Yapeyú y los mitos sanmartinianos
Una vieja discusión sobre la historia de la casa familiar del padre de la patria que se mantiene en el tiempo
Durante largo tiempo, cuestiones centrales relacionadas con la figura de José de San Martín y Yapeyú, tuvieron como punto de partida un escrito de las primeras décadas del siglo XX, de un religioso que prestaba sus servicios en aquél lugar.Ese trabajo, de la pluma del Presbítero Eduardo J. Maldonado, terminó siendo citado siempre como punto de inicio
Ese trabajo, de la pluma del Presbítero Eduardo J. Maldonado, terminó siendo citado siempre como punto de inicio, como lo más antiguo, existente, y por lo tanto la primera “prueba”, respecto de las cuestiones que trataba.
Después de mucho pesquisar, finalmente logré acceder a un ejemplar de la obra de Maldonado, que se centra en dar verosimilitud a las tradiciones que circulaban en su época, sobre la validez de las ruinas existentes en Yapeyú, como lugar del nacimiento del gran capitán.
El contexto histórico que rodea la labor de Maldonado, es precisamente el de la polémica desatada entre los que fogonearan las ruinas pregonando su validez, y quienes se hallaban en desacuerdo. Como veremos, los impulsores de la autenticidad cabría reconocerlos a fuer de integrantes de la doxa, munida de las armas de la tradición, enfrentados con un grupo de eruditos apoyados en el conocimiento científico.
Asimismo, merece una parte especial una cuestión que Maldonado trató muy tangencialmente, pero con el tiempo se convirtió en capital y decisiva para el conocimiento histórico relacionado con el prócer y las circunstancias de su nacimiento: el mito de Rosa Guarú.
Precisamente hace unos días, el lunes 25 de febrero, se cumplió un nuevo aniversario del nacimiento de San Martín, por lo que creo que esta oportunidad es propicia para reflexionar una vez más sobre la relevancia de los mitos en lo que se ha dado en llamar relatos históricos, a partir de aquél. En especial porque el de su célebre presunta nodriza, se ha deformado hasta alcanzar proporciones grotescas a manos de biógrafos de lo que intenta convertirse en la última historia oficial. En definitiva, toda la construcción sobre la que reposa el mito de Rosa Guarú, son las escasas líneas que le dedica Maldonado.
En líneas generales, la obra es un folleto de unas veinticinco páginas, sin aparato erudito, editado por Peuser en 1918, titulado “La Cuna del Héroe. Antecedentes que comprueban la autenticidad de las ruinas de la casa en la que nació el Libertador don José de San Martín en Yapeyú, provincia de Corrientes (República Argentina)”.
La portada y una de las primeras páginas interiores, presentan una imagen de las ruinas de lo que, siguiendo la tradición terminó consagrándose como “casa natal” de San Martín, por no haberse podido establecer indubitablemente cuál era el relicto de la misma, ya que los considerandos de la ley que oficializa el actual culto cívico y de algún modo consagra el templete, no sostienen que se trate de la verdadera casa natal, sino que expresan que habiendo nacido San Martín en Yapeyú, en algún lugar del pueblo debía rendírsele homenaje, eligiéndose entonces el predio en la que según la tradición se señala el hecho.
El pie de ambas páginas, explica que los “antecedentes” fueron “compilados” por el autor, “con el propósito patriótico de contribuir al esclarecimiento de un hecho capital, en la historia de la nación Argentina”.
Sintetizando, ya desde el título, que taxativamente enfatiza a priori que los antecedentes reunidos “comprueban la autenticidad” del objeto, con fines “patrióticos”, queda claro que estamos en presencia de una investigación de carácter no científico. La lectura del documento lo evidencia como un conjunto de antecedentes compilados empleando la tradición “…que es aporte de luces en el esclarecimiento de los hechos históricos…” cómo método.
Maldonado afirma que la tradición “debe estar adornada” de “tres caracteres o propiedades para ser aporte de verdad: universal, constante y competente o sea relatada por personas conscientes de lo que relatan y probos, esto es, que no pueda juzgarse que intentan engañar ni que pudieran ellos haber sido engañados”. De suyo que ello me retrotrae al “discurso del ser” de Parménides, porque, sin haber sido engañado, ni intentando engañar, puedo engañarme yo mismo, con la mayor buena fe.
