BONPLAND
Responso al Chemo Palacios. “El último habitante de la costa”
(Por el Profesor José Lezcano) Anselmo Palacios, “El Chemo”. El hombre que vivió desde siempre cerquita del punto geográfico donde funcionara uno de los puertos más importantes de la republica, el Puerto Santa Ana, junto al cauce del río Uruguay.
Nació, creció, y se envejeció allí. “Sólo me fui un tiempo cuando la concrición”- solía contar… Su rancho centenario, con las casi cinco hectáreas de tierra, quedaron rodeados por la inmensa maraña verde de las forestaciones; pero nunca quiso rendirse ante el avance de esos tremendos capitales, y se quedo a vivir, solita su alma junto a sus perros quienes constituían “su familia”, y con quienes mantenía una relación muy particular. Techo de todos el de su rancho; de pescadores, cazadores, brasileños y argentinos que por el buen camino, o a veces pisando en falso llegaban al lugar. Fue el último habitante de la otrora gran comunidad de la costa. Se marcho al encuentro del Niño Dios en vísperas de la navidad…
Como decirte hermano costero, viejo querido, Chemo chamigo…! Como explicarte que ni siquiera me entere el día de tu muerte, y que sin embargo te soñé esa siesta; ¡cosa de nunca!… te vi en una gran creciente con el agua hasta el cuello, parado en un rincón de tu rancho sosteniendo a dos de tus perros; y alguien vino luego en el sueño a decir que te ahogaste, que te habías muerto! Pero ni soñando iba a creer que te habías ahogado…! Justo vos, que manejabas a tu antojo las embestidas de ese río bravo que infinitas veces trato de sorprenderte metiéndose por el arroyito, rodeándote el campito, e intentando aislarte del resto del mundo que, como siempre, giraba tan distante del tuyo; tan lejos del paisaje que habitabas, y que te habitaba por dentro. ¡Felices aquellos que tuvimos la inmensa fortuna de conocer, alguito al menos, el mágico y misterioso paisaje de tu alma Chemo! Los que tuvimos esa suerte te andaremos extrañando siempre, a pesar de no verte tan seguido. Pero era como que bastaba con saberte allá, existiendo, viviendo a tu modo, como querías y pensabas. Recargando las pilas al sol para que tu radio, después de unos tongos, te pudiera seguir contando los grandes acontecimientos que maravillan al mundo segundo a segundo; esos grandes aconteceres que de tu simple vida allá en la costa, sabían muy poco. Es que el mundo no vivió, no vive, ni vivirá de eso querido hermano mío! Se ocupa siempre de cuestiones más complejas; de sus inconmensurables negocios y ambiciones, de seguir alimentando las injusticias de sus guerras, y viendo como apenas una pizca de poder ya es suficiente para pisotear y ensuciar valores fundamentales de la vida. Que se iría a ocupar de vos Chemo, que hacías que las cosas fueran tan simples, tan prácticas, tan puras… Disculpa, casi que me estaba yendo del tema; es que es esta esa conversación que “nos quedamos debiendo”, que no sé porque no fui a buscarla… Creo que todos sabíamos que tu partida de la costa hacia la ciudad (más allá de que tu salud así lo indicaba) era un lento peregrinar hacia la muerte. ¡Como vivir sin ese tu entorno, tu tierra, tu cuna, tu alma y tu vida!
Quedará en todos, grandes y chicos, tu recuerdo; el de tus largas caminatas a la luz de la luna, o bajo un poncho de heladas; esas que comenzaban justito cuando “cerraba LT 12” marcándote la hora de partir rumbo al pueblo. El de tus dichos y refranes tan propios, cargados de humor y de verdad. En cualquier momento y espacio del tiempo alguien contará alguno de tus cuentos, y estarás allí, como te gustaba; compartiendo todo, despojándote “del resto”… Y se me ocurre nomás que algún cusquito ladrará al cielo buscando a su dueño, y que desde alguna estrella extenderás tu mano para acariciar su cabeza, y hacer que esa tierna comunicación se niegue a la muerte…
¡Adiós Chemo! Dios, que es sabio, estoy seguro te brindará la paz que tu alma merece.
Nota de archivo histórico sobre el puerto Santa Ana:
Entre otras medidas los gobernantes de entonces y con la finalidad de controlar el contrabando, por ley del 11 de Diciembre de 1830, sé rehabilito el viejo puerto jesuítico de “el paso conocido por el de Santa Ana en el Río Uruguay”, debido a su posición estratégica frente al Brasil.
El triunfo de la revolución Faroupilha que creo la República Riograndense (Brasil) llevo a las entonces Autoridades Farrapas a levantar frente al puerto de Santa Ana el puerto Santa Ana del Uruguay, por medio del cual compraban a Corrientes: Caballos, armas, municiones, papel, etc.
A partir del año 1830 hasta 1843, el puerto de Santa Ana fue el primer centro portuario de la costa del Río Uruguay, en la Provincia de Corrientes.
El puerto de Santa Ana de cierta manera, perdió importancia cuando en 1839, una crecida arraso el puerto Farrapo de SANTA ANA DEL URUGUAY. Entonces los Farrapos trasladaron en 1840 su puerto y campamento a la llamada CAPAO DO TIGRE situado al frente de las ruinas de la Capilla de San Jorge. Este rancherio y puerto fue bautizado por el Gral. ALMEIDA como URUGUAYANA.
Jueves, 29 de diciembre de 2011