Espectáculos
Jorge Rial: Yo lo sigo queriendo a Ventura
Jorge Rial, a fondo: de estar “un tanto decepcionado” con Alberto y ser el ex amigo de un Macri “limitadito”, a los “amores y odios” que genera y su relación con Morena
A días de regresar a la televisión con su propio ciclo -TV Nostra-, habla de todo. La grieta periodística, los colegas ajenos a la realidad. El “matrimonio desgastado” con Intrusos, la familia ensamblada con su esposa. El amor a los 60, los amigos que no quiere, su vínculo con Ventura. Al fin, un Rial auténtico
La sobriedad del azul elegido para el saco, la camisa y el pantalón apenas permite distinguir la silueta longilínea de Jorge Rial, aquella que se divisa al fondo del largo pasillo que separa los ascensores de la redacción de Infobae. Camina con aplomo: lleva sobre su espalda 35 años de televisión, dos décadas de Intrusos. Y lo hace en soledad, un contrasentido para quien suele estar acompañado por el publico: por caso, porta el pico de más de 50 puntos del primer Gran Hermano que condujo. Pero además, cubre ese trayecto sin apuro alguno: sabe que la vorágine comenzará el 5 de abril, cuando debute con su TV Nostra.
El choque de puños -nueva costumbre de la pandemia- evita el apretón de manos, las mismas que recuperarán su libertad durante la entrevista con Teleshow: Rial se expresa más con ellas y con alguna mueca que con un tono de voz que apenas modificará al hablar de su vida personal. Cuando analiza al periodismo o da su visión sobre la política, permanece inalterable. Porque puede que comprenda en los periodistas, al igual que ocurre con los políticos, los gestos valgan más que las palabras. En este sentido transita buena parte de su flamante ciclo en el prime time de América: observar los gestos, indagar más allá de la palabra.
—¿Qué va a ser TV Nostra?
—Te lo diré un mes después de que salga al aire: viste que los programas se van armando... En principio, te digo de qué se va a tratar: será un programa de actualidad rabiosa, pura. Todo lo que pase en el día, en todos los ámbitos, pasará por el programa, aunque voy a hacer especial hincapié en la política. Y el político no se va a reír con nosotros: nosotros nos vamos a reír de él. Hoy, que los periodistas hagan un editorial de diez minutos con una indignación en función del tachero que se enoja con todo, atrasa horrores. También nos vamos a meter en la interna periodística, porque es... ¡terrible!
—¿Cuál es tu mirada sobre el periodismo argentino? Por ahí, al criticar después también viene el vuelto...
—Soy de los pocos tipos en este país al que le dan el vuelto antes de pagar. No saben con qué voy a pagar y ya me dan el vuelto porque soy una figura que genera amores y odios. Por lo tanto... el vuelto no me importa. Mirá, la primera víctima del periodismo argentino fue el coronavirus: un espanto cómo trató la pandemia. Hubo periodistas que bebieron dióxido al aire, y ya te bajaban la Sputnik porque era rusa. La vacuna viene de un laboratorio, el dióxido viene de una ferretería: ¿en quién confías, en un ferretero o en un científico?
—¿El periodismo actuó mal por no estar a la altura de una pandemia o por responder a intereses políticos y económicos?
—Las dos cosas siempre van de la mano: falta de capacidad e intereses de las empresas, que también pasa. En el caso de la chica M., fijate que en las primeras 48 horas los medios no estaban atrás. Cuando vieron que Crónica empezó a subir el rating, todos se fueron atrás de este tema. Dicen que la culpa es del Estado porque no está presente y es absolutamente real, pero el periodismo no es mejor que ese Estado: se queda en su grieta. Tenemos un concepto de la pobreza: el que no llega a comer un bife a la noche, un plato de sopa. Si vamos a eso, yo también pasé por ahí. Y eso no es hambre, eso no es pobreza. Pobreza es la de esta nena y la descubren ahora, pero solo dos, tres días: cuando salga esta nota, ya pasó a un tercer plano.