Ese es precisamente el recurso con el que, a falta de elementos de juicio fehacientes, busca dar remate a los encendidos debates sostenidos por aquél entonces, entre algunos de los historiadores y científicos de mayor fuste de la época, (Carlos E. Zuberbühler - Martiniano Leguizamón - Adolfo Decoud - Carlos I. Salas - Juan Walter Gez - Antonio Dellepiane - Martín S. Noel - Enrique Udaondo -Guastavino). En algunos casos se trata de investigadores designados por la Junta de Historia y Numismática, el Gobierno Nacional y el Gobierno de Corrientes), y Hernán Félix Gómez y el mismo Maldonado.
Aquél gran debate sobre el lugar de nacimiento de San Martín, parte de una iniciativa surgida en el Colegio Nacional de Corrientes, -lugar de actuación de Hernán Gómez y su padre - (durante un homenaje al Brasil realizado en Yapeyú, acto en el cual Hernán Gómez hace uso de la palabra), que en definitiva logran instaurar una comisión encargada de erigir un templete protector sobre las ruinas en debate. En Buenos Aires la patrocina el Ateneo Hispano Americano, y el diario Crítica le sirve de órgano de prensa.
En su trabajo, Maldonado, menciona de modo recurrente a esa tradición que para él es la piedra de toque de la autenticidad historiográfica, y, cabe destacarlo, cada vez que objeta alguna de las versiones contrarias a sus postulados, la expone sin especificar los nombres de los autores, sin identificarlos. Toda su monografía es reiterativa en señalar como si se tratase de elementos de prueba, la buena fe, la honestidad y la integridad de los testimonios y las personas que propone, incluso habla de “los limpios de corazón”.
Otra singularidad del escrito, es el modo como califica las fuentes el presbítero, que no hesita en afirmar que “la selección de testigos es de imperiosa necesidad cuando se trata de hechos, digamos, científicos que no todos pueden analizar, más no cuando se trata de hechos vulgares”. Como sea, Maldonado, sistemáticamente, da como ya probado cuanto afirma, previamente incluso a hacerlo explícito.
Descontado el carácter de prueba indubitable que Maldonado le asigna a las tradiciones, o el “patriotismo” que lo anima, su subjetividad se trasluce en su enfoque del tiempo, cuando afirma que “…no es gran cosa un espacio de 139 años en la vida de los pueblos”, en función de legitimar la tradición que defiende, al punto de sostener que “jamás se hubiera dudado de la veracidad del testimonio / de estos ancianos si se hubiera tenido en cuenta que ellos hablan de lo que sus padres vieron”.
Abundan los anacronismos, por ejemplo, imagina que cuando San Martín pide reclutas de las Misiones (que merced a los estudios de Carranza y Larguía, sabemos fueron un número ínfimo), “…en 1812… para los yapeyuanos y demás misioneros” San Martín era “el capitán muy querido, de cuya infancia se habla en todos los hogares… el que hoy se prepara a conducir a sus hijos por
los senderos del honor… el padre cariñoso que los pide especialmente para alistarlos en su cuerpo de Granaderos a caballo… Todos recuerdan y hablan con fruición del hijo del gobernador, que se marchó siendo niño y hoy, que regresa hombre, les invita al sacrificio y a la gloria. Las madres que le entregan sus hijos… los ancianos que conocieron y trataron tantas veces al padre y al hijo…”. Y, más adelante: ¿Cuántos de los hijos de Yapeyú que con San Martín traspusieron los Andes… regresaron luego a su terruño y continuaron rodeando de veneración el hogar paterno de su capitán? ¡Con qué fruición de alma esos viejos servidores de la patria hablaban del héroe a sus hijos!”. Huelga mayor análisis, son manifestaciones conmovedoras, patrióticas, pero históricamente sin mayor validez.
Otros historiadores eclesiásticos correntinos como el Padre Esteban Bajac y Monseñor Ángel Navea, también se confiaron a la tradición como método. No estoy de acuerdo, a lo sumo es una fuente más, nunca puede ser empleada exclusiva y excluyentemente como método, se halla mucho más cerca del folclore que de la historia.
Domingo, 3 de marzo de 2019