SOCIEDAD
Julián Weich: "Lo que digo hoy de la tele es que es vieja"
Lleva recaudados 30 millones de dólares en acciones solidarias, pero asegura que en Canal 13 no lo dejaron volver a conducir el programa de Unicef.
En esta charla con Infobae derrumba mitos, habla de su vuelta a la televisión y cuenta cómo es su amistad con trapitos.
Volvió a la conducción de la mano de El punto rojo, por la televisión pública, con una excelente recepción: "Los números son necesarios para permanecer, pero lo que me gusta es escuchar la crítica, lo bueno y lo malo, porque al fin y al cabo uno hace el programa para la gente, no lo hace para uno".
Y si de críticas se trata, en las redes sociales el conductor recibió los mejores comentarios: "Estoy preocupado porque no me insultó nadie, y yo sé que cada vez que asomo la cabeza alguien me insulta, con razón o sin razón. Esta vez no apareció nadie, lo cual para mí es sospechoso", dice entre risas.
—Sos una persona muy querida. ¿No lo sentís así?
—Soy querido por los que me conocen, pero los que no me conocen suponen cosas de mí, se basan en comentarios. Hay una que es clásica, que es: "No te gusta que te pidan autógrafos, ¿pero me firmás?". Y yo digo: "¿Quién dice?". "Yo escuché". "¿Y quién?". "No sé". Y la verdad es que nunca lo dije. O: "Sé que te molesta sacarte fotos, ¿pero no te sacás una foto conmigo?". "¿Quién dice que no? Nunca dije que no me gusta". Tengo récords de permanencia en los lugares sacándome fotos.
—¿Estás contento con este proyecto nuevo?
—Muy contento, trabajar en televisión pública es distinto, las exigencias son distintas, la responsabilidad es distinta. Es la primera vez que trabajo sin productora, porque fui solo; es volver a un canal donde yo había trabajado en el año 1988. No era nadie en esa época, era simplemente un che pibe de un programa de noticias a la mañana, entraba con las medialunas, decía la temperatura y me iba.
—¿La propuesta fue directa del canal a vos?
—El canal me busca a mí. Específicamente, Horacio Levin me dice: "Quiero que vengas a trabajar acá". "Muy bien, ¿qué necesitás?, ¿qué hay que hacer?". "Necesito para los miércoles a la noche, un programa de preguntas y respuestas". Bueno, evaluamos: "¿Compramos un formato? Este, este, aquel", "sale muy caro" y ahí nos pusimos a diseñar un formato propio, lo presentamos al canal, les gustó, lo hicimos y salió al aire.
—Horacio Levin planteó una política de austeridad en el canal.
—Tal cual, es así.
—¿Los sueldos no son comparables con los de Telefe o Canal 13?
—No sé si es la cuarta o quinta parte de lo que podría cobrar en un canal privado. Es más, cuando él me dijo el sueldo, me dice: "Si querés, no vengas". Le respondí: "No, lo voy a hacer por lealtad a vos y porque no tengo propuestas de canales". No es que tuve que desechar cosas, y tenía ganas, me parecía que estaba piola.
—Cuando decís: "No estaba con propuestas de otros canales", me sorprende. Estamos acostumbrados a que la gente, aunque no las tenga, diga: "Estoy evaluando propuestas".
—Depende el ego de cada uno. No tenía ni una sola y no me da vergüenza decirlo, porque considero que si no me llaman, es porque no me necesitan, si me llaman, es porque me necesitan.
—¿Tenés algún dato a lo largo de tu carrera de las cosas que has hecho y eventos? ¿Cuánto llevás recaudado en trabajos solidarios?
—Sí, porque uno de mis hijos me preguntó una vez: habrá llegado a 30 millones de dólares. No hablo de los últimos Unicef, que no conduje. Durante diez años lo estuve haciendo en Uruguay al programa de Unicef; acá no me dejan hacerlo más.
—¿Por qué no te dejan hacerlo más?
—No sé, pero no me dejan hacerlo más.
—¿Vos seguís siendo embajador de Unicef?
—Sí, sigo.
—¿Pero no es por Unicef que no te deja, es la pantalla?
