por Karen Uribarri
Mientras más pegados, menos te deseo
Suena contradictorio e incluso chocante, pero lo cierto es que está comprobado que mientras más pegoteadas e indiferenciadas son las parejas, menor es el deseo que resulta en ellas. Así, aquellas duplas que hacen todo juntos, se cuentan absolutamente todo, casi comen lo mismo y llevan rutinas similares, lo único que hacen es alejarse en la cama producto de esa poca ‘intimidad’.
Y hablo de una intimidad entendida como lo que corresponde a uno mismo, a lo que nos distingue, a nuestros ‘secretillos’, a prevalecer nuestros intereses y no a mimetizarnos con el otro.“Con el gordo nunca peleamos y eso que hacemos todo juntos”, me dice Carola de 32 años. Lleva casada 4 con José Tomás y anterior a eso, pololearon 3 más. Esta es la clásica pareja que se trata de ‘gordito’ y ‘gordita’, que ya no salen solos con sus amigos, que han dejado incluso de practicar sus hobbies y a veces hasta se visten similar.
“Nos llevamos increíble con el gordo, nos gustan las mismas cosas, la misma música. No tenemos secretos, nos contamos todo…”, cuenta la Carola, que me hace un silencio incómodo cuando le pregunto sobre su vida sexual: “Mmm, no sé, supongo que bien. Igual no lo hacemos mucho…”. El deseo va de baja, aunque resulte curioso.
¿La razón? “Irónicamente, lo que contribuye a la buena intimidad no siempre contribuye al buen sexo”, escribe la destacada terapeuta Esther Perel en su libro “Inteligencia erótica”, a lo que añade: “Se presupone con demasiada facilidad que los problemas relacionados con el sexo constituyen el resultado de una falta de cercanía; pero yo opino que tal vez la manera en la que construimos esa cercanía sea la que reduce la sensación de libertad y autonomía que se necesitan para obtener placer sexual”.
Y si echo la máquina para atrás, me quedo pensando en cuán cierto es esto. Creo que los momentos en los que más he deseado a una pareja han sido cuando está lejos, cuando tiene vida propia, cuando no anda pegado a mí como si fuéramos siameses, cuando sale con sus amigos, cuando hace cursos que lo motivan y llega hablando de todo lo que aprendió y que yo desconozco… Recuerdo una vez en una fiesta muy elegante… Llegamos juntos y de pronto él quedó en un grupo de conversación y yo en otro.
Lo vi resuelto, admirado por su entorno, inteligente, independiente, único… Y yo en otro sitio del mismo lugar lo miraba de lejos orgullosa, encantada y queriendo llevármelo en este minuto al baño para tener sexo ahí mismo con él. Y es que en ese momento él era una persona y yo era otra… no éramos uno, estábamos diferenciados, por lo tanto, teníamos menos intimidad, pero sí más deseo. Él, siendo único y uno, erotizó mi mundo mucho más que tratando de ser los dos sólo uno.
El sicólogo especialista en sexualidad Rodrigo Jarpa afirma que es así: “La amenaza rescata el deseo. El no sentirse seguro. El que el otro mantenga vida normal e individual”. Y estoy tan de acuerdo…
Creo que todos debemos cultivar nuestro jardín secreto. Porque si bien el amor goza conociendo absolutamente todo del otro; el deseo necesita algo de misterio, necesita de la distancia y de la novedad, de lo inesperado. Por eso, anímate a crear tu propia biografía y anímalo a crear la suya. No pongas problemas para que salga con sus amigos. No quieras saberlo todo de él. No lo interrogues. No registres su celular, sus mails o cuentas.
Déjalo ser diferente a ti y aprende a disfrutar de esa distancia. Te aseguro que tu deseo crecerá como espuma, porque además de permitirle el espacio a él, él te permitirá consecuentemente el tuyo y ambos, en sus vidas propias, serán más felices. Porque si efectivamente debe haber un “nosotros” en una relación, también debe haber un “yo” y un “él” que nos permita respirar libertad, crecer y, por supuesto, desear.
@karenuribarri
Miércoles, 17 de julio de 2013