EL PAPA ARGENTINO
Un encuentro preparado hasta en los más mínimos detalles
No fue una mera visita de cortesía. El escándalo de VatiLeaks debió de marcar el diálogo.Fue un encuentro histórico por no tener precedente. Pero, a la vez, que entrañaba el riesgo de que se llegará a dar la idea de que hay dos Papas, uno en funciones y otro “en las sombras”, con algún grado de influencia, peor aún, de condicionamiento- sobre su sucesor. Es que eclesiológicamente hay un sólo Vicario de Cristo que, por lo demás, tiene un poder absoluto.
Por eso, la visita del nuevo Papa Francisco a Benedicto XVI en su estancia provisoria en la residencia papal de Castelgandolfo fue cuidadosamente preparada en los más mínimos detalles.
Sin duda, el dato más saliente es que hubo fotos y un video sin audio de la primera parte (la recepción, el momento de oración en la capilla), pero no la esperada aparición de ambos en el balcón del palacete. Habría sido demasiada exposición para Joseph Ratzinger, un Papa emérito que el 28 de febrero -cuando dejó el papado- inició su anunciada reclusión en la meditación y la oración, buscando evitar así toda confusión -real o aparente- sobre su nuevo papel en la Iglesia.
El cuidado puesto en los detalles por el protocolo vaticano -no sin cierta zozobra previa por lo inédito de la situación- tuvo, sin embargo, sus bemoles dado el sello personal que Francisco le impone a sus movimientos, y esta vez no fue la excepción. Así, mientras Benedicto XVI quiso dejar en claro que el Papa es Francisco, este se preocupó por evidenciar que Ratzinger es su hermano.
Así, en el auto que los trasladó desde el helipuerto hasta la residencia, Francisco se ubicó en el lado derecho, como corresponde a un Papa. Pero cuando Benedicto XVI le ofreció en la capilla el reclinatorio que estaba más adelante, Francisco prefirió rezar junto a él.
Con todo, sería ingenuo pensar que se trató de una mera visita de cortesía. O cuanto más de una provechosa transferencia de experiencia. Máxime teniendo en cuenta que no sólo compartieron un almuerzo con sus secretarios, sino una reunión a solas de 45 minutos. En el marco del tembladeral que fue el Vaticano en los últimos meses, sacudido por escándalos varios, filtración de documentos reservados del Papa -el famoso VatiLeaks- y pujas de poder en la curia romana, la conversación seguramente fue muy jugosa.
Para colmo, Benedicto XVI decidió pasarle a su sucesor el inquietante informe reservado que tres cardenales elaboraron, a pedido suyo, sobre los desaguisados vaticanos.
Habrá que ver qué hará Francisco con semejante papa caliente.
Si, como varios eclesiásticos aconsejan -en nombre de la transparencia que debe caracterizar los nuevos tiempos de la Iglesia- Francisco hace público el inquietante informe (quizá con reserva de nombres para no afectar la honra de las personas y, ciertamente, de fuentes, para garantizar la discreción de quienes se animaron a hablar bajo esa condición). O si el informe dormirá en los archivos vaticanos hasta que se cumplan los 75 años de confidencialidad que marcan los estrictos reglamentos de la Santa Sede.
No será una decisión fácil para Francisco. ¿Qué opinión le habrá dado Ratzinger, si es que se la dio?
Tampoco le será fácil a Francisco encarar una profunda reforma de la curia romana para lo cual sabe que cuenta con el apoyo de la mayoría de los cardenales, que dejaron claro ese anhelo en los debates previos al cónclave. Al fin de cuentas, el no haber hundido hasta el fondo el bisturí le costó en buena medida el papado a Ratzinger. Cuanto menos, ello le quitó “fuerza espiritual”, para ponerlo en sus propios términos, estampados en su sorpresiva renuncia.
Acaso ayer varios miembros de la curia romana, e incluso clérigos de más allá de los muros vaticanos, sintieron que una pesada guillotina empezó a caer sobre sus cabezas. El paso del tiempo y las decisiones de Francisco podrían ser reveladoras.
POR SERGIO RUBIN
Domingo, 24 de marzo de 2013