de ellas trans. El gobierno de la ciudad aporta para el pago de parte del personal y el resto de la financiación sale de donaciones, de festivales que organizan y con el aporte económico de los docentes.
Mocha Celis era una travesti tucumana que estaba en situación de prostitución en Flores, para lo que debía pagarle a la Policía. Cuando no pagó más fue amenazada y luego asesinada. Mocha no sabía leer ni escribir y aprendía en las cárceles y comisarías, donde le enseñaban otras personas cuando tenía que firmar alguna documentación. El bachillerato lleva su nombre como un tributo por la educación.
El Mocha Celis fue la primera escuela del mundo para personas trans. Luego se inauguró otro bachillerato en Tucumán y esta semana se abrirá uno en Neuquén. Es visitado y recibe consultas de distintos países del mundo. "Nos han llamado hasta de Irán", cuenta Maryanne.
Maryanne ya conocía la vida de las personas trans pero en el Mocha Celis –donde recibió a Infobae– convivió día a día con esas dificultades. En el bachillerato es profesora de inglés, preceptora y coordinadora de inserción laboral y de financiamiento y sustentabilidad. La falta de trabajo es la principal preocupación.
"Cómo armo un curriculum si en mi vida tuve un trabajo o una entrevista laboral, me plantean muchas chicas", cuenta Maryanne. Desde la escuela se articula para que tengan inserción laboral y capacitaciones especificas una vez que egresan. Hoy trabajan con cinco empresas para la búsqueda de trabajo.
Si bien la apertura se va dando, no es sencillo conseguir trabajo. Inclusive en algunos lugares se han encontrado con una idea de ser abiertos que no es real. "Nos pasó con un Ministerio que nos pidieron una persona para trabajar y la pusieron en la mesa de entradas para que todos la vieran y así demostrar algo que en realidad no son. Expuestas estuvimos toda la vida. En esos casos vamos y planteamos la situación para encontrar una solución", cuenta.
En 2016, el Programa de Género y Diversidad Sexual de la Defensoría General de la ciudad de Buenos Aires y el Mocha Celis hicieron un trabajo estadístico sobre la situación de las personas trans. Se llamó "La revolución de las Mariposas" y entrevistaron a 202 personas (169 travestis y mujeres trans y 33 hombres trans) de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires entre los 18 y los 65 años.
El resultado que arrojó fue que el 70,4 por ciento de las mujeres trans tiene como único ingreso la prostitución, el 14,8 por ciento trabajos informales, el 8,9 por ciento un trabajo formal y 3,6 por ciento subsidios o pensiones. Y el 70 por ciento nunca tuvo una entrevista laboral. El porcentaje sube en los hombres trans: el 48,5% tiene trabajo informal; el 36,4 por ciento formal y el 15 por ciento vive de la ayuda familiar.
El empleo está muy relacionado con la educación: "Quienes alcanzaron un nivel educativo secundario o superior a él tuvieron mayores posibilidades de acceder a un empleo formal respecto de aquellas que no cumplieron el nivel secundario", dice el estudio.
"La sociedad es hipócrita. Los mismos que te critican, te discriminan o golpean son los que a la noche consumen prostitución trans", critica Maryanne.
La falta de trabajo llevó a la necesidad de plantear una ley nacional de cupo laboral trans. Se presentó un proyecto en el Congreso Nacional pero nunca se trató. Sí hay una ley en la provincia de Buenos Aires y en otras pero su reglamentación depende de cada municipio, algunos de los cuáles sí la aprobaron. "Pero se cumple parcialmente porque el problema es la falta de capacitación de las personas trans. En eso trabajamos en el bachillerato", grafica Maryanne. La ley establece que el 1 por ciento de los trabajos en el Estado deben ser para personas trans. La norma no alcanza al sector privado.
La educación es clave para el desarrollo de toda persona pero los contextos deben ser favorables. Y cuenta el caso de una alumna del bachillerato. "Se sacaba 10 en todas las materias pero un día dejó de venir. Cuando la llamamos para preguntarle por qué respondió: 'A mí la sociedad me crió para ser puta, no para que me vaya bien'", relata Maryanne. La chica volvió y se recibió.
En mayo de 2012, el Congreso Nacional sancionó la ley de Identidad de Género. La norma reconoce el derecho a la autopercepción de género y permitió la posibilidad del cambio de nombre en el documento de identidad. La comunidad trans celebra la ley porque es un avance pero sostienen que "todavía falta".
"No estuvo acompañada de políticas de inclusión social como el trabajo. Las chicas te dicen 'necesito trabajo, no un nuevo DNI'", dice Maryanne y reconoce que la ley ayuda para que la sociedad tenga más respeto.
Y lo pone como un punto de partida y cree que el futuro será mejor. "Las nuevas generaciones no tienen mambos, se criaron en otra realidad, con la lucha feminista", contextualiza. Y cita un ejemplo: "En las redes sociales los chicos de entre 20 y 27 años te hablan normalmente, te invitan a salir a lugares públicos. Los más grandes te preguntan cuánto cobras. Se sigue asociando a la travesti con la prostitución".
"Me siento como una Susana Giménez pobre. Me mira todo el mundo", dice otra vez con humor. Con su más de 1,80 metros no pasa desparecida y además es muy expresiva. Es actriz y actualmente está filmando una serie para Polka.
Maryanne también espera la cirugía de su rostro. "No se puede explicar, es algo muy personal", dice sobre los motivos. Ya se hizo una operación de nariz y de pechos pero por su cuenta. La cirugía de feminización implica modificar los aspectos masculinos de la cara, como la nuez de adán o la frente, que es distinta de hombres y mujeres.
Ahora con un trabajo formal y una obra social reclamó su derecho. Pero OBSBA se negó porque sostuvo que era una cuestión estética con la que se buscaba un estándar de belleza. La jueza Paola Cescato dijo que no, que la ley de identidad de género garantiza la adecuación física a la identidad de género autopercibida. La obra social apeló la resolución y ahora el caso debe ser tratado por la Sala I de la Cámara Contencioso Administrativo y Tributario.
Maryanne cuenta una experiencia que vivió hace pocas semanas en un colectivo. "Estábamos una pareja de lesbianas, un chico dark y yo. Se sube una señora mayor y se sienta al lado mio. ¡Le habrá parecido lo más normal! Y fue así porque se me puso a hablar y me dijo: 'Yo no tengo nada contra las lesbianas pero estar así en un colectivo una con la cabeza en el hombro de la otra, no me parece. Y este chico todo oscuro que se puede drogar o llegar a ser gay'. Antes de bajarme le pregunté qué pensaba de mí y me dijo: 'Ah, no, vos sos una chica divina'. Y le contesté: 'Soy travesti y si tan bien le caí es porque pudo ver a la persona'".
"Ya nos adecuamos a la sociedad, ahora que la sociedad se adecue a nosotras", pide Maryanne y luchará para que así sea, siempre con humor y bien plantada. Miércoles, 11 de septiembre de 2019
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