PERSONAJES
Camila Velasco: de desnudarse en Playboy a trabajar como ingeniera en una petrolera
Dejó un futuro promisorio en los medios para estudiar en la universidad. Logró un puesto en asistencia técnica en una megaempresa, cursa en la UBA la misma maestría que hizo Juan José Aranguren, y sueña con dedicarse a la política.
"El mundo de la energía nuclear y los hidrocarburos me resulta más fascinante que sacarme fotos para una revista".
Leer esta nota no supone un desafío -¡háganse a un lado las pretensiones!-, pero se vincula con uno: ¿podrán evitarse los prejuicios al ir avanzando en sus líneas? Porque Camila Velasco (28) los ha enfrentado en los últimos años. Como cuando hizo un desnudo en la revista Playboy apenas concluida su adolescencia, o se sumergió en la carrera de Ingeniería de la Universidad Tecnológica Nacional en tiempos de alta exposición mediática. Y más acá, cuando consiguió trabajo en una importante petrolera.
Si bien son situaciones que parecen incompatibles entre sí -benditos prejuicios-, Velasco las fue transitando con naturalidad. "Primero fue una cosa, después otra. Se dio como una transición", le explica a Teleshow quien podría haber tenido el destino marcado siendo la hija del conductor Sergio Velasco Ferrero.
De ese modo le llegó la primera convocatoria de una revista de actualidad (Paparazzi), bajo la consigna "la producción sexy de la hija de…". "Mi arribo a los medios fue casual", jura Cami, que al hacer esa nota todavía estaba en quinto año de secundaria, donde terminó egresando como abanderada gracias a un promedio de 9.20.
Luego de esa producción, una nota televisiva por aquí, más fotos por allá, el desnudo de Playboy, los desfiles y las presencias en los boliches, ¡más fotos!, romances mediáticos (como con el músico Emmanuel Horvilleur), las entrevistas… Su futuro era prometedor. Y entonces, como quien abandona una fiesta en lo mejor de la noche, abriéndose camino entre la efervescencia de los invitados, Camila se alejó: dejó la fama incipiente -el sueño de muchos- para concentrarse en su carrera, aunque haya sido "muy difícil tomar la decisión".
"Estuve en los medios explosivamente. Me pasó que… bueno (ríe fuerte)… me fueron proponiendo distintos trabajos y dije que sí. No pensaba, no medía los riesgos. Y hasta me llevé el mundo por delante. Mi familia me decía que no hiciera tal cosa, como el desnudo, y yo la hacía igual, sin que me importara nada. Porque si bien soy dulce tengo una personalidad avasallante, en todos los ordenes de la vida. En el trabajo también soy bastante intensa".
Lejos de los flashes -las revistas de actualidad ya no reparan en ella- y recibida de Ingeniera Industrial, actualmente Velasco se desempeña en una petrolera. A la vez cursa la Maestría en Energía de la UBA, la misma que alguna vez aprobó un tal Juan José Aranguren… "En la empresa tengo un puesto de asistencia técnica: certificamos la calidad máxima de los combustibles para que todos los motores funcionen en óptimas condiciones", dice, y sincera un sueño: "En diez años me gustaría dedicarme a la política. Ya tengo algo pensado. Quiero meterme en la colaboración social para insertar gente que está afuera del sistema, y para que haya más trabajo en el rubro. Necesitamos ingenieros".
—Viniendo de la televisión y el modelaje, ¿cómo te recibieron en la universidad primero, y en la petrolera después?
—Me tocaron grupos buenos, y también algunas personas no tan buenas, prejuiciosas, a las que no les gusta mi presencia porque tengo este pasado. Pero cuando después ven mi trabajo y cómo me desenvuelvo, me aceptan. No digo que me gano rápido a la gente, al contrario: me cuesta mucho más. Día a día tengo que demostrar que estoy capacitada. Pero como es lo que me gusta, lo hago bien y me sale fácil.
En el otoño de Buenos Aires aún se siente el calorcito, pero a su encuentro Camila asiste "muy tapada", según ella misma define. "Vine vestida de trabajo, aunque a la petrolera voy todavía más sobria, más clásica. A veces los límites se me van: uso un color muy llamativo, o en verano me pongo un vestido y a lo mejor es corto, y después no me siento cómoda. Es difícil…".
Ocurre que las curvas que desplegó en esas -ya añejas- producciones de fotos, aún están ahí. "¡No las puedo disimular!", sonríe. "Puedo estar arriba de peso, flaca o lo que sea, pero mi cuerpo es así: bastante curvoso. Tengo cintura, cadera, y por más que me ponga un pantalón con una camisa y un sweater… es complicado. Pero es lo que hay. Y yo me la banco".
La última no es una frase hecha. Camila la aplicó en aquellas situaciones donde, siendo modelo, algún productor o representante le exigió un determinado peso. Escaso, por supuesto. Y ella se mantuvo firme. "Nunca fui tan flaca, y cuando directamente estaba en mi límite de delgadez, me decían: 'Ah, no, no, no… ¡tenés tres kilos de más!'. '¿Cómo? ¡Noooo! ¡Más que esto no puedo! No quiero y no lo voy a hacer'. Y perdía ese trabajo".
Pero esa cruel imposición estética ya no existe. "¡Ahora estoy mucho más relajada! No tengo tiempo para entrenar. Y si como, ¡como! No me molesta tener kilos de más. Tengo que ir alimentándome durante el día para llegar a la noche… ¡y sobrevivir!".
Ahora Camila observa su paso por los medios -las fotos, los desfiles, los romances, la televisión- "desde otra perspectiva". Y se explica: "Es como si me hubiera pasado en otra vida, como si no tuviera 28. ¡Y fue a los 20, 21! Lo veo muy lejos". No le quedaron amistades de aquella época, con la salvedad de una Amalia Granata a quien supo considerar amiga. Tampoco hay arrepentimientos. "Si volvería a empezar haría el mismo camino que hice. Porque esta soy yo, ahora. Y me está yendo bien".
—¿Pero ya está? ¿En los medios nunca más?
—No. Yo no digo nunca más…
Lunes, 8 de mayo de 2017