Abundan médicos antivacunas y directores de escuelas católicas contra los avances de la ciencia
Mendoza provincia preocupante: Perdón papiloma, perdón gripe
Vivimos en una provincia donde existe una preocupante cantidad de médicos –con diploma reluciente en la pared y chapa lustrada en la puerta del consultorio– que insiste en exhibir una desafiante actitud antivacunas, es decir, anticientífica. ¿Debería extrañarnos entonces que haya directores de colegios católicos impidiendo que los vacunadores del Ministerio de Salud les pongan a las alumnas de 11 años la vacuna contra el papiloma virus, es decir, aquella que les impedirá en el futuro contraer el cáncer de cuello uterino? En contra de lo evidente
A estos últimos directores uno podría “entenderlos” por privilegiar el dogma confesional sobre la razón y la ciencia.
La jerarquía de la Iglesia Católica tiene una milenaria tradición de ir contra la ciencia, la razón y el progreso.
Hace muy poco, después de 400 o 500 años, el Vaticano salió –recién– a pedir perdón por los crímenes de la Santa Inquisición, que entre otras lindezas mandó a la hoguera a Giordano Bruno y a prisión perpetua a Galileo Galilei por haber insistido en que la Tierra no era el centro del universo como sostenía la Iglesia.
A todo ese pasado dañino no se puede dejar de sumar la macabra historia de apañamiento a curas abusadores de niños y adolescentes, vergüenza recién sofrenada –en parte– en los últimos años luego de que, hartos de sufrir en silencio esas vejaciones, miles de víctimas (ya mayores) recurrieran a la Justicia y a la prensa para destapar reiterados casos de pederastia de sacerdortes a lo largo del planeta.
Todo eso en una iglesia donde, como enseñó Jesús, escandalizar a un niño es uno de los peores pecados.
Muchas preguntas
Pero, en cambio, ¿cómo entender que haya ginecólogos, gente formada en una universidad, que ha realizado una especialidad médica y que, se supone, está obligada a continuos cursos de actualización, que insistan en convencer a las embarazadas para que no se coloquen la vacuna contra la gripe?
¿Cómo aceptar que haya pediatras que les digan a las madres que no es necesario vacunar a sus hijos menores de 2 años contra la gripe, pese a ser una inmunización que está claramente recomendada para ese grupo de riesgo por todos los organismos rectores de la salud, aquí y en el mundo?
Cartón lleno
Cuando el viernes pasado Diario UNO tituló en su tapa “Escuelas católicas resisten la vacunación contra el papiloma”, no nos estábamos basando en datos extraoficiales.
Era el propio titular del Programa Provincial de Inmunizaciones, Rubén Cerchiai, quien salía a denunciarlo, como ya el año pasado había denunciado a los médicos antivacuna de Mendoza, lo cual tuvo una amplia repercusión nacional.
Y, otra vez, lo decía con todas las letras.
Según su explicación, en algunas escuelas católicas entienden la vacunación contra el virus del papiloma humano (VPH) como una velada autorización para que las alumnas de 11 años salgan a tener relaciones sexuales en lugar de mantenerse en la virginidad.
¿No hay que estar muy trastornado para ser tan retorcido en una interpretación?
Los sensatos
Es realmente una canallada –y un alzamiento contra todas las leyes que se han creado para asegurar el acceso generalizado a las vacunas– que una mentalidad macabra intente privar a las niñas de una vacuna contra el cáncer.
Diga usted, dominguero lector, que la decisión final es de lo padres y no de esos fanáticos.
Y, felizmente, como la mayoría de los católicos de a pie saben separar dentro de su religión la paja del trigo, viven la cotidianidad combatiendo con sentido común los despropósitos de aquellos que quieren ser más papistas que el pontífice del Vaticano.
Preservarse
Si los católicos les hubieran hecho caso a sus teólogos, esos que en medio de lo peor de la epidemia del sida les ordenaban a sus fieles no usar preservativo sino practicar la abstinencia sexual, hoy no estaríamos controlando esa enfermedad.
Gracias a los avances de las investigaciones médicas y a las campañas de prevención, el mundo está domando esa pandemia.
Hoy, usando las medicaciones que se han descubierto se puede sobrellevar el sida sin la fatalidad anterior en la que el portador de la enfermedad iba sí o sí a la muerte.
Los responsables
La vacuna del papiloma humano se coloca en tres dosis a los 11 años –durante la preadolescencia– e integra desde hace tiempo el calendario oficial de vacunas de la Argentina.
Esto se da en consonancia con lo que ocurre en todas las naciones del mundo que llevan la delantera en materia sanitaria.
En nuestro país se decidió hacer la vacunación en las escuelas aprovechando la visita que los vacunadores del Ministerio de Salud realizan de manera periódica para completar la cartilla de otras inmunizaciones.
Pero siempre debe existir la autorización de los padres.
Y deben ser los progenitores quienes asuman la responsabilidad en caso de negar la colocación.
Es decir que no es algo que pueda quedar en manos de un director de escuela envalentonado por sus prejuicios confesionales.
Mirar para otro lado
Coletazos como éste, de trasnochados que resisten la vacuna del papiloma, son en realidad fruto de las defecciones que la clase política en particular y la civilidad en general vienen teniendo con respecto a la incorporación plena de la educación sexual en las escuelas.
Víctimas de sus prejuicios e ignorancia, los políticos muestran la peor hilacha: la ausencia de coraje cívico.
Y los ciudadanos, que deberían presionar en pos de la salud sexual de sus hijos, siguen atribulados y sin estar a la altura de la responsabilidad que les concede la democracia.
Domingo, 12 de agosto de 2012
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