Entrevista de Perfil “Libres Noticias”
RUBEN LOETTI: Un acuarelista de vivencias
(Martes 19 de Junio) En esta segunda entrevista perfil nos metimos en un aprieto, escribir sobre un escritor… para peor, de uno que escribe con maestría sobre las personas que pasaron y pasan por frente a sus ojos… pero, zapatero a tus zapatos y ahí vamos. Rubén Loetti, tipo querible, de una tranquilidad y una bonhomía que se proyecta me recibió en su casa, le toqué timbre, le dije quien era y me abrió diciendo “justo tengo algo para vos” y me invitó a una reunión de la SADE, pequeños gestos de un gran hombre.
Arrancamos la charla y le pregunté… de chico ¿Qué querías ser?
-Como todo chico argentino, uno quiere ser un jugador de fútbol exitoso y defender la camiseta, en mi caso la de Boca, es el sueño del argentino. Después cosas de la vida ya no permitieron que siga en el deporte, entonces me dediqué por otra de las pasiones que tenía que era dibujar y escribir, porque ya bosquejaba cosas desde los cinco o seis años. A los seis años ya leía de corrido, como decían las maestras, apenas aprendí a escribir ya anotaba las vivencias que pasaban por mis ojos. Eso fue durante el primario.
En el secundario soñaba con ser profesor de matemática, y me gustaba mucho la historia, quería ser profesor de una cosa o la otra. Cuando me fui a anotar en el profesorado me encuentro con una señora, esposa de un amigo, Pepú Faraldo, Marta Acebal, que me pregunta “¿Qué vas a empezar a estudiar Rubén?” entonces yo le dije matemática, entonces me dijo que había muchos profesores de matemática y que se estaba por abrir un curso de comercio exterior que iba a tener un amplio campo por el puente. Ahí nomás me cambié y gracias a Dios me fue bien, llegué a Despachante de Aduana y hoy estoy agradecido a esa señora.
-¿Cuál recuerdo elegís de aquellos años?
-Era esa época que triunfaron las zambas Angélica y Sapo Cancionero. Todos los estudiantes queríamos llegar a Cosquín y armábamos conjuntos. En cada curso había un conjunto. No teníamos vergüenza de andar con una guitarra al hombro, un bombo legüero, que yo he llegado a rascar la guitarra y a golpear el bombo, inclusive creé un conjunto que se llamó “Las Voces de Libres” que después, conmigo ya no, pero llegaron a Santo Tomé, con unos grandes amigos de la infancia, que algunos ya no están, como Federico Sandoval y “El Gordo” Coradini. Este es uno de los momentos más lindos de mi juventud.
Además – se adentra en los recuerdos – con el conjunto recorríamos los barrios y cantábamos gratis o por el café con leche, en el bar “El Bambú” o el de Don Baberas que se llamaba “El Ceibo”. Don Babera era un hombre de pocas pulgas y sabía que con nosotros no iba a ganar nada, porque éramos estudiantes y secos, y llegábamos con la guitarra y nos dejaba que cantemos, y con las monedas comprábamos un vino “Toro” y con eso pasábamos. Esos fueron momentos lindos.
De paso – hilvana e hilvana el escritor cargado de una memoria envidiable – de tanto andar por las calles de Libres sin asfalto, fui captando historias que me confiaban los abuelos de entonces, y esas historias ustedes la están leyendo ahora en los libros… date cuenta que prolífero que fue ese momento de mi vida, el secundario.
-… que cualquiera pudiera decir “andar de guitarra es andar de vagancia”
-Nosotros éramos vagos sanos; no se cuando dormíamos porque resulta que andábamos por la costa del Yatay con una guitarra y un bombo a la una y media de la mañana en pleno invierno y a las siete entrábamos en la Normal, no se en que momento dormíamos, pero que lindo que era eso. Además había una señora que por entonces no se conocía, la inseguridad. Nosotros veníamos caminando (y hace la salvedad) acordate que vos te bajabas del asfalto y se terminaba la luz de Paso de los Libres, y la luz era una bombita de cien watt, y sin embargo cuando veníamos en la oscuridad donde no se veía ni la mano, en las esquinas descubríamos grupos de muchachos conversando que los descubríamos por el bicho de luz de su cigarrillo y pasábamos, y nos saludaban y seguíamos y no había inseguridad. Como cambiaron los tiempos…
-Volviendo a la retrospectiva nos quedamos en cuando llegó a Despachante de Aduana… ¿Qué pasó entonces? Porque seguro no había tiempo de escribir.