—¿Hay algún periodista al que sigas con un interés especial?
—Yo los respeto a todos. Y todos me enojan: a veces me enojo mucho. Cuando Cristina (Kirchner) estaba dando su alegato, Eduardo Feinmann le decía “loca”, “desvariada”, de todo. Y a la misma hora, Víctor Hugo (Morales): “Una genia...”. Entonces, como espectador decís: “¿Cuál es la verdad?”. Y le hablamos tanto a las redes sociales, somos tan idiotas, que nos olvidamos de que la gente no está pensando ni en la grieta. La gente está pensando en que quiere darse la vacuna porque tiene miedo de morirse... No está en la boludez de si viene de Rusia, de Noruega o de La Matanza.
—A los periodistas se les suele criticar que están ajenos a la realidad.
—Tienen su agenda, como los políticos. Por eso se llevan bien. Por eso se hablan entre ellos y no se escuchan. ¡No se escuchan! El periodista va con su pregunta y el político va con su respuesta, y a veces no coinciden. Yo no lo puedo creer: los periodistas hemos perdido la capacidad de escuchar.
—En esa grieta periodística, te suelen ubicar de un lado.
—Me ubican porque me opuse al gobierno de Macri casi en solitario. Yo tengo ideología: soy peronista, pero desde chiquito. Como decía Osvaldo Soriano: “No sé nada de política, soy peronista”, aunque no es mi caso. ¿Me quieren poner en un lado de la grieta? Que me pongan adonde quieran, no me importa. No creo en la grieta, que la ha inventado el periodismo porque es un negocio enorme, ¡enorme! Me parece una estupidez. Fijate (Beatriz) Sarlo: se la llevó puesta la grieta. Y los que la metieron en la grieta, la dejaron solita con su alma.
—La política y la farándula son dos mundos completamente ajenos. ¿Tienen algo en común?
—Los egos son impresionantes. El político tiene tanto ego como una vedette, o más. Cristina vendría a ser como Susana Giménez, a ese nivel: a veces se debe autopercibir como la Susana Giménez de la política. Hay un parecido. Hay mucha frivolidad en la política, y eso se lo debemos a Menem.
—También hay muchos vínculos amorosos entre la política y la farándula.
—Más los que no se conocen que los que se conocen.
—¿Por qué? ¿Son prohibidos?
—No sé si prohibidos... No creo en la prohibición del amor: el amor es como es. Pero al político le seduce mucho la fama del famoso, y al famoso le seduce el poder del político. Es un intercambio de favores.
—Ya grabaste la primera entrevista de TV Nostra. ¿Por qué Matías Morla?
—Porque puedo (sonríe). Y porque es una de las voces que quiero escuchar, que todos queremos escuchar. Y que queremos ver: ¿cómo está Morla?
—¿Y cómo lo viste?
—Vi un tipo (suspira) preocupado, muy preocupado. No es fácil.
—¿Preocupado por su situación judicial o por la condena social?
—Por la situación judicial, no. Obviamente, la condena social pega: no es fácil que te digan “sos es el asesino de...”. En medio de la entrevista yo le traslado esa pregunta, y ahí cambia Morla a cómo había arrancado. Cambia, cambia...
—¿Tiene miedo de salir a la calle?
—Él dice que no. De hecho, sale. Lo vi igual: no se hizo una operación, no se hizo nada. Pero la entrevista es una bomba.
—¿Qué postura tenés sobre el caso Maradona? Está la idea de que lo dejaron morir.
—Creo que ese día se podría evitado la muerte. La siguiente pregunta: ¿se podría haber evitado la muerte de Diego? Yo creo que lamentablemente no, a corto, largo plazo... Me enteré que anímicamente estaba quebrado, roto. Era un final que lamentablemente era inevitable. Estoy hablando con (el doctor Leopoldo) Luque en estos días, me ha mostrado papeles y todo. Y digo lo que decimos todos: “Che, loco, lo tendríamos que haber sacado y lo tendríamos que haber internado”. No es fácil igual, eh. Yo entiendo eso.
