¿Es siempre un halago, un arma de seducción?
El piropo, un controvertido patrimonio masculino
¿Es siempre un halago, un arma de seducción? ¿Por qué a veces lo sentimos como algo violento, como invasión? ¿Es un estímulo erótico o lo contrario? ¿Por qué sólo piropea el varón?Lo primero que me sorprendió al investigar sobre el tema es la cantidad de sinónimos que tiene el verbo “piropear”: requebrar, galantear, florear, lisonjear, alabar, adular, elogiar, arrullar, camelar, florear, galantear. Cumplido, sobre todo el que dirige un hombre a una mujer con la intención de halagarla.
Sin duda se trata de un recurso valioso a la hora del cortejo y como arma de seducción ya que, en estos casos, resalta los valores estéticos estimulando la autoestima de la destinataria, propiciando su entrega y ganando su voluntad.
Es entonces cuando el piropo es elogio, confirmación, estímulo erótico y tiene una direccionalidad hacia un sujeto elegido y hacia un objetivo amoroso. Es el piropo de intercambio, es aceptado por ambos y suma en la comunicación inicial de una pareja.
Sin embargo, el piropo nos encuentra comúnmente en situaciones de diferente naturaleza. Es aquel comentario que nos sorprende mientras caminamos por la vereda y surge abruptamente de un edificio en construcción, o cuando estamos por cruzar la calle y aparece detrás de la ventanilla de un auto de boca de un perfecto desconocido o nos viene de atrás, susurrante e intrusivo, y tantas situaciones más. En estos casos el piropo no establece diferencias, no hay singularidad, nos universaliza convirtiéndonos en objeto del deseo del otro. En muchos casos pueden también resultar ofensivos y materializar la dominación simbólica masculina, incluso el acoso sexual.
Nos abruma, nos descoloca. Muchas veces lo vivimos como una real amenaza, nos obliga a apurar el paso o cruzarnos de vereda. Nos impotentiza ante el hecho de no poder responder al mismo al encontrarnos en inferioridad de condiciones. En estas situaciones el “piropo” se transforma en un hecho violatorio de nuestra intimidad en el punto de que se apropia de nosotras sin nuestra menor participación. Sin duda, se trata de una extensión de lo que le sucede al “otro” naturalizando un supuesto derecho a descargar sobre nosotras su lascivia. Nos encontramos con situaciones en las que el piropo se parece más a una descarga resentida de quien sabe que no tiene posibilidades de empatizar o conseguir respuesta alguna del sujeto a quien lo dirige.
Desde ya que reconocemos las diferencias entre este tipo de piropos y aquellos que proponen una gracia, una simpática apreciación positiva que generalmente se comparte ante pares y se satisface con el solo hecho de ser dicha. En estos casos la diferencia reside en el estilo de la mujer que lo recibe, bien puede disponerse al mismo, tomar una actitud desplegada para recibirlo y agradecida por ser destinataria o bien puede vivir la escena como incómoda y desagradable. Esta diferencia se basa tanto en la forma en que el piropo fue dicho como en la tolerancia y entrega al mismo de quien lo recibe.
Como vemos, una de las singularidades del piropo es que es casi siempre material del varón hacia la mujer; si bien últimamente las mujeres nos permitimos esa licencia, lo esperable es que sea el varón quien piropee y la mujer quien reciba el piropo. De hecho, podemos imaginar a una mujer piropeando a un varón pero en todo caso será siempre de manera positiva aprobando sus valores y en un espacio de privacidad.
Los piropos guarros y desmedidos quedan siempre del lado de los varones. Recuerdo un cuento de Susana Torres Molina en el que la protagonista, luego de soportar la insistencia de un varón que la perseguía con declaraciones abusivas sobre su cuerpo y sobre las intenciones sexuales sobre el mismo decidió dar la vuelta a la esquina y comenzar a hacer lo mismo detrás de él consiguiendo que el tipo saliera corriendo azorado. Un buen ejemplo de cuando las diferencias se transforman en desigualdades.
Lic. Adriana Arias, psicóloga y sexóloga, co-autora de los libros Locas y Fuertes y Bichos y Bichas del Cortejo, junto a Cristina Lobaiza (Del Nuevo Extremo)
Miércoles, 29 de agosto de 2012