—Sí. Hasta el 2002 lo conduje. Desde 1992, que era en cadena, hasta el 2002 lo hice yo solo.
—Después estabas en Telefe en un momento.
—Después estuve en Telefe, pero volví al 13 también, estuve sin canal en algún momento. Sigo yendo y participando de lo que me corresponde, pero no me pude hacer cargo como me hacía en otras épocas, que era por supuesto un placer y una alegría. De hecho, al principio el canal no lo quería volver a hacer, se dudaba de hacerlo una horita sola, empezó a diluirse en el tiempo y fue mi mayor trabajo ahí convencer a los gerentes del canal de que había que hacerlo cada vez más grande, más importante, que había que juntar más plata. Todo lo que rompí los cocos en esa época dio sus frutos, porque hoy, después de 25 años, se sigue haciendo y se junta un montón de plata, y eso es lo más importante.
—Te he escuchado hablar de capitalismo consciente.
—Es el nombre de la sociedad anónima en la que está registrada el agua Conciencia. El capitalismo consciente es intentar ganar plata, pero no a cualquier precio y no de cualquier manera, sino de manera consciente. El día de mañana, si vendo millones de botellas por mes, voy a ganar plata, pero estoy lejos de eso y, sin embargo, estoy donando la mitad. Hay una frase de las big corporates que dice que no hay que tratar de ser la mejor empresa del mundo sino la mejor empresa para el mundo.
—¿Cómo es el proyecto del agua Conciencia?
—Ya tiene casi tres años. Es un agua mineral natural que dona el 50% de los dividendos a dos fundaciones: a la Fundación Sí y a la Fundación Garrahan. Sacamos la botellita de medio litro, la de litro y medio, la de dos. Sacamos el pan dulce para fin de año con el mismo concepto. El primer año donamos 50, el segundo 100 y este año vamos a estar casi en los 200 mil. Por ahí, uno dice: "No es que estás donando millones de dólares, pero es generar un concepto de armar una empresa, de donar la mitad, de hablar de conciencia". Tiene un movimiento más allá de lo comercial.
—¿En política no te interesó participar desde este lugar de lo social?
—Nunca me convocaron. Yo trabajo con el Estado porque Unicef trabaja con el Estado.
—¿Con qué te permitís ser egoísta?
—Soy muy poco egoísta, soy de dar, de entregar, de dar mi tiempo, de dar mis cosas. El egoísmo viene de la palabra ego, y si hay algo que ya no tengo, es el ego; no tengo ningún ego, desapareció de mi vida.
Lo que más les pasa a los humildes o los pobres es que la gente no los quiere ver
—Vos trabajás un montón en las cuestiones solidarias, de eso no hay duda, pero nunca alcanza y nunca va a alcanzar. ¿Qué te sigue pasando como persona cuando por la calle seguís viendo a un chico durmiendo en la vereda?
—Me pasan dos cosas. A veces reacciono en forma práctica y llamo, como me pasó con la viejita, que llamé al 911. La viejita se perdió a mi lado, no me puedo hacer el que no la veo o "que se ocupe otro". Por otro lado, cuando veo que no puedo hacer algo, digo: "Bueno, estoy haciendo algo por los demás, por ahí no puntualmente por esta persona ahora, pero yo estoy haciendo algo". Siempre hice algo…
Siempre digo que en el semáforo, cuando aparece el trapito, que le das plata, que no le das plata, que es para él, que es para comprar vino, que es para el padre, para no sé qué. Yo opté por darles plata igual a todos. Pero además de plata, quiero hablar con esa persona, y le pregunto cómo se llama, de dónde viene, a dónde va, cuando están con un bebé a upa, le digo: "¿Le diste las vacunas?", "¿lo llevaste al pediatra?", qué sé yo, le doy pertenencia, le digo: "Para mí existís". Obviamente no le voy a cambiar la vida, pero le estoy mostrando que existe esa persona. Porque lo que más les pasa a los humildes o los pobres es que la gente no los quiere ver. No los quiere ver porque te devuelven algo feo, porque vos estás vestido, cómodo en el coche y el otro está muerto de frío en la calle, pidiendo plata. La gente les sube el vidrio para no verlos, pero están ahí igual y sienten que no los querés ver. Eso es lo peor que les podés hacer, ignorarlos. Entonces, yo por lo menos les doy la posibilidad de que por un ratito sean. De hecho, soy amigo de un montón de trapitos, está bien que, al ser conocido, pero esto lo puede hacer cualquiera; conozco el nombre, conozco a la familia, o sé dónde vive, o sé qué hace. Y tengo una relación amistosa, más allá de la plata que le doy o no.
