Por Alfredo Casero
El amor
Uno puede tener la libertad de amar como quiera. ¿Por qué se pueden amar dos personas del mismo sexo y es aceptado, y no es aceptado y es visto como una aberración que una persona ame a más de una persona? Porque el amor físico es la belleza que queda afuera de todas las iglesias, sinagogas, templos en general. Pero no es el amor físico el que espera en la puerta del templo ser admitido.
Es la culpa a la falta de orden que ponen las religiones la que queda esperando en la puerta de un Olimpo tan alto como es el amor. Y el amor no le abre, pero a veces sí. Entonces las religiones toman el amor para sí. Pero no el amor físico, que es declarado pecaminoso, o que se puede llevar a cabo con ciertas restricciones luego de varios rituales de aseguramiento, digamos, de la Fe eterna, aceptando formativas sociales, tradicionales, y berretas.
Aumentado por la mentira de que el humano puede lograr algo eterno, amor eterno, lealtad eterna... Eterno, querido subtenauta, es cosa de dioses, y también de perros. No entra en los panfletos. Eterno es una palabra muuuy grande.
Le encomiendo al subtenauta un pequeño trabajo práctico al llegar a su casa: Busque y revea, y hágase una pregunta ante cada estrofa que lea o escuche que diga la palabra “eterno”.
¿Serán eternos los laureles que supimos conseguir? Busque en todos lados que aparezca la palabra “eterno” y va a ver lo que es sentir frustración verdadera.
El amor en general, el que no se puede manejar, al que los poetas le tocan un poquito el culo pero no se adentran totalmente. El que canta Arjona y de Alejandro Sanz, que hace suspirar a la chica necochense.
El amor entroniza la belleza contra cualquier actitud que el hombre ponga en contra de cualquier cosa que haya hecho para lo bueno y para el bien la humanidad antes. O sea el nihilismo.
alfredo casero
Viernes, 28 de junio de 2013