—¿Qué representó para vos la muerte de Maradona?
—Me rompió. Porque además yo me entero al toque, cuando todavía lo estaban tratando de resucitar. A mí me llaman y me rompió, me quebró. Tuvimos peleas durísimas con Diego. Nos dijimos cosas durísimas. Después, un día Verónica Ojeda nos hace hablar por teléfono. Y hablamos largo y tendido, una charla hermosa. Y a partir de ahí nos empezamos a llevar bien.
—¿Quién pidió más disculpas en esa charla?
—Los dos. Pero no nos pedimos tantas disculpas. Los dos nos decíamos: “Che, vamos a relajarnos... Tenemos más o menos la misma edad”. No fueron tantos reproches sino que eramos dos viejos pasándonos recetas de remedios.
—Tenés un buen vínculo con Claudia Villafañe: ¿te consultó por tu entrevista con Morla?
—Antes de hablar con Morla, la primera nota que yo quería era Claudia con sus hijas. Claudia me dijo que por ahora no. Después, efectivamente hablé y le dije que iba a estar Morla. Ahí tuvimos un intercambio de mensajes respetuosos, donde ella preguntaba por qué. Yo le expliqué que es la nota que buscan todos, y yo soy periodista. A todos nos gustaría tenerlo a Morla y preguntarle todo, porque no es tomar posición. En todo caso la gente lo tiene que ver y escuchar y después decir qué siente.
—¿Y Claudia qué te dijo? ¿Te pidió que no lo entrevistaras?
—No, no. Me preguntó por qué, en qué le iba a servir a él. Ya la sola imagen de Morla va a ser fuerte. Y cuando empiece a hablar va a ser más fuerte. Se van a enojar seguramente por esto, y lo lamento. Pero quiero que sepan que yo laburo de esto: soy periodista.
—¿Qué fue primero: tu salida de Intrusos o el nacimiento de TV Nostra?
—Primero nace TV Nostra, hace dos años. Y hace dos años que ya quería dejar Intrusos. Lo hablé con Daniel Vila y Liliana Parodi, pero en aquel año surgió algún pequeño inconveniente, no se pudo hacer, y dije: “Bueno, tranquilos, sigo en Intrusos”. A fines del año pasado se abre una puerta en tiempo y espacio, y la verdad que nunca sentí tanto apoyo del canal como en este momento: tres meses de preproducción, armé un equipo impresionante, la escenografía es impresionante. Pero igual, iba a dejar Intrusos. Lo que pasa es que para dejar una liana necesitás otra liana. Y necesitaba un desafío en mi vida. Yo no le podía dar nada más a Intrusos, e Intrusos tampoco podía darme nada más. Es como esos matrimonios que se van desgastando. No hubo terceros en discordia.
—¿Cuándo se empezó a desgastar?
—Hace dos años. Yo me empecé a desgastar. Hubo problemas personales que me limaron y me obligaron en su momento a salir del aire. Eso me hizo ver que yo también tenía ganas de hacer otra cosa, otro tipo de televisión. Y se fue dando. Alguno de mis compañeros se daban cuenta. ¿Cómo vas a dejar un programa de 20 años que anda bien, que funciona, que factura, que se hace solo? Yo llegaba, me ponía el jetra, salía, hablaba, a fin de mes tic tic, “Chau, gracias”, y me iba: a las cuatro de la tarde estaba en casa. Pero voy a cumplir 60 años: si me quedo ahí parado soy un boludo. Si tengo la posibilidad de hace algo nuevo, lo voy a hacer. Ya después, si me va bien o mal depende del público. Yo no tengo la fórmula del éxito.
