ESCENARIOS
Érica Rivas se luce en "Ojo x ojo"
Se trata de una obra que el director Augusto Fernandes adaptó de la obra "Acreedores", del sueco August Strindberg, cuyo elenco completan Federico Luppi y Darío Dukáh, en el porteño teatro Margarita Xirgu.
Rivas es, en esa pieza escrita a fines del siglo XIX, una mujer libre y encantadora cuyos procederes torturan a su nuevo marido (Dukáh), un pintor hipersensible despojado de inspiración que, en un lugar de veraneo, recibe la visita de un supuesto médico (Luppi) que exacerba sus celos y su desequilibrio.
Esa visita influye en el devenir de la trama, que en el original de Strindberg va deslizando pistas que no conviene revelar (como tampoco es bueno recorrer la información de prensa de la obra, que para quien no la conoce le quita el misterio a los hechos).
Como se sabe, Strindberg se especializó en retratar el infierno de aquellas parejas finiseculares y que algunos desequilibrios lo llevaron a proferir sentencias sobre las mujeres que irritaron a las feministas de su tiempo.
Pese a la modernidad de su forma escénica -Strindiberg junto a Henrik Ibsen, y sobre todo Antón Chéjov, fue el inventor del
diálogo moderno-, el director Fernandes eligió no hacer arqueología, abrevió pasajes y trajo el lenguaje a nuestro tiempo.
Eso puede perjudicar el clima, porque las formalidades de hace un siglo no se repiten en la actualidad y eran, en el original, una de las formas de distanciamiento entre las personas, porque no es lo mismo un "usted" que un "vos", que es más igualitario pero igualmente confianzudo.
Con ese criterio podrían haberse actualizado la escenografía -de Fernandes y Marta Albertinazzi- y el vestuario de época -de Albertinazzi-, por otra parte muy certero, y evitar esos fogonazos de magnesio con que supuestos fotógrafos de alguna publicación interfieren en la vida privada del pintor y su esposa.
Ninguna de estas opiniones descalifican la tarea del director y puestista, que cronometró con justeza el decurso de su espectáculo, pero que falló en la conducción de Luppi, marcado en un naturalismo improcedente, cuando su personaje requería una presencia inquietante y ambigua, perturbadora, a la que el mal se le escurriera por los poros.
De ese modo hubiera sido mayor el desamparo del joven artista, propenso a una melancolía autodestructiva y crédulo a más no poder de las palabras del monstruo que tiene delante, ya que esa imposible relación no tiene otra salida que la tragedia final.
Tal como está hay un chirrido en la relación entre ambos, porque el tono monótono y coloquial marcado a Luppi no se corresponde con el desequilibrio emocional de su antagonista, que abre su espíritu sin conocer la verdadera naturaleza de ese "médico" que lo engatuza.
Antes del final Strindberg da rienda suelta a su visión de la mujer como un ser inconstante, acomodaticio y traicionero en su esencia, que no se entrega a otro amor que no sea el propio y en función de sus propios intereses.
Es posible que el mundo patriarcal de 1888 -casi contemporáneo de las "boutades" de un Arthur Schopenhauer sobre la naturaleza femenina- tuviera un gran reflejo en el teatro de entonces, aunque en la vecina Dinamarca ya se había conocido años antes "Casa de muñecas" con el famoso portazo de Nora, la protagonista.
Fuera de la desubicación del gran actor de "Tiempo de revancha", no desluce el trabajo de Dukáh, discípulo del director Fernandes a cargo de un compromiso difícil, aunque la gran heroína de la pieza es Rivas, de la que todo el mundo destaca su actuación en "Relatos salvajes", el filme de Damián Szifrón.
La actriz comprende a fondo su personaje, es volátil y poderosa, amante y traicionera y dueña de un espíritu difícil de comprender -por lo menos en su momento histórico- una suerte de demonio como suponía Strindberg que eran todas las mujeres.
"Ojo x ojo" se ofrece en el porteño teatro Margarita Xirgu, Chacabuco 875, viernes y sábados a las 21 y domingos a las 20.
Viernes, 19 de septiembre de 2014