MUSICA
En la ruta con Los Nocheros
30 años de carrera. El popular grupo salteño está de festejo, con una gira nacional. Clarín los acompañó en su motorhome durante 1000 kilómetros, para hacer un show en Mendoza y dos en Tucumán, en la misma noche. Entre hoy y el sábado cantan en el Opera.
--¡Eh, culeao! ¡Todos los gauchos son putos!
El grito sale por la ventanilla de la combi justo en el momento en que un gaucho –un gaucho fornido: botas negras, bombacha blanca, ristra salpicada en plata, chaleco de gamuza, pañuelo al cuello, poncho al hombro—, el gaucho encara, sombrero en mano todavía, y hay como un segundo eterno de duda en su rostro... Hasta que ve asomarse por la ventanilla a Kike Teruel (el agraviante), entonces el Chaqueño Palavecino (el agraviado) enseguida entiende todo y acá, en la combi de Los Nocheros, todos se cagan de risa, con perdón de la expresión (pero decir que se mueren de risa no ilustraría el momento).
No habrá más tiempo que para un “¿Qué hacés, cómo andás?” Es sábado 13 de agosto, cerca de la medianoche. Los Nocheros acaban de terminar su participación en el tradicional festival Atahualpa, en San Miguel de Tucumán. Pero hoy es noche de doblete así que hay que partir rápido porque sobre las 3 de la mañana están anunciados en otro festival, el de Aguilares, una localidad a poco más de una hora de viaje. “¡Chau, culeao...!”
Kike Teruel, su hermano Mario, el hijo de éste, Alvaro, y Rubén el Negro Ehizaguirre --o sea, el grupo folklórico salteño más conocido como Los Nocheros-- están cumpliendo 30 años y han decidido celebrarlo con nuevo disco y una gira nacional que, antes de hacer triple escala porteña (entre hoy y el sábado cantan en el Opera), primero pasará por Mendoza (fue la noche del viernes, con el auditorio Bustelo a full: 2000 personas) para concluir (por ahora) con el doblete tucumano.
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El clima on the road con los cantantes de la noche es de joda permanente. Ahora están en la combi con la que se mueven por Mendoza. En cuanto Alvaro –el más nuevo, 11 años en la ruta, ya, cuando reemplazó a Jorge Rojas-- se acomoda en un asiento, es imposible no reparar en los reflejos violeta fluo que luce su cabeza platinada. “¿Has dormido con alguna vedetonga, chango?”, chicanea Rubén. Mario informa que finalmente Messi volverá a la selección y hay unanimidad absoluta en la crítica al Pipita Higuaín, tema que conduce a Mauro Icardi (¿lo convocará o no el Patón Bauza?), tema que conduce a Wanda y Kike piensa “pero cómo no lo va llamar al vago...¡Sabés los huevos de fierro que debe tener para aguantar a la Wanda!”
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El concierto mendocino está programado para las 22. Una hora antes Los Nocheros ya se adueñan del camarín. “Medio pobretón el catering, ¿no?”, dice alguien, y la escasa variedad de sandwiches y algunos pocos canapés le dan la razón. (Una fuente, en estricto off the record, revelará que la escasez se debe a la probable invasión de los músicos al camarín nochero antes de que llegaran los jefes. El incidente, no obstante, no genera el más mínimo conflicto). El lugar no es ni grande ni chico, está el catering, hay una especie de living con tres sillones y algunas sillas. De pronto, el recinto se convierte en una jaula gigante cuando empiezan a sonar gorjeos como de pájaros afinados en distintas tonalidades:los cuatro nocheros caminan reconcentrados, cada uno en la suya, mientras emiten todo tipo de sonidos guturales -a veces musicales, a ves extraños-, cumpliendo el calentamiento previo para las cuerdas vocales. Finalizado el rito, cada tanto alguno de ellos le pide algo a Vicky o Fabiana, dos personal-managers todoterreno sometidas a solicitudes múltiples. “Vicky, ¿y mi campera con tachas?”, reclama Alva. “Me ayudás con el microfono, Fabi”, pide Rubén. “A mí, al escenario, llevame te con miel”, dice Mario. “A mí también...”, pide Kike. “Y una copita de tinto”, agrega, un exquisito cabernet sauvignon 2012, por cierto.
