FACULTAD DE MEDICINA
COLUMNA DE LA FUNDACIÓN BARCELÓ... SOLEDAD Y DEPRESIÓN: parecido pero distinto
Mi abuela Elsa tiene 99 años y hace cuatro que perdió a Ángel, su marido de toda la vida y mi abuelo hincha de Boca. Junto a ellos y la descendencia pude conocer la tradicional mesa larga de los domingos alrededor de los platos de pasta que - como ceremonia familiar, nos congregaba.
Mi abuela Elsa, hace unos días me contaba que se sentía sola, que ya no le quedaba nadie de sus amigos salvo su hermana que vivía en Estados Unidos y con la cual hablaba una vez por semana. Me hablaba de su soledad, de cierta tristeza y también de algunos temores frente a un horizonte que se adivina no lejano. Sin embargo, cuando le aviso que iré a visitarla, se encarga de arreglarse y ponerse linda. Ni hablar que la mesa tenga las copas del clásico juego de cristalería y que nada falte. Quienes la conocemos sabemos de sus “debilidades” anímicas pero no por ello consideramos que esta “enferma”.
Salud y enfermedad son construcciones sociales y dinámicas que están en íntima relación con el momento personal y con la propia realidad social y cultural de la comunidad. De allí qué es muy importante entender y diferenciar que es y qué no es enfermedad. En este caso qué es tristeza y qué es depresión algo muy frecuente con lo que se lo suele confundir, en especial entre los mayores.
La depresión es un problema de salud grave. Afecta nuestra manera de pensar y sentir, no solo a nivel mental sino físicamente. Esto se expresa muchas veces por deseos de alejarnos de nuestros afectos o círculos más cercanos: la familia, los amigos, el trabajo o la escuela. Por si fuera poco, se acompaña de alteraciones en el sueño, ansiedad, pérdida del apetito, falta de interés y hasta deja de importar algo tan básico como el propio aseo. Se altera, incluso, la capacidad para realizar las tareas más simples, lo que trae como consecuencia problemas en la relación con la familia y los amigos, inclusive sobre la forma en que nos ganamos la vida.Esta enfermedad afecta a las personas de todo tipo de edad y condición social. En adultos mayores la depresión como problema de salud esta sub-diagnosticada. Muchos profesionales creen que estar “triste” y sentirse solo es parte de la vejez. Esto es falso y forma parte de los estereotipos que caracterizan a las personas mayores. Se calcula que cercadel 8 al 10% de los mayores la sufren según la última encuesta de salud y calidad de vida en personas mayores de 2012. Suele ser más frecuente en las mujeres pero a medida que los años avanzan las diferencias se atenúan.Como se ve, es un problema de salud muy complejo para la persona y para el equipo de profesionales que la tratan. Pero, a pesar de esto, la depresión se puede prevenir y tratar, lo cual no solo es importante por existe tratamiento sino que reduce la estigmatización social que suele acompañar a las personas que la sufren.
Es importante entender que la depresión es mucho más que estar de mal humor, decaído o triste. No tiene que ver con ser un vago o una persona improductiva. La tristeza, por ejemplo, es un estado emocional y básico. Es normal sentirse triste cuando en nuestro camino de vida se cruza una experiencia estresante, desafortunada o dolorosa, como la pérdida de empleo, una ruptura sentimental o la muerte de un ser querido. Cosas de la vida misma, como el miedo, el asco o el rechazo son estados emocionales normales, frecuentes, que en algunos casos pueden desencadenar una depresión, pero no están necesariamente relacionados. Lo mismo ocurre con el duelo. Si alguien cercano a nosotros muere lo esperable que es estemos tristes. Sería de alarma que no fuera así.
Por ello, resulta muy importante diferenciar este problema de salud con otros estados del ánimo que son parte del mismo vivir. Eso es lo que ocurre con mi abuela, a veces se siente triste y sola pero no por ello está enferma. Ella misma se encarga de decírnoslo cuando ofrece su segundo plato de pastas del domingo y alguien en la mesa dice sentirse con sobrepeso. Mi abuela Elsa le responde “no confundir hinchazón con gordura que estas son las pastas de la abuela”. Lo mismo deberíamos enseñar los médicos a nuestros pacientes: Una cosa es sentirse triste otra distinta estar depresivo.
Doctor Diego Bernardini, profesor de Posgrado en la Maestría de Gerontología Clínica y en Especialidad en Medicina Legal en Fundación Barceló.
Lunes, 4 de diciembre de 2017