LA TRAMA SECRETA
Por qué Walt Disney vino a aprender de Molina Campos
El padre de Mickey Mouse realizó una gira por Sudamérica en 1941, en la que visitó la estancia del artista argentino en Moreno. Un año después trabajaron juntos en dibujitos con estética gauchesca.
Una historia de desencuentros, política, intrigas y traición.
Año 1941. El teléfono suena en el rancho Los Estribos, una cabaña de Cascallares, en el partido de Moreno, del hoy Gran Buenos Aires. La dueña de la casa, María Elvira Ponce Aguirre, se encuentra fuera del hogar, en un parque frondoso y calmo, mateando sin prisa mientras observa cómo la luz solar juega en las ondas de un Río Reconquista todavía prístino.
Corre. No son comunes las llamadas en aquella época, sabe que algún asunto de importancia merece el apurón. Desde hace unos días está sola, su marido, Florencio Molina Campos, el célebre pintor argentino, está de viaje y eso siempre la ponía nerviosa.
La voz que oye no es la de Florencio, siquiera es familiar. En un español forzado le anuncian una visita inesperada, increíble: Walt Disney, el padre de Mickey Mouse y creador de un emporio que hoy es imperio, quería conocer al artista argentino.
Entonces, Molina Campos ya tenía una reputación internacional. En 1926 realizó su primera gran exposición en la aristocrática Sociedad Rural de Palermo, donde se ganó la simpatía del presidente de la Nación, el radical Marcelo Torcuato de Alvear, y así de muchos más, aunque su gran oportunidad, la que lo llevaría a todo el país, fue cuando en 1930 comenzó a confeccionar los clásicos almanaques para "Alpargatas", vínculo que mantuvo hasta 1941.
Antes de 1941 ya había realizado varias exposiciones, en el país y el exterior, como en París, con éxito de ventas; había sido becado para hacer un curso de dibujo en EEUU y publicado otros trabajos en revistas del extranjero. Sus relatos en papel de la vida bucólica, el trazo exagerado en los rasgos mestizos de sus paisanos, los ojos que podían adoptar una forma esférica y tonalidad rojiza -asociada al beodo de pulpería- se convirtieron en una marca, en una estampa inconfundible, como los arlequines de Emilio Pettoruti o las formas geométricas y la paleta cromática de Xul Solar.
Elvira o Elvirita, como todos la llamaban, cuelga el teléfono. Una gran emoción la embarga; seguro Florencio estará feliz, piensa. A su entender el encuentro iba a ser mágico, dos de los grandes ilustradores del planeta compartirían conocimientos, experiencias y, claro, algún bosquejo para el recuerdo. Pero, siempre hay un pero.
Cuando Disney aterrizó en Argentina, Molina Campos, paradójicamente, se encontraba en Estados Unidos. Había sido contratado por la revista Liberty, con sede en Nueva York, para realizar una serie de dibujos publicitarios. Sin embargo, Disney no se privó de disfrutar de la compañía de "doña Elvira", a quien endulzó lo oreja para lograr firmar a Molina Campos, quien se convertía en una pieza estratégica del proyecto que había llevado al patriarca de la globalización animada hasta tierras pampeanas.
Las razones de la visita
Los objetivos de Mr. Disney trascendían el papel y el celuloide. Estaban lejos del romanticismo, aunque su conducta, según relatan los medios de la época, fue impecable: "un caballero", "simpático", "abierto al diálogo", "afectivo con los niños", relataron los diarios y revistas de época. Había fines políticos y gremiales, que obligaron al oriundo de Chicago a abandonar su país y sumergirse en un tour por Latinoamérica.
Tres años después de la exitosa Blancanieves, el primer -y súper exitoso- largometraje animado de la factoría, el norteamericano abordaba un avión de PanAm para un viaje de 10 semanas por esta parte del mundo. En su hogar, en los estudios que pergeñó en Burbank, California, se llevaba a cabo una huelga de trabajadores debido a las grandes diferencias de salarios que había entre los animadores. Estaban en etapa de producción final Pinocho y Fantasía, mientras Dumbo daba sus primeros pasos. En ese entonces, Disney incluso analizó abrir un estudio de producción en Argentina, aseguró Theo Thomas, director del documental Walt & El Grupo (2009), que recrea todo aquella aventura. En medio del periplo, la huelga terminó gracias a la mediación de un intermediario federal, que apoyó los reclamos del sindicato, el Screen Cartoonists Guild.
En medio de este conflicto, en el que Disney no tenía un rol muy cercano a sus trabajadores, le llegó una invitación que ayudaría a calmar los ánimos de los dibujantes. "¿Por qué no realizás un viaje por Sudámerica?", le recomendaron. Así, se alejaría del conflicto, los ánimos se enfriarían y la acuerdo sería posible.
Al igual que otras estrellas de otrora como Errol Flynn, Walt viajó a Sudamérica como parte de la misión diplomática "Política del Buen Vecino", que llevaba a cabo Franklin D. Roosevelt. La Segunda Guerra Mundial era un hecho, Europa caía ante el nazismo y varios países de esta parte del globo tenían una postura filoalemana. Además, Europa ya no era mercado atractivo al estar regida por una economía de guerra. Se necesitaban mejorar las relaciones para conseguir nuevos aliados y, a su vez, expandir la industria cultural a través de las celebridades del momento.
