TELEVISIÓN
El pasado desconocido de Adrián Pallares
"Un día me vieron sentado en la televisión y dijeron: ¿De dónde salió éste, no?. Llegué trabajando, señores", suelta, entre risas, Adrián Pallares (48) ante la propuesta contar todo sobre su pasado, un tanto desconocido.
El periodista está sentado en un bar de Palermo, minutos después de haber finalizado su trabajo en Desayuno Americano (América, a las 9.30), por degustar una ensalada césar y con ganas de hablar de su vida. Algo poco habitual.
"Yo soy muy reacio a hablar de mí. Uno trabaja mucho en la televisión, habla mucho todo el tiempo, pero siempre digo que mi negocio es el misterio", dice, como intentando explicar que esta nota es una total excepción. Y justifica: "A mí no me gusta el periodista celebrity. A mí me gusta el periodista periodista, haga el rubro que haga. Algunos dicen: Hacés chimentos, eso no es periodismo. Para mí es uno de los géneros más difíciles que hay en la profesión".
Lo cierto es que aunque hoy se mueve como pez en el agua, el mundo del espectáculo no estaba ni por asomo en el radar de Pallares en 1968, cuando nació en Palermo, fruto de un embarazo adolescente. "Mi familia era de clase media baja. Mi viejo era un laburante, desde siempre, sin casa propia. La mía fue una infancia laburada. Nunca faltó nada, pero tampoco nunca sobró nada. Mis viejos eran chiquitos. Se casaron y arrancaron desde los 16 o 17 años (a esa edad lo tuvieron). Algo así siempre es complicado. Y eso, claro, repercutió en mi ritmo de vida", sostiene.
-¿Por qué, Adrián?
-Aunque tuve una vida normal, tradicional, primero en Palermo y después en Villa Luro, la primaria la hice en tres colegios distintos por las mudanzas. Llegar y ser el nuevo era un embole, y la primaria me costó un poco más que la secundaria.
-¿Hablás de timidez?
-Nunca me costó relacionarme. Tenía amigos. Pero sí, era tímido. Me las rebuscaba. El hecho de cambiar de colegio me hacía no terminar de poner los pies en ningún lado. El secundario me encontró más plantado, estando en el centro de estudiantes del colegio, por ejemplo. Me convertí en alguien mucho más inquieto, digamos.
Además de su trabajo en Desayuno Americano, donde reemplaza en la conducción a Pamela David cuando ella no está, es parte de Intrusos (América, a las 13.30) y previamente fue panelista de Los profesionales de siempre, el ciclo que marcó el regreso de Viviana Canosa a la televisión, en 2005. Nada que ver con el primer trabajo que consiguió a los 18 años, cuando comenzó a estudiar comunicación social en la UBA pero laburaba de lo que podía.
"Siempre tuve que trabajar de otra cosa porque no era tan fácil entrar a los medios. Trabajé de cadete en una agencia de turismo, en una empresa textil y en una cerealera. Mientras tanto, también trabajaba los fines de semana en un videoclub. Tenía dos laburos. Era un plomo, estaba todo el sábado y el domingo sentado ahí, escuchando la radio. Pero me gustaba el cine, y miraba las películas, que tenía que ir recomendando. ¿Sabés? Siento que todo fue ayer", cuenta, con un dejo de nostalgia.
La profesión la descubrió a los 14 años, cuando le pidieron hacer un trabajo sobre la democracia y vivió una situación a la que hoy define como "fundacional" en su vida. "Mis compañeros eligieron ir al Congreso para hacer entrevistas con los diputados. Estábamos en plena efervescencia radical. Recuerdo haber ido al Congreso con esos grabadores a los que les decíamos pianito, bastante grandes. Yo iba en el grupo, era uno más, así, con el guardapolvo. Pero todos se abrieron cuando había que preguntar y me quedé yo solo. Entonces empecé a preguntar. En ese momento me dije para adentro esto me gusta, esto está bueno", recuerda.
-¿Y cuál fue tu primer trabajo vinculado a los medios?
-Bueno, como todos, hice la radio "trucha", como hacíamos todos en ese momento. Hacía un programa que se llamaba Arrorock, en FM Mataderos, los lunes, con amigos y con quien hoy es mi mujer. Además escribía en un diario barrial que se llamaba La vía, de Villa Luro, y entrevistaba a personalidades de la zona. En 1994 empecé a trabajar en una gráfica, de atendedor, que era como el asistente del corrector. Antes se corregía, parece muy lejano, pero se corregía. Nosotros corregíamos revistas de cable, que era muy complicado porque estaba toda la grilla de programación. De atendedor pasé a corrector y después a coordinador del taller de fotocromía. Tenía 24 años.
-¿El tema económico cómo venía hasta ahí?
-Horrible. Bah, ¡no venía! Vivía con mis padres. Todo lo que hacía era porque me gustaba. Pero me las rebuscaba. En 1998 empecé a ser productor de Laura Ubfal en un programa que se llamaba La Linterna, en Canal A y después en Canal 7. En 2000, ella me empezó a dejar hacer micrófono en Radio 10. Ahí hablaba de cine y de series, algo que no estaba muy de moda. Era ad honorem, algo que hacía por placer. Pero en 2001 me quedé sin trabajo.
El 20 de diciembre de ese año, cuando Fernando de la Rúa se subía a un helicóptero en el techo de la Casa Rosada y renunciaba a la presidencia de la Nación, Pallares vivía un momento personal angustiante: su paso por Canal 7 había terminado. Pero las malas noticias no terminaron ahí. Aquel día, cuando llegó a su casa, se llevó otra fea sorpresa: "Entré y le dije a mi viejo: Se acabó Canal 7. Él me dijo: A mí me acaban de echar. Nos quedamos sin trabajo el mismo día".
Su vinculación con los medios podría haber terminado allí. Pero el destino le tenía preparada una carta totalmente inesperada. La hermana y el padre de Carlos Rottemberg, a quienes conocía de un trabajo de prensa esporádico, lo recomendaron para ser administrador de los teatros del reconocido productor. Y él aceptó. Y todo cambió. "Me acuerdo que Carlos me llamó un domingo 29 de marzo, de Pascua. Estaba en mi casa y sonó el teléfono. Fui a una entrevista en su oficina, en el Multiteatro, que se había inaugurado hacía 1 año, y me propuso administrar el Lorange, el Ateneo y el Liceo. Le dije que sí, claro. Y ahí empecé", recuerda.
Eso le permitió mantenerse económicamente a la espera del gran salto en el periodismo, que no tardó en llegar. La periodista Marisa Brel, que lo escuchaba en la radio, lo convocó para un programa de cable y luego le ofreció ser el cuarto panelista de Los profesionales de siempre, que marcó el regreso de Canosa a la televisión. "Era lunes y el programa debutaba el martes de la otra semana. Me hicieron dos preguntas en la entrevista y al otro día me llamaron para decirme que sí", rememora. Lo que siguió, es historia conocida.
Lunes, 27 de marzo de 2017