GRECIA
Divididos y hastiados, los griegos deciden en referéndum si apoyan a Tsipras frente a los acreedores
Al límite de la asfixia financiera y el hastío, en un clima de incertidumbre, confusión, y en algunos casos desesperación, los griegos deciden mañana en referéndum si apoyan o no el acuerdo propuesto por los acreedores internacionales -y rechazado por el primer ministro Alexis Tsipras-, que exige más austeridad a cambio de abrir el grifo de la ayuda a Grecia.
El escenario es inédito incluso para Grecia, cuna de la democracia, puesto que sus ciudadanos están llamados a tomar una decisión que puede resultar vital para la subsistencia económica y financiera del país, y que se presenta como un plebiscito sobre Tsipras y su apuesta por sacar al país heleno de una interminable crisis defendiendo a los capas más desfavorecidas por el duro ajuste implementado desde 2010.
En las calles del centro de Atenas los ánimos son contradictorios, igual que las conductas: hay griegos que siguen su vida como si nada pasara porque -dicen- ya están acostumbrados y hartos, y porque tampoco saben si cambiará algo después de la votación del domingo.
Otros, actúan como si estuvieran en un estado de "excepción", por afrontar una guerra.
Desesperados, llenan los changos del supermercado, hacen cola en las estaciones de servicio para cargar nafta y en los cajeros automáticos para sacar los 60 euros diarios permitidos desde que el lunes se instauró un corralito luego de que el anuncio del referéndum generara una corrida bancaria.
En medio de la confusión desatada por la gravedad de la situación económica y financiera de los últimos días, la sociedad griega se mantiene atrincherada detrás de dos bandos que parecen irreconciliables: el del gobierno, que pide un "no" a los acreedores, y el de los partidos tradicionales de derecha y socialdemócratas que llevaron al país al precipicio con políticas neoliberales y grupos de empresarios que presionan a favor del "sí".
Tsipras, del partido de izquierda Syriza, asumió el poder en enero pasado con el compromiso de poner fin a la austeridad y renegociar la deuda griega, por lo que aceptar las condiciones de un acuerdo que él mismo calificó de "humillante" -exige la suba del IVA y más recortes a las pensiones- lo llevaría a abdicar en su programa y marcaría un suicidio político.
Es por ello que el viernes de la semana pasada decidió jugársela a todo o nada al abandonar las negociaciones con las instituciones internacionales -el tridente conformado por la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el FMI (Fondo Monetario Internacional)- y convocar a un referéndum sobre la última propuesta que los acreedores pusieron sobre la mesa tras cinco meses de negociaciones.
Desde la perspectiva del gobierno de Syriza un rotundo "no" en las urnas significaría un respaldo a Tsipras, quien se vería reforzado para seguir negociando con los acreedores, mientras que el triunfo del "sí" no le dejaría más opción que convocar elecciones anticipadas.
"Si el pueblo griego quiere tener un primer ministro humillado, hay muchos de ellos ahí fuera. No seré uno de ellos", aseguró Tsipras esta semana en televisión dando a entender que dimitirá en caso de perder el referéndum.
Los responsables de la zona euro advierten que un "no" supondrá un rechazo al euro y cerrará la puerta a una mayor ayuda por parte de los acreedores, lo que dejaría a Grecia aislada y en un terreno desconocido con consecuencias impredecibles no sólo para el país mediterráneo, sino también para Europa.
"Votaré 'no' porque no tengo miedo. Nos quieren amedrentar, pero vamos a aguantar -hasta con 60 euros- y no nos bajaremos los pantalones frente a los alemanes", aseguró a Télam en Atenas, orgulloso, Makis Dendrinos, un jubilado de 62 años.
"Todos tienen miedo porque la situación es muy grave, el futuro es muy oscuro, y es muy importante que la gente pueda entender que si dejamos el euro y pasamos al dracma no será igual, habrá una devaluación, será peor, por eso votaré 'sí'", afirmó Dimos Panagopulos, filólogo de 31 años, mientras esperaba su turno en el cajero de un banco cercano a la céntrica plaza Syntagma (Constitución).
"Lo que está en juego no es la salida de Grecia de la eurozona, sino si estamos dispuestos a aceptar bajo chantaje el acuerdo no sostenible que nos ofrecieron", insistió Tsipras ayer a la noche en el cierre de la fugaz campaña de cara a la consulta y en un intento por mitigar el "discurso del miedo" impulsado por los dirigentes europeos y los grupos que hacen campaña por el "sí" dentro del país, que parece estar calando en la población.
Las últimas encuestas otorgan una leve ventaja, de 1,4 puntos (44,8% frente a 43,4%) a los partidarios del "sí", cambiando la tendencia de los sondeos anteriores, que auguraban un triunfo del "no".
"Hubo una brutal campaña" de los medios privados a favor del "sí", dijo a Télam un periodista griego, que prefirió mantener el anonimato.
Un dato revelador es que los sondeos coinciden en que una abrumadora mayoría de los ciudadanos es partidaria de que Grecia continúe en el euro, frente a los que prefieren volver al dracma.
Los líderes de la zona euro se quedaron descolocados por la decisión de Tsipras de convocar un referéndum, luego amenazaron a Grecia abiertamente con una "salida del euro" y finalmente dijeron que esperarían al resultado de la consulta para retomar las negociaciones.
No obstante, antes de conocerse el impredecible veredicto, las partes en conflicto ya habían delineado su postura para el día después.
Mientras Bruselas sostiene que un "no" en la consulta debilitaría "drásticamente" la posición del gobierno heleno, Tsipras y su ministro de Finanzas, Yanis Varufakis, insisten en que, sea cual sea el resultado, el lunes "habrá un acuerdo", y el martes los bancos volverán a abrir.
La clave está en el alivio de la deuda. Tsipras pide una quita del 30%, respaldado por un informe reciente del FMI que dice que la deuda griega es insostenible.
Sábado, 4 de julio de 2015