POR LUIS NOVARESIO
Estupidez
La única realidad es lo que vimos. Un desastre que se llevó puesto las agotadoras y agotadas explicaciones sostenidas en la nada misma. La dirigencia sigue creyendo que habla una lengua performativa, la que crea realidad. Y sus palabras se hacen añicos a los piedrazos.
Somos una potencia mundial en el fútbol. Cuando traspasen la policía a la Ciudad, tenemos garantizada la seguridad. Vamos a investigar hasta las últimas consecuencias. Y así…
La única realidad es lo que vimos. Un desastre que se llevó puesto las agotadoras y agotadas explicaciones sostenidas en la nada misma. La dirigencia sigue creyendo que habla una lengua performativa, la que crea realidad. Y sus palabras se hacen añicos a los piedrazos.
Quizá la frase más saliente y razonable de Horacio Rodríguez Larreta (la única voz oficial hasta que se está escribiendo esto, en un contexto político en donde la verborragia cuasi periodística de algunos funcionarios aturdía hasta el sábado a la tarde) fue: "Hay algo con lo que es muy difícil luchar, que es la estupidez humana". Larreta se refería a la madre que cubría de bengalas el cuerpo de su hijo. Error. Eso es temeridad, ausencia de humanidad en los deberes filiales o lo que sea. No estupidez.
Estupidez es, como dice el diccionario de la Real Academia, la "torpeza notable en comprender las cosas". Y el Gobierno, vistos los resultados, no ha comprendido de qué se trataba.
No vale la pena insistir con la ausencia de prevención. Infobae dio cuentas con imágenes y testimonios irrefutables de lo pésimo que se hizo lo que se hizo. El video del micro de Boca y el del propio River, también vandalizado sin grandes consecuencias en la 9 de Julio, bastan. Pero consumado el desastre, abundaron las perogrulladas:
El Gobierno de la Ciudad asume la responsabilidad por lo sucedido. Ajá. ¿Quién tenía dudas de esa atribución? ¿El partido no se jugó en dónde? Si por esto se pretende limitar de responsabilidad nacional, asumida personalmente desde un tuit populista del presidente pidiendo público visitante, el artilugio verbal se desmorona en 5 segundos.
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Las hipótesis son dos: la zona liberada que provocó el Caverna, de la barra brava, enojado porque le decomisaron 300 entradas y 7 millones o que falló el operativo de seguridad. ¿Y? ¿Están detenidos los barras, sus secuaces y liberadores de zona? ¿Dio un paso al costado el funcionario que falló?
Así no podemos seguir. ¿Qué ejemplo damos al mundo? A esta altura, lavamos la casi tragedia preocupados por el mundo. Nos importa más el ejemplo al mundo que el ejemplo a nuestros hijos y a nosotros mismos. Quizá ahí esté el nudo de la repetición de las cosas. Nos hemos resignado a que, entre nosotros, la cosa va a seguir pasando y hay que, resignados, seguir bancando. El problema es, no que ocurran, sino que trascienda al mundo. Y así con el G20. ¿Y cuando vengan Trump y Merkel? Y cuando vos, lector, y tus hijos sigan acá, ¿importa menos? Sí, claro que importa menos. Importa "la imagen al mundo":
Hace 50 años que las mafias del fútbol funcionan así: ¿Y? ¿La pesada herencia? ¿Y?
No somos potencia en nada. Empezar por reconocer nuestras carencias debería hacernos pensar que, cuanto menos este partido, no se puede jugar en Argentina. La excusa de que unos pocos malogran una fiesta de muchos es el modo de seguir privilegiando el negocio del fútbol con F mayúscula poniendo en riesgo la salud de cualquier ciudadano considerado minúsculo. No funciona. No podemos. No lo hagamos. Para que cambiar algo para no cambiar nada no siga siendo nuestro lema.
Lunes, 26 de noviembre de 2018