A 30 años de Malvinas- Por Jorge Taiana
Una política presente para todos los argentinos
Mantener firme nuestro reclamo y debatir públicamente sobre la Cuestión Malvinas, es una de las maneras de honrar, desde nuestra propia historia, a nuestros veteranos y caídos, a treinta años del conflicto del Atlántico SurUna vez más, la historia puede servirnos para explicar el presente y el futuro de una cuestión que se vincula íntimamente con la construcción de nuestra identidad como Nación. Recorrer el pasado nos ayuda a analizar el presente y comprender que la disputa de soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes no empieza ni termina con el conflicto armado de 1982.
Las Malvinas son argentinas, efectivamente. Porque forman parte de nuestro mar continental, porque están en nuestra geografía y porque así lo demuestran los documentos y títulos que señalan que las islas eran parte de la Corona española y que desde los albores de la independencia el territorio de las Islas Malvinas formó parte de las Provincias Unidas reconocidas por el Reino Unido, que no hizo reserva alguna sobre el ejercicio efectivo de la soberanía argentina sobre ninguna parte de nuestro territorio nacional.
En 1833 los británicos ocuparon por la fuerza las Islas, expulsando a los pobladores criollos. Esto fue inmediatamente rechazado y protestado por las autoridades argentinas, que nunca consintieron este acto de fuerza.
Esta historia de atropellos no quedó limitada a lo ocurrido en las Islas Malvinas. La voracidad imperialista se plasmó en las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807. Luego de consumada la usurpación de las islas en 1833, Gran Bretaña realizó un nuevo intento de avanzar contra la Argentina continental, en 1845, en la recordada Vuelta de Obligado.
Desde la usurpación de 1833, la Argentina ha reclamado sostenidamente la restitución de lo propio, tanto a nivel bilateral, regional como a nivel global. A mediados del Siglo XX, ya creadas las Naciones Unidas, la lucha por alcanzar la independencia de los poderes imperiales dio impulso al proceso de descolonización en el llamado tercer mundo.
En este contexto, en 1965 se produjo un hito importante cuando la Asamblea General de la ONU adoptó la Resolución 2065, que reconoce la existencia de una disputa de soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes, a la que denominó “Cuestión de las Islas Malvinas”.
A través de esta resolución, la Argentina y Gran Bretaña son instadas a negociar una solución pacífica y definitiva. Esta Resolución reconoce que se trata de un caso especial al cual no resulta aplicable el principio de la libre determinación por cuanto, a diferencia de los casos “clásicos” de colonialismo, en la Cuestión de las Islas Malvinas no existe “pueblo” sojuzgado, sometido o explotado por una potencia colonial.
Lo que efectivamente existe es un territorio ocupado por una potencia extranjera, en violación de la integridad territorial de un Estado.
El Comité Especial de Descolonización ha reiterado anualmente hasta la actualidad el mismo llamamiento. Desde 1966, en cumplimiento de este mandato de la comunidad internacional, se llevaron adelante negociaciones bilaterales por más de diez años y hay que señalar que el Reino Unido negoció sobre la cuestión de las Islas Malvinas durante esos años, a pesar de que hoy pretenda escudarse para no hacerlo en la presunta voluntad de la población –de ciudadanía británica— por ellos mismos trasplantada a las Islas.
Tal vez sea importante destacar que a medida que las expectativas por la explotación de hidrocarburos se fortalecieron, se afianzó el interés imperial en mantener el control sobre las Islas e ignorar el mandato de las Naciones Unidas, que rige sobre el conflicto desde 1965.
Hacia 1982 la dictadura que gobernaba nuestro país mediante el terror, tomó una decisión desesperada para sobrevivir a la coyuntura política: actuando a espaldas del pueblo argentino, malversó su confianza y se apartó del tradicional apego a la solución pacífica de la controversia.
Hay que señalar 30 años después del conflicto armado que la naturaleza de la disputa no ha sido modificada. La disputa se prolonga, irresuelta, hasta nuestros días y nos enfrenta a la persistente negativa del Reino Unido para cumplir con el llamado de la comunidad internacional y negociar su solución con nuestro país.
La reanudación de las relaciones bilaterales con las Declaraciones Conjuntas argentino-británicas de 1989 y 1990 se continuaron una serie de entendimientos provisorios que tuvieron lugar durante la década de los ’90. Estos acuerdos no llevaron a reanudar el diálogo sobre el fondo de la cuestión que siguió siendo y sigue siendo la disputa de soberanía.
Transcurridos 30 años de la guerra, no debemos perder de vista las lecciones que nos deja la historia. A 179 años de la usurpación británica, continúa plenamente vigente el objetivo permanente e irrenunciable de la República Argentina consagrado en su Constitución Nacional: la recuperación del ejercicio pleno de nuestra soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes, respetando el modo de vida de sus habitantes y conforme a los principios del derecho internacional.
Desde el 2003, junto a Néstor Kirchner primero y luego con Cristina, desde la Cancillería hemos reforzado la estrategia de firmeza y coherencia en nuestro reclamo, reforzando el respaldo latinoamericano (a través del acompañamiento de foros como el Mercosur, la CELAC y la UNASUR, entre otros) a nuestros legítimos derechos soberanos y el rechazo unánime a las actividades ilegales por parte de Gran Bretaña en materia militar y aquellas relacionadas con la exploración y explotación de nuestros recursos naturales renovables y no renovables.
Argentina, con el apoyo de la región y la comunidad internacional, sigue sumando los consensos necesarios para crear las condiciones políticas para que los británicos se sienten a negociar.
Estoy convencido de que el Gran Bretaña se va a sentar a negociar cuando no sentarse les resulte políticamente más gravoso que sentarse. Cimentar la justicia y la razón que nos asiste ya no es un desafío futuro, sino una tarea presente y de todos los argentinos.
*Ex Canciller y Titular del Centro Internacional de Estudios Políticos - UNSAM
Martes, 3 de abril de 2012