SER ZEN
Chicos desafiantes: hay solución
Hay una tira de Mafalda, de Quino, en la cual los padres no se ponen de acuerdo en relación al estilo de crianza que llevan adelante con sus hijos. Simultáneamente, uno dice que está “programada” y el otro que es “espontánea”. Lo que es indudable es que no tienen claro este punto.
La realidad es que nadie nos enseña formalmente a ser padres. Lo vamos aprendiendo en base a los modelos internalizados y las experiencias que nuestros contactos más cercanos (amigos, parientes, red social) presentan. Mucho de ensayo y error también ocurre.
Pero algo fundamental en la constitución del vínculo padre-hijo es el temperamento de éste último. En base a sus reacciones iniciales se establecerá lo que llamamos “un acople” determinado, es decir, un vínculo de interacción muy particular.
Con los niños llamados difíciles o desafiantes, el acople suele ser dificultoso. Se genera un círculo vicioso que comienza a irradiar no sólo en sus padres y la familia, sino en la red social de la familia y la escuela. El estigma de “niño difícil” suele establecerse muy pronto en la historia personal de esos niños.
Niños más difíciles
Existe una obra clásica en la literatura psicológica llamada “el niño difícil de criar”. Escrito en 1985 por Turecki y Tunner, es uno de los primeros en examinar la existencia de niños que traen consigo un temperamento difícil, características que se expresan tempranamente y que no parecen estar asociadas a factores de crianza, al menos inicialmente. Al principio del libro, los autores mencionan a varios niños que atendieron y que presentaban irritabilidad temprana, dificultad para dormir o usar cierto tipo de prendas, o movimiento constante de su cuerpo, etc.
Los rasgos temperamentales fueron clasificados, entre otros, como:
El nivel de actividad en el entorno
Distractibilidad
Persistencia o perseverancia
Adaptabilidad
Sensibilidad
Aprender estrategias para un manejo efectivo
Los padres necesitan aprender a manejar adecuadamente a estos niños porque esto los protegerá de la temprana estigmatización y redundará en un espacio familiar más sano para todos los miembros de la familia.
En la actualidad, existen programas (clases estructuradas en base a una secuencia organizada de aprendizaje de habilidades) que permiten potenciar los recursos parentales para orientar adecuadamente a sus niños.
Un programa muy conocido es el creado por el Dr. Russell Barkley, de la Universidad de Medicina de Carolina del Sur, que ha dedicado su carrera a la investigación, difusión y tratamiento del Trastorno de Déficit Atencional e Hiperactividad. Si bien esta patología es específica y no todos los niños la padecen, es quizás el prototipo de las dificultades de control parental que puede derivar en conflictos importantes en la familia.
Este programa permite a los padres, según la licenciada Cecilia Gelfi, psicóloga de INECO, “compartir experiencias, identificar obstáculos en la aplicación de las estrategias presentadas, buscar alternativas de solución, comunicar logros, etc”.
Tal como ocurre con la práctica del mindful parenting (o paternidad conciente) de la que hemos hablado en esta columna, se trata de que los padres puedan:
Disminuir las conductas oposicionistas por parte del niño y favorecer las conductas de colaboración.
Reducir los conflictos y enojos diarios, tanto del niño como de los padres.
Compartir sentimientos y experiencias con otros padres.
Aumentar el repertorio de conductas apropiadas para que el niño pueda integrarse mejor en la escuela y en los contextos sociales.
Según la terapeuta, estos espacios para compartir experiencias pueden ser terapéuticos para los adultos y facilitadores de aprendizaje genuino, lo que ayuda a convivir más armoniosamente en la familia.
Bienvenido entonces todo aprendizaje en este hermosa pero a veces difícil tarea de ser padres.
*Martín Reynoso es psicólogo y coordinador de Mindfulness en INECO.
Jueves, 23 de marzo de 2017