-No, no había tiempo de escribir, pero gracias a Dios fueron picos muy altos que pasó Paso de los Libres por el Puente Internacional. Llegó un momento que, yo siempre digo una frase (aclara) “el libreño que se iba a la Capital Federal se hacía albañil… el porteño que venía a Paso de los Libres se hacía Despachante de Aduana” (se ríe) así era de real el tema. Ahí estaba el negocio. Yo tuve la suerte de ser despachante de multinacionales como Fiat, Nestlé, Volkswagen, Mercedes Benz, General Motors, Pirelli, y fueron épocas buenas, que me enriquecieron como hombre, no tanto económicamente.
Hay que ser realista (y le pido al lector atención) soy un tipo rico, tengo una familia bien constituida, tengo un techo y tengo un trabajo. Aporté cuarenta años al estado y estoy jubilado, y sigo atendiendo algunos clientes que llegan de antaño, es decir que yo me considero un tipo rico y esa es toda mi fortuna, que no es poca cosa y es una fortuna que nadie me va a robar.
-¿Cómo fueron esos años? ¿Cómo los sobrevivió el escritor?
-La Aduana estaba primero en el Puente Internacional, después se mudó al Banco Hipotecario. Yo entre Factura Comercial, Certificado de Origen, Conocimiento de Embarque, que eso mis colegas han de entender, ahí había que esperar horas para que el equipo técnico te de lugar a tu documento, entonces yo siempre estaba con mi cuadernito, y estaba captando todo lo que pasaba a mi alrededor. Ahí encontré un montón de anécdotas, de historias. Escuchando al despachante de al lado que mientras esperaba su documento decía “mirá me pasó tal o cual cosa” y él no sabía que yo lo estaba grabando, y grabar era anotar en un ayuda memoria porque el grabador no era para todos… es decir que de alguna manera yo ya estaba haciendo mi libro, pero el libro ¿sabés como se hacía? Era una “Lexicom 80” esas Olivetti, esas “taca taca taca”… con ese teclado se hacían los escritos. Con el tiempo algunos volaban y se perdían. Cuando llegó la computadora no se perdió nada porque todo quedaba en el archivo.
Cuenta ahora algo fundamental: Alguien me dijo un día, Aguirre, uno que fue locutor de LT 12, que me encuentra el día de los finados en el cementerio (bromea) el día de los finados difícil que vaya a otro lado… me dice “¿Dónde se consiguen tus libros?” y yo le pregunté que libros, porque él escuchaba que hablaban en la radio de las historias que yo escribía en la Olivetti o en la Remington, entonces, como la gente me pedía libros, junté veinticinco semblanzas y largué mi primer libro, y ese libro lo edité tres veces, no se cuantos vendí, pero vendía con tal de recuperar los gastos, y por ahí ni recuperaba, pero era una satisfacción que salga el libro a la venta.
Trae entonces a la charla un momento muy grato: El día que presenté el libro no invité a nadie, por radio dije que iba a presentar el libro, y había gastado todo en la edición entonces no hice tarjetas ni nada. El salón de actos de la intendencia se llenó todo adentro, bajó la escalera y hubo gente que no pudo entrar. Venían delegaciones de las escuelas de Guaviraví, de Tapebicuá, de Bonpland… ahora ya estamos por el número doce, que va a ser el “Libro de Oro”.
-¿Qué representa para vos “Rubén Roberto Romero”?
-Rubén Roberto Romero junto a Mario Chiappa son los que empezaron con esta empresa tan sentida. Primero escribo sobre un perro que tuvimos en el Barrio Santa Rosa, que no era de nadie pero era de todos, porque todos le dábamos de comer. Se llamaba “Cartucho”. Eso lo escribí en una Remington y lo llevé, con errores, horrores, le llevo a Mario y le ofrezco para que la lea. No pudo leer en ese programa pero a los dos o tres días lo leyó… tuvo una repercusión, empezaron a llamar todos los que tenían perro y los que lo habían perdido.