—Te llevo a la política, en un juego periodístico que nunca se hizo: un ping pong, aunque explayándote todo lo que quieras. Empecemos por Alberto Fernández.
—Me despertó mucha esperanza. Le agarró el peor momento de la historia de la Humanidad. Está haciendo lo que puede. Hoy me siento un peronista un tanto decepcionado. Creo que hay errores no forzados, y últimamente, una devoción por tirarse tiros en los pies que no lo puedo creer.
—¿Le faltó algo a Alberto?
—Y... le sobró una pandemia. Contra eso es imposible. Yo no quiero estar en el lugar de él.
—Cristina.
—(Piensa) A ver, ¿cómo te la defino? Volvió al ruedo político con un libro. Un libro... Hizo un libro, hizo una campañita... Y anunció a un presidente, una cosa de locos. Después, ¿me preguntás si yo coincido con Cristina? Y... casi en pocas cosas. ¿Me preguntás si soy kirchernista? No, no. Pero creo que es el mejor cuadro político que tiene este país.
—Hay otro que quiere volver a la arena política con un libro, que es Macri.
—¿Arena me dijiste? Donde hacen pis los gatos... Eh... Macri fue un error histórico, fue presidente de pura casualidad. Se abrió una nueva puerta en el espacio político porque Cristina se emperró en que era “después de mí, el diluvio”, y nos encontramos todos con: “¿Y a quién votamos?”. Lo vimos a este. Alguien nos dijo: “Los ricos no roban, este no va a robar; es empresario y los empresarios saben manejar bien las cosas”. Y después nos dimos cuenta de que era más inútil de lo que sabíamos... Lo que los conocíamos, porque yo lo conocía bien a Macri, era amigo mío, sabíamos que era limitadito.
—¿Era amigo?
—Sí, muy amigo.
—¿Lo sigue siendo?
—Nooo. Estamos peleados.
—¿Desde que fue Presidente?
—Antes. Se peleó conmigo porque él no aguanta las críticas. Igual, él no tiene amigos. Yo, cuando hablaba con él, los dos únicos temas que dominaba bien eran las minas y el fútbol. ¿De política? Cuando lo oíamos hablar, nos agarrábamos todos la cabeza y nos reíamos. Pero terminó siendo presidente...
—Sergio Massa.
—Massa es el proyecto eterno a presidente. Y yo creo que un día va a ser presidente. Poco rosquean como él: en ese sentido, creo que es el más parecido a Néstor Kirchner. Es vivo, seductor. Es vivísimo. Está haciendo buenas alianzas: se acercó a Máximo, a Wado de Pedro. Pero por ahora, es un gran proyecto de presidente.
—¿María Eugenia Vidal también es un gran proyecto de presidente?
—Mirá, por lo que sé, ya casi te diría información, gobernadora nunca más: sé que quedó muy mal. Será candidata ahora, seguramente, pero no sé si va a volver con fuerza. Quedó muy golpeada más en la interna que por la gobernación: Macri se la hizo parir. Bueno, ahí habla del daño que le hizo Macri a todos...
—Horacio Rodríguez Larreta.
—Larreta es un laburante. Bueno, una de las peleas con Macri fue que yo siempre le decía: “Vos sabés que Larreta labura y vos te rascás”. Cuando le hacías esas críticas, después te llamaba y te decía: “Sos mi amigo”. ¿Qué tiene que ver? ¿Soy tu amigo y te voy a decir: “Está todo bien”? Larreta hace una buena gestión y después hay cierto blindaje que hace que lo que es bueno es muy bueno, y lo que es malo no es tan malo. El otro día, lo del Luna Park fue un escándalo.
—Axel Kicillof.
