Por Sebastián Pardo
Crónica de un atentado terrorista con un desenlace inesperado
Ciudad del Vaticano, 13 de mayo de 1981, 17:17 hs. Juan Pablo II cae abatido por los disparos efectuados por el sicario Turco Alí Agca, en plena plaza de San Pedro ante miles de fieles convertidos en espectadores involuntarios del terror. La bala atravesó el cuerpo del Papa Polaco Karol Wojtyla, hiriéndolo de gravedad en el abdomen, en el codo derecho y en el dedo índice izquierdo. El proyectil cae después entre el Santo Padre y su secretario Monseñor Stanislw Dziwisz. Dos disparos más resonaron en la plaza de San Pedro.
A toda velocidad trasladaron al Papa herido al Policlínico Gemelli, la situación era muy grave, su organismo había perdido mucha sangre. La tensión arterial bajaba dramáticamente, el latido del corazón apenas era perceptible. Algunos órganos internos estaban seriamente afectados. El Papa Juan Pablo II se estaba muriendo. Su secretario, por sugerencia de los médicos, le administra la Unción de los Enfermos, también llamada antiguamente “Extremaunción”.
Siguieron las intervenciones quirúrgicas, las transfusiones de sangre, la terapia intensiva. Una vida sana y llena de actividad deportiva ayudaron para que el cuerpo resista.
Tras cinco meses difíciles, el Papa Polaco volvió a asomarse a la Plaza de San Pedro para recibir a los fieles que en el mundo entero rezaron por su recuperación.
Mehmet Alí Agca, ciudadano de Turquía, perteneció al grupo de extrema derecha ultranacionalista Lobos Grises, grupo desestabilizador que condujo al golpe militar en Turquía, bajo influencia de la CIA en el año 1980. El 1 de febrero de 1979 bajo las órdenes de esta organización criminal, Mehmet Alí Agca había asesinado en Estambul al editor de un importante periódico Turco de tendencia izquierdista.
Algunos han afirmado, que durante el atentado a Karol Wojtyla, Agca trabajaba para el servicio secreto búlgaro, durante la era soviética y que actuó basado en la férrea oposición de Juan Pablo II al comunismo.
Agca no tenía ningún tipo de ideología, era un sicario profesional que prestaba sus servicios al mejor postor.
Juan Pablo II, mientras era trasladado al Policlínico Gemelli y antes de perder el conocimiento le comunicó a su secretario personal que perdonaba al agresor. Gracias a la gestión del Vaticano por decisión del Papa, Alí Agca fue indultado por este delito aunque luego fue extraditado a Turquía para hacer frente a otros crímenes que había cometido en su país natal.
En el año 1983 el Papa Juan Pablo II visitó en la cárcel a su agresor, y conversaron largamente. Durante toda la conversación se notaba claramente que el sicario no entendía como podía haber fallado el atentado: por la distancia, por el lugar privilegiado en que se encontraba, por el arma utilizada, por haber planeado y ejecutado hasta los mínimos detalles, no lograba comprender que el hombre con el que dialogaba estuviese vivo.
“Alguien” había desviado la trayectoria del proyectil y esto lo inquietaba sobremanera. Agca estaba obsesionado con ello, y preguntaba insistentemente al Papa sobre el secreto de Fátima, aquél que la Virgen Santísima, sesenta años atrás había revelado a los pastorcitos en la misma fecha y hora del atentado. Una de las pastorcitas, Sor Lucía (fallecida en el año 2005, a los 97 años de edad), le había contado dicho secreto al Papa Juan Pablo II, claro está que el Papa guardaba silencio ante la insistente inquietud de Agca.
El llamado iter criminis –camino del delito- que en pocas palabras comienza con el nacimiento de la idea en la mente del autor, prosigue con los actos preparatorios que no son punibles, luego el principio de ejecución donde la conducta ya es considerada delictiva y por lo tanto punible, la ejecución propiamente dicha y termina con el resultado, tuvo un desenlace inesperado.
Cuando el resultado no sobreviene por cuestiones ajenas al autor, el delito queda en grado de tentativa. En la mayoría de los casos, algo humano falla: un error de cálculo, la intervención de un tercero, y muchas variables más.
En este caso, los especialistas coinciden en que el asesino profesional ejecutó a la perfección su plan criminal. El autor del mismo coincide en este sentido.
Alí Agca era un asesino profesional, no actuaba por iniciativa propia sino por encargo. Una vez efectuado éste, la planificación y ejecución corre por cuenta del sicario. Como otros atentados, sigue siendo un misterio quien instigó y pagó al autor, Alí Agca nunca lo reveló. Así como con JFK, se elaboraron muchas teorías, no pudiendo traspasar ese ámbito teórico para llegar a una respuesta inequívoca.
En cualquier caso, el mayor misterio sigue siendo (¿lo es verdaderamente?) que ocurrió en el trayecto del proyectil, quien o que desvió su trayectoria.
El día del atentado la plaza de San Pedro, como es habitual, se hallaba colmada: fieles, peregrinos, turistas, periodistas y fotógrafos que fueron testigos presenciales del hecho. Uno de los fotógrafos presentes en la plaza, al día siguiente mientras manipulaba los negativos de las fotografías tomadas al momento del atentado, no podía salir de su asombro en lo que estaba viendo. El negativo de la fotografía del Papa herido cayendo, revelaba una silueta femenina a su alrededor que lo abrazaba y daba la impresión de sujetarlo. Cuando este negativo llega a las manos del Papa Juan Pablo II, no se mostró sorprendido, él ya sabía perfectamente en su corazón lo que el negativo fotográfico indicaba.
Mehmet Alí Agca intuía bien. La respuesta al mayor interrogante de su vida, fue revelado en Fátima a tres pastorcitos, sesenta años antes de que el atentado ocurriera.
Cfr. EPÍLOGO Juan Pablo II Memoria e Identidad 3ra edición, Buenos Aires, Planeta, 2005. Traducción de Bogdan Piotrowski.
Martes, 21 de agosto de 2012