San Sebastián
Benjamín Avila compite con "Infancia clandestina"
El argentino Benjamín Avila abrirá este viernes la sección “Horizontes Latinos” del 60mo. Festival de San Sebastián con “Infancia clandestina”, ópera prima que protagonizan Natalia Oreiro y Ernesto Alterio. El filme aborda el drama de su propia infancia, a través de un niño que sufre en carne propia ser hijo de militantes montoneros durante la última dictadura militar.
El primer filme de ficción de Avila, que cuenta con la sorprendente actuación del niño debutante Teo Gutiérrez Moreno y se estrenó el jueves en la Argentina, inaugurará la sección “Horizontes Latinos” en el Palacio Kursaal de esta ciudad, el mismo apartado donde también compiten las películas argentinas “Salsipuedes”, de Mariano Luque, y “El último Elvis”, de Armando Bo.
“La película está basada en hechos reales pero no es autobiográfica ni literal. Hay muchas cosas que son ficción y lo que sucedió realmente está modificado para ese relato”, afirmó el cineasta, quien a sus siete años vivió varias de las peripecias que se desarrollan en la película, como adoptar otro nombre y personalidad, vivir en la clandestinidad junto a sus padres y sufrir interrogatorios.
Emotiva desde el tratamiento humano de su temática, con grandes actuaciones y una puesta en escena cinematográfica sólida y atractiva, “Infancia clandestina” sigue los pasos de Juan, un niño que regresa en 1979 desde su exilio en Cuba para reencontrarse con sus padres, cuadros de peso en la organización Montoneros, que en ese momento preparaba una contraofensiva armada contra la dictadura militar.
Desde su mirada infantil, Juan -alias Ernesto, en homenaje a su ídolo, el Che Guevara- asiste a la gravísima situación que vivía el país en aquella etapa, sufre las dificultades propias de la clandestinidad y su doble identidad, se enamora de una compañera del colegio y expresa sus momentos más difíciles y violentos en imágenes inconscientes plasmadas en excelentes secuencias de dibujos animados.
El director de “Nietos” -un documental sobre hijos de desaparecidos cuya identidad fue restituida por Abuelas de Plaza de Mayo - señaló en una entrevista con Télam que “siempre tuve claro que no era una película egocéntrica y que no era yo el protagonista, sobre todo porque quería decir muchas cosas y dar una mirada y un planteo de emociones nuevos con respecto a aquel momento histórico”.
“El tema de la película son las emociones y la importancia de las emociones en las ideas; no el concepto de las ideas, sino las emociones que provocaban esas ideas. En esa época hubo una cuestión emocional muy profunda, con conceptos muy vitales y no tan dogmáticos”, explicó Avila, quien está orgulloso de haber contado con la producción de Luis Puenzo para hacer esta película basada en hechos reales.
Para el cineasta, el padre (César Troncoso) y el tío (Alterio) de Juan, que forman parte de la misma organización, encarnan “dos maneras diferentes de encarar la vida y la revolución que se estaba gestando, porque cuando uno levanta una bandera corre el riesgo de ser duro y dogmático o puede parecer blando por apelar al corazón y las emociones”.
“Infancia clandestina (o lo que puede imaginar un niño en la clandestinidad de una Argentina convulsionada)” era el título del proyecto original de Avila, que busca mostrar una mirada diferente sobre el papel de Montoneros en la situación sociopolítica de aquella época, a través de las emociones y la historia de amor de un niño obligado a vivir un crecimiento forzado y una adultez prematura.
“No quería exorcizar con la película nada de mi vida personal, porque eso lo hago con mi psicólogo. Era un compromiso personal, tenía que hacerla, era un deber íntimo, y mi intención era reivindicar esta manera de entender la vida, de jugarse por un ideal pero desde las emociones”, insistió el realizador.
Con la participación especial de Cristina Banegas, como la abuela de Juan, la película también habla, según consignó Avila, de “las generaciones que estaban separadas por los miedos. Mis abuelos tenían una relación con su cotidiano más burguesa y acomodaticia, mientras que la generación de los 60 y 70 se jugó por un ideal y empezó a luchar para que el mundo dejara de ser de ese modo”.
“Yo hubiera querido ser joven en aquella época. Tener ese nivel de fe y compromiso, la seguridad de que estás cambiando el mundo, era todo. Hoy esas palabras parecen huecas. Si en aquella época estaba en juego todo y valía la pena pelear por los sueños, hoy son muy pocos los que se juegan a fondo por sus ideales”, advirtió el cineasta, quien además interpreta a un interrogador del niño protagonista.
“Ese cameo fue fuerte por muchas razones, porque sentía que ponerme en el lugar del otro me iba a ayudar a diluir ese miedo innato que uno tiene a que lo maten. Cuando te enfrentás a situaciones en las que podrías haber muerto realmente, queda sembrado en tu interior un lugar del temor y el pánico que quizás sea el mismo que quedó sembrado en la sociedad entera”, opinó.
Para Avila, lo que sucedió desde aquella época es que “las ideas se vaciaron de posibilidades. Todos ahora saben que no se puede cambiar el mundo. Se pasteurizó todo, se juegan juegos cínicos con supuestos cambios que son a futuro. Y esa es una forma menos violenta pero que lleva al vaciamiento de las ideas”.
Sin embargo, Avila sostuvo que “lo interesante de la Argentina y América Latina hoy es que la idea de ser fuertes regionalmente y juntos generó mucha pasión en los jóvenes que cada vez más se comprometen y se vuelcan a la política. Los adolescentes son como los jóvenes en los 70, creen profundamente en lo que piensan, y por eso son considerados peligrosos por el poder hegemónico”.
En ese sentido, lo que el director rescata de la lucha de Montoneros es que “su ideal era el socialismo, el concepto del todo, en contraposición de la idea individualista tan en boga en los 90. Eso -consignó- lo movía todo, la idea de que el socialismo podía ser implementado, pero justamente el gran problema fue la forma de implementación de ese socialismo”.
Viernes, 21 de septiembre de 2012