MUSICA
"Abraçar e agradecer", de Maria Bethânia: La gran celebración de una artista única
Hay algo de hipnótico en la imagen de Maria Bethânia que monopoliza la tapa de su flamante Abraçar e agradecer, el doble que registra los shows que dio 7 y 8 de agosto del año pasado en el HSBC Arena de Sao Paulo, para festejar sus 70 años.
Ese efecto se replica a lo largo de las 43 canciones del álbum, que resumen, de buena manera, las algo más de cinco décadas que lleva Bethânia en la música, con unos cuatro decenas de discos editados.
Con las casi iniciáticas A tua presença morena y Rosa dos ventos, y las mucho más recientes Dindi y Povos do Brasil como puntos extremos de su extensa trayectoria, Bethania transita su historia de un modo que ratifica de manera irrefutable su condición de figura de referencia obligada de la música popular brasileña, mucho más allá de los límites originarios de la MPB.
Lo hace desde la terquedad casi mántrica de A tua presença morena, de su hermano Caetano Veloso, la dulzura de ese inmenso bolero que es Começaria tudo outra vez -inevitable banda sonora de cualquier reconciliación amorosa que se precie de tal- y la invitación a la celebración de la vida de Alegria y O que é, o que é.
También con una declaración de principios en Non Je Ne Regrette Rien, otra de amor, incondicional, en Eu te desejo amor, y un repaso de las raíces más profundas de su país en la secuencia Maracanandé (canto tupí), Xavante y Povos do Brasil.
Y haciendo convivir con maestría el romanticismo de Roberto Carlos, la sutileza de Tom Jobim y el dramatismo de de Chico Buarque en la tríada Voce não sabe / Dindi / Tatuagem, capaz de demoler cualquier fortaleza emocional, ligando la expresividad tropicalista con la introspección más íntima, el poder del samba y el Brasil más folclórico, e interviniendo poéticamente su obra con palabras de Clarice Lispector, Fernando Pessoa y Waly Salomao.
EEn Abraçar e agradecer, María todo lo abarca y aprieta con una fuerza y una fluidez tales que hacen que su poco más de una hora y media de música transcurra casi sin que se note el paso del tiempo.
Mucho tiene que ver en ese placentero recorrido el aporte de la banda que sostiene el canto de Maria, dirigida por el contrabajista Jorge Helder, es una maquinaria infalible en eso de entrelazar estilos y climas.
Hay en el diálogo instrumental un equilibrio que se mantiene tanto en el protagonismo que adquiere cada uno de los instrumentos según se lo requiera el repertorio, como en la presencia que asumen cuando se trata de sumar al conjunto.
Esa capacidad tiene su justo reconocimiento en esa especie de suite instrumental que componen las piezas Até o Fim,O Quereres, Qui Nem Jiló, Pisa na Fulô, en la que se revela en toda su magnitud la solidez y flexibilidad del octeto, complemento perfecto de una artista superior.
Jueves, 4 de mayo de 2017