FECHA FIFA
Una Selección de vacas flacas
El colapso prematuro de Argentina en Rusia 2018 dejó secuelas inevitables. O heridas que costará muchísimo sanar. Una de esas secuelas o heridas anunciadas es que se desmanteló el plantel que mantenía la Selección después de varios años de acostumbrarnos a repetir apellidos y quizás también rendimientos dispares.
Después de la derrota del mes pasado por 1-0 ante Brasil, Argentina venció 2-0 a México con una producción discreta; el costo de jugar sin cracks y de una etapa experimental
Pero como todo tiene un final y todo termina como reza aquella canción consagrada como un himno generacional que celebró Vox Dei en los finales de los 60, luego del Mundial se presentaba la posibilidad impostergable de cambiar. Y se cambió de entrenador, de jugadores y de expectativas.
Es otro ciclo y otra etapa que arranca de cero. Con Lionel Scaloni conduciendo lo que nadie quiere conducir. Porque la Selección ya dejó de ser un objeto del deseo. No seduce. No cautiva. No enamora como antes, cuando los técnicos más prestigiosos se tiraban de cabeza para dirigirla. Hoy, en cambio, no mueve las estanterías. No agita las aguas. No produce temblores. Ni sueños. Por eso Scaloni, ayudante técnico del vapuleado Jorge Sampaoli, quedó en primera fila. Y difícilmente sea destituido por lo menos hasta la Copa América que se disputará a mediados del año próximo en Brasil.
Esta nueva Selección que el viernes 16 de noviembre derrotó 2-0 a México en la provincia de Córdoba (el próximo martes ambos rivales tendrán una revancha simbólica en Mendoza), es una Selección de neto corte experimental, sin cracks que la enriquezcan. Y este tema de los cracks ausentes no es una figura abstracta que tiene que pasarle por alto a nadie.
Sin Leo Messi (31 años) ni el Kun Agüero (30), Argentina es una Selección más. Messi, a pesar de sus claudicaciones cuando viste la camiseta argentina, es un supercrack. Y Agüero, aunque no entre en esa categoría de fenómeno casi sin equivalencias, es un jugadorazo de primerísimo nivel mundial. Sin ellos, que por distintas razones no regresaron a la Selección luego de la derrota en octavos de final ante Francia por 4-3, Argentina no cuenta con un claro superávit futbolístico.
Es más: puede igualarse con Chile, Ecuador, Colombia, Paraguay, Perú; está en igualdad de condiciones con Uruguay y por supuesto está por debajo de Brasil, más allá de que a Brasil no le sobran protagonistas como para tirar manteca al techo.
Con este panorama tan austero, Scaloni o cualquier otro entrenador, no puede hacer magia. Le faltan intérpretes de alta gama a la Selección. Le faltan los pesos pesados que supo tener en otros tiempos (Caniggia, Riquelme, Verón, Ortega, Batistuta, Crespo, Simeone, Redondo, Roberto Ayala, Heinze, Zanetti, Sorín y más cercanos en el tiempo, Messi y Agüero) y que por otra parte tampoco le alcanzó para consagrarse en la máxima cita mundialista.
Ahora, claramente, es un período de vacas flacas. Y Scaloni junto a su grupo de colaboradores (Pablo Aimar y Walter Samuel) tiene que administrar la crisis. No lo está haciendo mal. Brillos no se pueden pedir. No hay material para brillar. ¿Qué hay, entonces? Buenos jugadores que por sí solos no van a hacer la diferencia. No la va a hacer Lautaro Martínez, vendido hace unos meses al Inter como una estrella y por el momento no tiene chapa de estrella. No la va a hacer Icardi, lejos de ser un punta formidable. Es un punta al que hay que proveerlo porque no se autoabastece. La espera servida dentro del área. Y si no le llega, no pesa, no influye. No nos referimos al partido frente a México. La observación sobre el potencial de Icardi va mucho más allá de los minutos que jugó en Córdoba.
La diáspora que generó la decepción en el Mundial que en julio pasado conquistó Francia, terminó arrasando con la estructura debilitada de la Selección. Scaloni, como un hombre providencial, se vio en la obligación de convocar lo que se mantenía como una opción de reserva.
El 2-0 a México (el primer gol lo anotó Fúnes Mori de cabeza aprovechando una pelota parada y el segundo llegó como producto de una buena combinación entre De Paul y Saravia que el mexicano Brizuela en su afán de despejar la clavó en su propio arco) no fue anecdótico, pero no expresó algo en especial. Jugó en un nivel discreto Argentina. Y tuvo una respuesta discreta México.
El resultado, como siempre, opera como un estímulo. Pero el resultado no puede tapar todo lo que la Selección padece. Y va a padecer en las próximas Eliminatorias para Qatar 2022. Pensar lo contrario sería entregarse a un optimismo y una puesta en escena fuera de contexto. Pero para eso falta. Y en el mientras tanto algo más valioso habrá que armar. Con Messi adentro o con Messi afuera. Y con Agüero en la misma sintonía.
Domingo, 18 de noviembre de 2018