Al principio Disney se negó a hacer el viaje, pero desde el gobierno lo habilitaron a realizar películas basadas en las costumbres y folclore de la región. Allí, nace el interés por Molina Campos, de quien ya tenía sobradas referencias.
Era una carrera contrarreloj, el ingreso de EEUU a los Aliados era cuestión de tiempo -poco- y así fue, en diciembre se produce el bombardeo a Pearl Harbour por parte de Japón y el resto es historia. En el mientras tanto, Disney visitó Brasil, Argentina, Uruguay, Perú y Chile. En Brasil, por ejemplo, se encontró con el creador de Aquarela do Brasil, el músico Ary Barroso, y fue recibido por el presidente Getúlio Vargas.
El encuentro que no fue
Allí, en Moreno, en el rancho Los Estribos, sin Molina Campos, Walt comió asado de cuero con la mano, tomó mate y se animó hasta amagar en alguna chacarera, tal como reflejó Sucesos Argentinos. La carta para convencer a Molina Campos era sencilla: lo invitaba a sus estudios para realizar películas sobre el gaucho argentino, films en los que el artista argentino sería el asesor estrella.
"Llegaron al rancho, Disney y su señora, acompañados por el Sr. Embajador de los Estados Unidos y todo el staff de sus numerosos dibujantes. Fue una fiesta criolla inolvidable: asados guitarreadas, bailes…, lo único que faltaba era Florencio", escribió Elvira en su libro Florencio Molina Campos en mi vida.
"Elvirita acompañada por Montbrun Ocampo cantan a dúo una canción dedicada a Walt Disney, quien les escucha atentamente. Meses más tarde esa canción fue grabada y dedicada a Disney y su señora", dice el libro. Como cierre del encuentro, Elvira le regaló un par de botas de potro.
Luego, Don Wally, como lo llamaron los locales, se animó a dar sus primeros pasos junto al grupo de danza del patriarca del folclore argentino Andrés Avelino Chazarreta en la terraza de un hotel. Su paseo se cerró con una visita a una escuela en la provincia Mendoza, donde de acuerdo a Theo Thomas, "Disney entró parado de manos a un auditorio repleto de estudiantes que esperaban a un invitado muy especial. Luego se paró y les dijo: Hola chicos, para sorpresa de todos".
Luego, Disney saltó el charco hacia Uruguay donde participó de la premiere regional de la emblemática Fantasía en Montevideo y tras algunas exitosas presentaciones se enteró de la muerte de su padre, Elías, por lo que decidió volver en barco a su país. "El Grupo" continuó con el itinerario marcado y visitó también Bolivia, Guatemala y México.
El encuentro en los estudios
En 1942, finalmente los dos artistas estrecharían un lazo de intercambio. Molina Campos firmó un contrato por tres películas. La promesa hecha a Elvirita se convertía en una realidad: sería el principal asesor del equipo de dibujantes norteamericanos. La idea primigenia era que el argentino fuese quien aportaría la estética gauchesca, tanto en la vestimenta de los personajes como en los paisajes. No había nadie en el mundo con mayor capacidad para hacerlo.
Cuando llegó a EEUU, la primera cinta ya estaba bastante avanzada. Se sentó en una pequeña sala de proyección de los estudios, papel en mano, para marcar los pros y contras de la película. La mayoría fueron contras. Molina Campos abandonó la sala lívido, desencajado, y fue directo hasta el despacho de Disney: había demasiadas inexactitudes, demasiadas "licencias", que hacían que el Gaucho Goofy, por ejemplo, tuviese un atuendo que mixturaba la esencia gauchesca, con toques mexicanos y hasta con los cowboys del país del norte.
Molina Campos intentó convencer a Disney del error, pero no encontró respuesta o, más bien, le hicieron entender que su aporte ya no era tan necesario.
Se había decidido que la mejor manera de representar la cultura sudamericana era a través de los ojos de EEUU, ya no era crucial reflejar el folclore regional desde una perspectiva más figurativa, sino ofrecer al público norteamericano una visión que pudieran sentir como más propia. Y, en este cambio de 180 grados, había una razón política: Si bien la guerra no había llegado a su fin aún, el triunfo Aliado era cada vez más palpable y Argentina, por ejemplo, había elegido ser "neutral", por lo que no era necesario seguir intentando generar puentes.
Tras varios intentos fallidos por lograr una representación más fiel del gaucho, renunció. Así, el proyecto primigenio que incluía tres películas, se acotó a dos: Saludos, amigos (1942), que recibió tres nominaciones a los premios Oscar, y Los Tres Caballeros (1944), una serie de cortos que incluyó The flying donkey o El gauchito volador, según su traducción para latinoamérica. Finalmente, poco quedó de la visión de Molina Campos en las películas, apenas algunos detalles y paisajes, muy poco.
Thomas, en su documental, asegura que el tercer film tuvo una génesis, una idea matriz, pero que murió ante la negativa del banco a prestar dinero para una producción con temática latinoamericana.
Había empezado como una gran ensoñación. El padre de los dibujos más famosos del mundo pedía asistencia al hombre que reinventó la estética gauchesca. Sin embargo, el idilio terminó tan bruscamente como se inició, a fin de cuentas hay cuestiones que traspasan el papel, la vocación y el deseo de hacer grandes películas, intereses que suelen dar la última pincelada.
Domingo, 16 de julio de 2017