Lo que digo hoy de la tele es que es vieja
—¿Cómo ves la tele hoy?
—Como un espectador más. No soy referente para opinar porque conozco la tele. Te puedo desmenuzar la tele pedacito por pedacito. Lo que digo hoy de la tele es que es vieja. Pero no porque yo esté haciendo algo moderno y los demás estén haciendo todo viejo: toda la televisión es vieja, perdió 10 puntos de rating, se fue a otro lado, se fue a las plataformas de YouTube, internet, de donde sea, y la tele no hizo nada para recuperarlo, no reaccionó. Vos mirás la tele y es vieja. Los chicos no ven tele. Y la tele no acusó recibo de eso.
—Del uno al diez, ¿cuánto te molesta que te sigan preguntando por Sorpresa y media?
—Cero, porque es algo que yo hice, que reconozco que provocó algo muy lindo en la gente, entonces es un placer. Me encuentro todavía con soñadores o con algo vinculado a algún sueño y sigue teniendo el mismo valor que hace veintipico de años.
Mi sensación es que estoy en una grieta, siempre estuve en una grieta y siempre pensé en el bien común
—¿Cómo estás viendo el país?
—Yo en política nunca me meto y nunca opino, porque sé que es muy irritante. Con el doctor Daniel López Rosetti estamos inventando el día de la RCP, queremos que exista un día para que por lo menos una vez por año alguien se acuerde de esto, se difunda, se aprenda en los colegios. Y el otro día le dije: "Voy a inventar un partido político que se va a llamar La Grieta, que es para los que no están ni de un lado ni del otro, que están en el medio y que tienen ganas de pensar en el bien común y bueno, súmense". Era una mentira, no voy a hacer un partido. Pero mi sensación es esa, que estoy en una grieta, siempre estuve en una grieta y siempre pensé en el bien común. No me importan los partidos políticos, son necesarios, estoy de acuerdo con la democracia, pero me parece que el partido político más importante donde uno debe militar es uno, ahí empieza el cambio.
—¿Tus hijos hoy cuántos años tienen?
—[Tienen] 25, 22, 18 y 12. Ahora el de 22 volvió, porque estuvo dos años de viaje de mochilero por Sudamérica haciendo malabares y volvió a casa. La de 25 ya vive sola, el de 18 y el de 12 viven conmigo. El de 18, como es del matrimonio anterior, por ahí vive mitad y mitad. Y aparte están los chicos de Mozambique, que no viven conmigo.
—¿Se quedaron en la Argentina, están acá?
—Se quedan en la Argentina 2 años más para recibirse y volver a Mozambique a ayudar a su gente.
—El ensamble funcionó superbien.
—Yo nunca dije: "Un día voy a adoptar chicos y si son de Mozambique, mejor y son mayores…". Las cosas se dan. Y fijate que se dieron a través de mi viaje al Vaticano, hace dos años, donde conocí al cura Juan Gabriel Arias, que estaba misionando en Mozambique. Cuando se vuelve a Mozambique, nos dice: "Tengo dos chicos que no tengo a quién dejárselos, pensé en ustedes". Yo por adentro dije: "No, ni loco, no puedo tener dos chicos más". Viste cuando decís: "No, no, pará, soy bueno, solidario pero pará". Mi mujer dijo: "Sí, obvio". Fue la mejor decisión, estoy feliz y agradecido de que haya pasado.
—¿Y a partir de eso te llegan muchos pedidos?
—Sí, pero aprendí a ver en cuáles puedo hacer algo y en cuáles no, porque si no, es una frustración eterna.
Domingo, 18 de septiembre de 2016