—Ha hecho algo maravilloso que pensé que no lo iba a lograr nunca: habla menos. Se lo dije en un momento: lo sacaba en radio y era eterno. Después lo llamaba y le decía: “No podés estar media hora hablando, dormís a la gente”. Pero creo que está manejando bien la vacunación en una provincia que es inviable, ingobernable. Nadie pudo domar la Provincia de Buenos Aires. Le tocó una difícil. Pero es otro que es un gran proyecto. Es un tipo interesante Kicillof.
Al otro lado del mostrador
Un buen día, el conductor de Intrusos que durante años instaló primicias y entrevistó a distintas figuras del espectáculo terminó convirtiéndose él mismo en protagonista de las tapas de las revistas. Su vida personal pasó a importar tanto o más que la modelo del momento o el actor de moda. Con el tiempo, aquello no cambió. Por eso esta entrevista muta. Y el Jorge periodista le hace un espacio al Jorge personaje.
—¿Cómo se vive el amor a los 60?
—Más tranquilo. Ya no es la pasión, la locura... Es relajante: el amor es otra cosa. Es el día a día, son gestos, son miradas. El amor son los silencios y, sobre todo, son los espacios. El amor, a esta edad, lo empezás a construir con espacio porque empezás a asumir que sos un individuo. Cuando sos más joven querés compartir todo; cuando estás entrando en la tercera edad querés empezar a encontrarte con vos porque sabés que es la última oportunidad que tenés.
—Nunca tuviste una relación con una mujer que ya fuera madre, y Romina Pereiro tiene dos hijas. ¿Cómo te encontrás en ese nuevo rol?
—Ellas tienen su padre, que además es muy presente. Yo cumplo el rol de estar ahí para lo que ellas necesiten, para lo bueno, para lo malo. No me pongo ningún título: ni de padre, ni de padrastro, ni de nada. Me llevo bárbaro con Violeta y Emma, y con mis hijas. No es fácil ensamblar una familia. Ya no es fácil ensamblar una pareja, dos; imaginate cuatro, seis... cada uno con su personalidad. No es fácil. Todavía lo estamos haciendo. No es algo que se termina rápido.
—Y en ese ensamble, hubo vaivenes.
—Sí, claro. Estás bien, estás mal. La pandemia te pega. Por suerte (con Romina) tenemos pensamientos distintos en un montón de cosas. Eso es bueno. La edad también te hace ver las cosas de otra manera. Hay lugares en los que yo tengo más experiencia y le puedo decir “por acá sí, por acá no”, y ella a veces me da pelota, a veces no. Y ella a mí también me dice un montón de cosas que ve de afuera. Por ahí, cuando llegás a cierto nivel, te armás tu propia burbuja, y entonces está bueno que venga alguien de afuera y te diga: “Esto me parece que está mal, acá me parece que te vas un poco al diablo...”.
—Hay que estar preparado para romper esa estructura que uno mismo se armó.
—El riesgo más grande que tomó ella es casarse con un tipo como yo. No soy un tipo fácil, no soy un tipo fácil... Soy un tipo difícil, con un montón de mañas, con una personalidad que a algunos les cae bien, a otros les cae mal. Y a veces, lo que me cae a mí les cae a los que están alrededor mío, por el efecto desborde: tenés que estar muy preparado en esta vida para eso... Y lo reconozco: soy cabrón y chinchudo, y todo. Pero bueno, me abrí paso solo en este mundo.
—¿Vos serías amigo tuyo? ¿Te aceptás?
—Sí... Yo sería amigo mío. Sí, sí. Pero poquitos: muchos amigos no me gusta. Pero soy difícil también como una manera de que no se me acerque mucho la gente. Yo no me enamoro a primera vista, no pertenezco a la farándula, no tengo amigos en la farándula, no voy a estrenos, no tengo canje. A mí no me domesticaron.
—¿Cómo está Morena?
—La verdad que está muy bien. Está viviendo en Córdoba; hizo teatro hasta hace poquito. Fran, mi nieto, está hermoso: cumple ahora dos años. Está armando su vida allá, lejos mío. Me pone mal, porque ver poco a Fran me pone mal. Pero tenemos comunicación dos o tres veces por día: a la mañana, a la tarde y a la noche, camarita; nos hablamos y todo.
