CIENCIA
Una diminuta nave espacial busca conquistar la próxima Tierra
La NASA ya envió al espacio los primeros propotipos de Sprite, con el objetivo de perfeccionarlos antes de su lanzamiento hacia Próxima Centauri, el planeta habitable más cercano. Los detalles del increíble proyecto
Cuando se descubrió Próxima Centauri b. en 2012 la NASA comprendió que no era un hallazgo más. Este exoplaneta habitable es hasta ahora el más cercano a la Tierra y por sus características, su paisaje rocoso y una temperatura de 4°C, lo cual indicaría la presencia de agua, la convierten en la primera gran candidata para una mudanza interplanetaria en la historia de la humanidad.
Sin embargo, no es nada sencillo, ya que primero hay que colonizarla. Ubicado a 4,5 años luz del Sistema Solar, intentar llegar por los medios tradicionales a este planeta, que posee una masa es 1,3 veces mayor que el nuestro, sería eterno o, para ser precisos, 70 mil años.
Entonces, los científicos buscaron una manera de hacerlo en menos tiempo y con un costo asequible, así, con el advenimiento de nuevos avances tecnológicos, cuando el hombre tenga posibilidades reales de viajar hacia allí, ya estén dados los primeros pasos.
En 2016, el científico Stephen Hawking y Yuri Milner, el millonario y mecenas científico ruso, presentaron un original proyecto para alcanzar Alfa Centauri, el sistema de tres estrellas del que forma parte Próxima. En vez de enviar una nave, plantearon hacerlo con una sonda espacial que llegaría en apenas 20 años con el fin de realizar las primeras imágenes del exoplaneta.
El proyecto ya comenzó. Hace pocas semanas, los primero prototipos, llamados Sprites, pasaron su primera prueba en el espacio. Estos chips cuadrados, de apenas 3,5 centímetros de lado y unos cuatro gramos de peso, son el primer paso hacia la miniaturización de sondas y satélites y, según los especialistas, su desarrollo es esencial para abordar misiones imposibles, como las que comprenden grandes -pero cortas- distancias.
En junio fueron lanzados dos de estos mini-dispositivos junto a dos nanosatélites, el Max Vallier y el Venta, en lo que fue el primer vuelo exitoso de las naves espaciales más pequeñas del mundo. Los Sprites están conformados por un pequeño panel solar, una antena, una radio, un giroscopio y un magnetómetro y hasta el momento todos funcionaron bien y pudieron comunicarse con la Tierra. Las naves "microscópicas" continuarán su periplo por dos años más.
"Además, esperamos poder liberar unos cuantos chips más que deben volar por sí solos en el espacio", explicó Zach Manchester, investigador de la Universidad de Harvard (EE UU) y diseñador de los prototipos.
Anteriores Sprites, diseñados en 2008, ya llegaron hasta la Estación Espacial Internacional, a modo de prueba para probar la resistencia de sus materiales. Luego, en 2014, se lanzó al espacio una nave nodriza con 100 chips, pero un problema técnico impidió que se desprendiesen y el artefacto se quemó en la atmósfera terrestre.
Manchester explicó que estas mininaves son una nueva generación de sondas espaciales extremadamente sencillas y que pueden ser "enviadas allí a donde no quieres poner en riesgo un artefacto de mayor tamaño".
Al no tener un sistema de propulsión propio, los Sprites se inspiran en el comportamiento de las partículas de polvo: "Hemos comprobado que cuando tienes un objeto muy pequeño en el espacio, las fuerzas de rozamiento, el viento solar y los campos magnéticos hacen que se muevan mucho más deprisa que objetos de mayor tamaño", explicó Manchester.
Hasta el momento existe un gran dificultad para enviar naves a Próxima: todavía no se creó en la Tierra un sistema de propulsión capaz de alcanzar esa distancia. Por eso se está llevando adelante el proyecto Breakthrough Starshot, en EEUU, del que participa Manchester, que busca propulsar cientos de Sprites usando una red de cañones de luz láser instalada en Tierra.
"Estas naves pueden cambiar el paradigma de mega misiones espaciales actuales", dijo a El País Guillem Anglada-Escudé, el astrónomo catalán que codescubridor de Próxima. Y agregó: "Las sondas a Marte o Júpiter pueden llevar 15 ó 20 años de preparación y ejecución. En este tiempo uno podría hacer centenares de misiones mucho más pequeñas que, si fallan, tampoco suponen una gran pérdida. Intentar mandar sondas interestelares va a ser algo natural cuando llegue el momento, pero hay que seguir empujando y probando cosas".
Jueves, 10 de agosto de 2017