SUCEDIÓ EL PASADO 31 DE JULIO
Especialista abona la teoría del crimen ritual en el caso del menor de Curuzú
La investigación sólo avanzó en la faz policial-judicial, que arrojó un parcial esclarecimiento con la detención de dos personas y el secuestro de ropas y colchones con sangre.
En la pesquisa quedan muchos puntos oscuros: cráneos de animales no clasificados, cuadros del Señor de la Muerte, un cadáver sin sangre. Ratifican que es necesario ahondar en el caso.
WALTER ALDERETE
walderete@ellitoral.com.ar
El crimen del menor de 17 años ocurrido en Curuzú Cuatiá el 31 de julio pasado, aún presenta puntos oscuros que ni la Policía ni la Fiscalía ni el propio juez pudieron explicar con claridad hasta el momento (pasaron 24 días). Pero a la vez, la investigación pareciera estancada en la hipótesis de un homicidio, que puede presentar -llegado el momento- el agravante del concurso de dos o más personas o la alevosía de los actos, según la tipificación que puedan darle en base al Código Procesal Penal.
Sin embargo los elementos que vinculan el caso al campo de lo sobrenatural parecieran que tratan de dejarse de lado. En este sentido El Litoral consultó al licenciado el Antropología José Humberto Miceli, quien considera que “estamos frente a un asesinato encuadrado en un ritual de base sobrenatural”.
En este sentido duplicó la apuesta y expresó que “la finalidad es algo por descubrir, al igual que las personas que están detrás del mismo”.
Los pesquisas, a más de 3 semanas, todavía desconocen si hubo violación o la posible relación que podrían guardar los elementos encontrados en una de las casas allanadas, como los cráneos de animales estaqueados que no fueron oficialmente -a través de un trabajo serio- clasificados para saber a qué especie pertenecían. Como se recordará, estaban junto a un cuadro del Señor de la Muerte.
En este aspecto, Miceli (que además es especialista en crímenes rituales) se explayó en algunos detalles que abonan la teoría de una ritualidad en el crimen: “La mitad del cuerpo fue arrojada a un lado de las vías del ferrocarril; la otra parte al otro lado del viejo camino del tren, entre las ramas de un árbol de ‘niño rhupá’; las vísceras no estaban en el cuerpo, un cadáver sin sangre, y el lugar del asesinato contextualizado en un espacio sagrado”, describió.
Según su experiencia, “cada uno de estos aspectos conjugados, tiene directa correspondencia con un asesinato ritual, por su significado particular en la cultura de los crímenes de esta naturaleza. Para definir esta cuestión es necesario contar con conocimientos específicos que están fuera del marco de los procedimientos judiciales y policiales”.
En este sentido añadió que “es fundamental y necesario que el fiscal y el juez de Instrucción dispongan de todos los elementos clarificados para dar curso legal a un hecho como el que aconteció en Curuzú. Son necesarios para caracterizar el crimen en su especificidad, y tener además las evidencias que estén fuera de toda duda, para cuando se llegue a la instancia cameral”, sostuvo.
A la vez, apelando a su pericia consideró “necesario que se ahonde en el análisis de estos casos, para no tener que seguir barriendo bajo la alfombra. Es además importante que no se capture solamente a los tentáculos de la cabeza de este nuevo pulpo criminal, para que no quede impune el hecho”.
En una mirada más amplia hacia el plano de la legislación, Miceli indicó que “los conocimientos reales y especificados podrán servir de base a la formulación de políticas públicas preventivas para el bien de nuestra sociedad”.
El caso
Antes de la puesta del sol del jueves 31 de agosto aparecía el cadáver partido al medio de Nelson Eduardo Escalante en las afueras de la ciudad de Curuzú Cuatiá, hacia el barrio llamado Ralín.
Uno de los testigos que guió la investigación policial insistió en que no se trató de un ritual sino de una borrachera. La investigación se desarrolló solamente en este sentido.
Siguen tras las rejas dos de las tres personas detenidas esa misma noche y madrugada del 1 de agosto. Son los principales sospechosos y únicos “responsables” del crimen. Es sabido que el paso del tiempo borra muchas evidencias y si la ritualidad pasó a un segundo o tercer plano en este asesinato, los resultados saltan a la vista.
Domingo, 24 de agosto de 2014