—Hoy el vínculo padre-hija...
—(Interrumpe) Está muy bien. Atravesamos tormentas increíbles. Pero las vamos a superar siempre, por lo menos de mi lado, porque es mi hija y la voy a amar siempre, por más cosas que diga de mí. Cualquier cosa que diga de mí, no... se la voy a perdonar.
—No sé si te lo consultó, pero cuando te dijo que se quedaba en Córdoba...
—Lo consultó, lo consultó. Fue consensuando.
—¿Y vos qué le dijiste?
—Que si ella era feliz y sentía que ese era su lugar en el mundo, como cree que es, está bien. ¿Por qué la voy a tener atada en un lugar donde no se siente cómoda? Ella se siente cómoda ahí, no sé por qué, es algo que nunca me expliqué, pero se siente cómoda ahí. Y si un día dice que no se siente cómoda y quiere venir, se vendrá. Siempre va a ser mi hija, siempre va a tener mi apoyo. Para cosas lógicas, ¿no? Para cosas ilógicas... Cuando hace cosas que no me gustan, se lo digo también.
—Criticaste su festejo de cumpleaños.
—No me gustó. Se lo dije. Pero bueno, es grande, mayor de edad. Cuando se lo tenga que marcar, se lo voy a marcar. A las dos. Lo que pasa es que ella es la más mediática.
—No se habla tanto de Rocío. ¿Cómo es tu vínculo con ella? ¿Han tenido idas y vueltas como con Morena o es mucho más cercano?
—No, tenemos idas y vueltas pero no así, como Morena: (Rocío) no es explosiva, ni nada.
—¿Es porque Morena se parece más a vos?
—Sí... Sí... Lamentablemente. ¡Qué cagada! Bueh, le tocó eso. Rocío trabaja en mi productora. Estudia canto. Tiene un dóberman que le encanta y dos gatos. Le gusta la música: está en otra cosa completamente distinta. No le gusta esto, no le gusta la cámara. Y la respeto, está muy bien. Y es muy inteligente: una luz, viva, rápida. Puede llegar adonde quiere, si se lo propone. Cuando ponga la proa hacia donde quiera ir, no la para nadie.
—Dijiste que no tenías amigos en la farándula y pensé en Luis Ventura: ¿es una amistad que ya no volverá a ser?
—Ya no volverá a ser como lo era. Eso no. Porque pasaron ciertas cosas... (suspira). Pero yo lo sigo queriendo a Ventura. Eso es inalterable. Podemos estar lejos, pero pasamos un montón de cosas juntos que no me las va a borrar nadie. Es un muy buen tipo Ventura. Calentón: a veces lo veo decir cosas que me dan ganas de meter la mano en la pantalla. Incluso dice cosas mías o de Morena, donde se mete y no me gusta. Pero como lo conozco y sé porqué lo dice, no pasa nada. Es un gran tipo, no tengo nada que reprocharle. Lo que pasó, pasó al aire, y es de público conocimiento. Pero nos vemos, nos cruzamos, nos abrazamos. Ningún problema.
—Es que cuando me dijiste que no tenías amigos...
—Está bien. Pero no tengo tantos. Yo no soy Roberto Carlos. Y no creo la amistad masiva.
—Y ya perdiste a otro amigo en Macri...
—¡Y mirá que teníamos muy buena relación! Muy buena de verdad. Cuando me separé, dos veces por semana venía con la camionetita de Jefe de Gobierno y comíamos sushi en casa. Yo iba a comer los asaditos muy ricos que hacía él, que te los daba todo cortaditos, muy chiquitito. Por eso mis hijas comían antes de ir, sino se cagaban de hambre...
Domingo, 21 de marzo de 2021