MUSICA
Marcela Morelo: En su paraíso privado
La cantante y compositora abrió la intimidad de su casa y de su pareja para. Habló de amor, de su nuevo disco, y de sus amigas famosas.
Es la primera vez que Marcela Morelo abre las puertas de su casa. En coincidencia, el invierno regala uno de sus raros días soleados. Rodolfo Lugo, su querido Rodo, es al primero que vemos del mundo Morelo, que existe en uno de los kilómetros del ramal Pilar de la Panamericana. Productor musical, media naranja y mejor amigo, es el guía oficial de esta visita. Ahora nos lleva de forma ascendente por una escalera que sale desde la cocina. En la cima, el estudio de grabación Los Pilares, que la pareja decidió construir en su propia casa. En las paredes, sus discos enmarcados. En las repisas, sus premios. En la mesada, pesas de ejercicio. Fotos de sus personas favoritas, regalos e instrumentos, por todos lados. En un cuartito aparte, Marcela practica batería, instrumento predilecto de Alan, uno de sus músicos, el hijo de Rodo y el suyo de corazón. Ahora es Marcela quien toma el lugar del operador y sube el volumen. Suena Destinados para amar- hit de su nuevo disco- que no puede evitar cantar mientras posa por primera vez en ese refugio feliz, en donde ensaya y graba junto a su amor.
“Para quée voy a salir, ¿no?”, interpela Marcela, y a uno no le queda más que acordar. “Me encierro muchos días seguidos, no salgo. En este período del proceso final estuve bastante encerrada, grabando, aprendiendo el nuevo repertorio, recibiendo músicos. Está bueno porque es más que la grabación. Se quedan todo el día, a veces a dormir. Es compartir el desayuno, cocinar, hacer pizzas o un asado. Eso se traslada a lo que está en la música”. Morelo ensaya todos los días. A la mañana arranca con su charango mudo, y a media mañana ya se pone a entrenar la voz. “Con mi marido tenemos la vida y el trabajo juntos”, dice, explicando la dinámica de pareja.
¡Se pasan pegados todo el día!
¡Sí! Cada uno tiene su espacio de trabajo, pero convivimos las 24 horas. No me imagino de otro modo. Sería muy difícil para mí, ya llevábamos muchos años juntos. De hecho nos casamos hace poco, después de 17 años.
¿A qué vino dar el gran paso ahora?
Ya estaba. Cuando dijimos “vamos a hacerlo” fue una movilización muy grande para los dos. Después de tantos años volver a elegirnos nos renovó. Es muy loco. Fue lindo ir al Registro civil a buscar la fecha, organizar una fiesta íntima... Dicen que quedó una foto nuestra en el registro.
El tema “Tal para cual”, ¿lo creaste para entrar a tu casamiento?
En ese momento la canción era un demo. Rodo hizo un video de fotos desde que nos conocimos hasta ese momento, para entrar con la canción. Fue muy hermoso. Tiempo después decidimos que estaba buena para el disco.
Se compone mucho desde el desengaño amoroso, ¿a vos te inspira la estabilidad?
Siempre pasan cosas. Es verdad, es una época en donde la mayoría de las personas se separa. Tener una vida de trabajo y pareja juntos es bastante extraño. No te digo que no hay conflictos; es más, cuando discutimos, discutimos por todo. Si discutimos de trabajo, se mete la vida personal y viceversa. Es inevitable. Se arman unos líos lindos.
Según tu marido, cuando se conocieron no se caían bien.
No nos llevábamos. El era productor y yo fui a grabar unos coros para alguien, ¡hace veinte años! Es una barbaridad. No me parecía ni simpático, ni buen mozo, ni nada. Luego de un tiempo nos volvimos a ver y se empezó a dar. Después nos enamoramos. Lo que siento es que fue mutuo. A veces uno se engancha mucho con alguien y el otro no, ahí es cuando no avanza. Por más que vos quieras tirar del carro, el otro no quiere saber nada. Y generalmente es así. Acá hubo un amor mutuo muy grande que por suerte podemos conservar. Sé que es el cuidado del día a día. Entre medio están los líos, pero nos hacen más fuertes.
¿Venías de un amor no correspondido?
¡Claro! De hecho los temas Manantial y Corazón salvaje son sobre un amor no correspondido. Yo estaba enamorada, pero no podía avanzar nada. El primer disco es de punta a punta un amor no correspondido; el segundo disco, con Ponernos de acuerdo, estaba ya intentando ser otra cosa (risas). Nunca lo había pensado, pero a la distancia lo puedo ver así.
¡Pero qué hitazos salieron del desencuentro!
Yo siento que las canciones son un gran desahogo para mí. Es mi forma de expresarme en todos los sentidos.
¿Cuánto de Rodo hay en “Espinas y pétalos”?
¡Un montón! Rodo es mi primer filtro. Siempre fue así, se dio todo junto. Cuando lo conocí y empezamos a tener una relación, le dije que tenía un montón de canciones compuestas y no tenía a quién mostrárselas. En ese momento yo tenia un cassette lleno. De ahí él eligió tres y me propuso hacer un demo. Yo me ocupo de llenar el cuaderno en blanco. Traigo la letra y la melodía, le canto con la guitarra, y él se ocupa más de los arreglos, la producción y esas cosas. En este disco participó más de las letras. Cuando no puedo resolver un verso, me ayuda. Trabaja con los músicos, aunque yo voy a la mezcla, estoy en todo.
¿Es cierto que tus canciones no te dejan dormir?
Cuando componés te vas a acostar y estás en pleno proceso de creatividad. Convivo con los temas, me levanto y tengo que subir a grabar, a probar. A la noche los temas siguen funcionando, el cerebro sigue prendido. Es muy interesante y lindo el proceso de vivir con las canciones todo el tiempo en la cabeza.
¿Siempre andás componiendo y grabando?
Cuando hago gira no compongo. Pasaron cuatro años de mi disco anterior, un montón. Eso hizo que tengamos más tiempo. Esta vez seguí componiendo cuando ya habíamos cerrado del disco, tengo tres temas para el próximo. Me grabo mucho en el teléfono, A veces escribo un poco, las abandono y las retomo tiempo después. Con Destinados para amar, en dos horas ya la tenía, fue como algo completo. Por suerte eso me pasa mucho.
Lunes, 12 de septiembre de 2016