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En términos futbolísticos, en el escenario forman una línea de cuatro que -desde la óptica del público- tiene a Alva (segunda voz) a la derecha, le sigue Mario (primera guitarra y responsable de los arreglos), después Kike (guitarra, charango, coros y encargado del negocio) y de wing derecho, bien de punta, el Negro Ehizaguirre (primera voz). Apenas pisan el escenario, las fans (gran mayoría) empiezan a delirar. Un buen rato después, mientras el motorhome devora los casi 1000 kilómetros entre Mendoza y Tucumán, Los Nocheros blanquean algunas particularidades geográficas sobre su relación con la platea femenina. “Te has fijado que las chicas más jóvenes compran siempre las plateas de tu punta para estar más cerca tuyo...”, bromea Mario con su hijo. “A nosotros nos dejás las más veteranas, culeao”. Las fieles más...(cómo decirlo) históricas son llamadas “las nenas”, de ahí que el Negro, el más atento a sus demandas, fue rebautizado puertas adentro “nuestro Sandro”.
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De aquellos cuatro changos que se prendían en las guitarreadas desde muy chicos -tan natural como respirar para un salteño- hasta estos Nocheros que hoy representan uno de los tanques más pesados de nuestro folklore -junto a la Sole, el Chaqueño y, más recientemente, Abel Pintos- han pasado miles de peñas, teatros y festivales hasta llegar a este éxito rotundo. Incuestionable. Una de las claves, “fue sacarnos el traje de gaucho”, dice Mario, para graficar esa renovación del look que consistía en elegante sport e, incluso, melena al hombro en los comienzos (“¡Herejes! ¡Traición¡”, aullaban los tradicionalistas, amantes de los Chalchaleros, los Fronterizos y los Quilla Huasi, entre otros históricos de "la escudería de Julio Marbiz"). “Pero enseguida nos dimos cuenta de que la clave pasaba por las canciones”, profundiza Kike, y está hablando de ese doble registro que ya es el ADN fundamental del grupo. Por un lado, un sonido que podríamos llamar folklore-power, muy bien fogoneado por la tarea de Ramón Vivas (bajo), el Chino Décima (guitarra eléctrica), Palín Sosa (batería) y Germán Mercado (fueye, acordeón y teclados), la banda, ahí nomás, a sus espaldas. Por otro, esa veta tan Nocheros, el camino que va de una zamba tradicional a la canción romántica propia del pop melódico. Las más chicas y “las nenas” deliran en ambos casos, pero, tras verlos en tres recitales al hilo, queda claro que a una buena chacarera no hay con que darle si de agitar a su gente se trata. Basta que Mario le rasque a la viola los primeros acordes de un clásico como “La Cerrillana”, para que el público estalle en un grito (sin llegar al pogo: todo hay que decirlo). En este ambiente criollo y ahumado de choripanes, esas notas suenan como si Keith Richards hubiese atacado la incendiaria intro de “Satisfaction” en el Unico de La Plata.
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El viaje de Mendoza a Tucumán se hace en la noche del viernes -madrugada de sábado ya-, tras el show en el Bustelo. Se esperan 10 hs en la ruta. Hay cansancio pero también hay comfort de motorhome. Es como ir a Retiro para tomarse un bus a la costa, sólo que cuando subís te encontrás con un pequeño pero muy confortable living con cómodos sillones que apuntan a un generoso plasma; nada de películas, el espacio está reservado para la play. Palín Sosa enfrenta a Ramón Vivas y Alvaro se apura a anunciar “sigo a ganador, ¡canté!”. Ahora la pantalla muestra esa plasticidad robótica de los jugadores de los videojuegos y ante lo descoordinados y erráticos que se ven tanto el Madrid como el Bayern Munich, la excusa general es “¡¿...y qué querés?! Si con estos joystick te hacen re-aca ”(que es como se dice que "te hacen mierda" en salteño). Para los que ya no aguantan el sueño, en la parte trasera hay doce cuchetas. Acostumbrados al traqueteo del bus, ya se hizo de día, avanzó la mañana y Kike le advierte a dos de los músicos y a Alva: “Che, ¿hasta cuándo me van a seguir comiendo la coca?”. Como buenos norteños que son, acá casi todos tienen el hábito de mascar coca (acullico le dicen al bolo de hojas masticadas) y dado que escasean las reservas, Kike amenaza: “Ojo, changos, que les voy a descontar el aculli por planilla, ¡eh!”.
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En cuanto llegan a Tucumán, tienen que poner cara de selfies para sus fans (no niegan una) y luego a descansar porque esta noche, se sabe, habrá doblete: el encuentro con el más famoso de los gauchos, que se va ligar un “¡Eh, culeao...!”, y todo lo demás también.
Viernes, 19 de agosto de 2016
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