Después, escuchando LT 12, hace muchos años, escucho “El Show de los Impactos” entonces digo para mí, le voy a llevar a “Romero” porque entonces no lo conocía, y no sabía como escribir “Show” en el sobre, porque era una palabra inglesa. Entonces se lo llevé y su respuesta fue “tráigame cuando quiera”. Había sido que él ya le puso título “La Pluma y el Sentimiento” de Luis Rubén Loetti, y el fondo musical es de Guillermito (Romero) él le puso ese fondo, ellos son dueños de eso. Hicieron una marca registrada, un clásico. Después todos los locutores de alguna manera u otra alguna leyó siempre, siempre hubo algún locutor que leyó aunque sea un párrafo de mis escritos.
Yo estuve sacando cálculos – continúa – y entre Rubén Romero y Mario Chiappa han leído más o menos unas dos mil quinientas semblanzas mías.
-Te pongo en un aprieto… ¿Cuáles son los nombres que no podés dejar de decir a la hora de mirar para atrás en tu vida?
-Yo soy una persona que nací en una familia que cuando llegaba a los nueve años, la madre o la abuela (se detiene) mi abuela era mi madre. Nosotros éramos ocho hermanos y estaba la figura de la abuela en la familia, éramos once. Ocho hermanos, la abuela, papá y mamá, once todos los días en la mesa, y mamá cocinaba de mediodía y de noche, y con el postre y todo… nosotros le robábamos azúcar quemada a la abuela, y era para nosotros nomás, no se para que le robábamos, pero tiene otro gusto robando. Cuando vos llegabas a los ocho o nueve años te mandaban a la Iglesia porque había que tomar la comunión entonces me crié entre curas, y entonces ahí aprendí que tengo un gran amigo que nunca me abandonó, y se llama Jesús. Soy Católico Apostólico Romano, porque por ahí me escuchan que yo digo Jesús y preguntan si no seré evangelista o testigo de Jheová, y vos sabés que tengo amigos de todas las religiones y me visitan en mi casa, y hablamos de la Biblia y con ellos aprendí a manejar la Biblia y lo hago bastante bien, que no es cosa fácil, bueno… ese es mi amigo, y en él simbolizo a todos porque yo tengo un millón de amigos.
En el mismo tono, tranquilo, amable, cómplice, cuenta: No voy a decir que todo me fue bien. Tuve amigos que se quedaron con mi plata, tuve socios que me fallaron, yo no soy Macri (vuelve a bromear) que todo me va a salir bien. La vida es así, una de cal y otra de arena. Además tuve la suerte de casarme con la mejor amiga de mi juventud, se llama Clarita, ya vamos para los cuarenta años de casados, quiere decir que todavía congeniamos. Me dio dos hijas… el varón que yo tanto anhelaba para meterle una camiseta de Boca… esperábamos varón, no existía entonces el aparato que te adelantaba lo que iba a ser, ahora sabés hasta el color del pelo, yo a Adriana la esperé con la camiseta de Boca, la pelota, todo, y me dijeron que era nena, le puse la camiseta igual y ahora tengo un nieto varón, que se llama Dante (lo interrumpo preguntándole si era de Boca y me dice) Y va a tener que ser de Boca sino va a tener que salir a buscar trabajo…
Con todos los escollos que sufre el humano yo soy feliz, pero en algún momento el viento del desencuentro sopló en la puerta de mi casa, pero gracias a Dios siempre hubo diálogo y eso es lo importante, un arma casi infalible. La vida es una lucha, por eso ha de ser que es vida…
La charla terminó porque miraba el tiempo del grabador y me decía “no te van a alcanzar las páginas” pero daba para más. Gracias Rubén por tu amabilidad, por recibirnos y por alentar a que se trabaje para crecer.
(Entrevista: Salvador Hassan - Libres Noticias)
Martes, 19 de junio de 2012