COPA ARGENTINA
San Lorenzo necesitó penales para seguir en la Copa
Las manos de Navarro iluminan a este San Lorenzo sin ideas. Como ante Emelec, el "1" fue decisivo en la serie ante Cipolletti tapando dos remates.
Hay detalles que determinan recorridos. Instantes que parecen suspiros y que transforman la decepción en desahogo. Sirve la escena: Ezequiel Avila -zurdo, número diez en la espalda, esperanza de fútbol de Cipolletti- se para frente a la pelota. Tiene en uno de sus pies la posibilidad -quizá- de acercar la victoria más importante para el fútbol del club al que representa, nacido en 1926, orgullo de su ciudad de 80.000 habitantes. Pero no. No es tiempo de tarde épica bajo el cielo de Lanús. Nicolás Navarro, el protagonista central de esta historia, vuela sin exageraciones hacia su derecha; la pelota, mansa, lo impacta. El arquero de San Lorenzo, justo en ese segundo, se convierte en superhéroe por un rato. Otra vez. Los números no son un juego: cinco días, cuatro penales atajados, dos clasificaciones... Y un técnico que lo aplaude y respira. Por él, Diego Aguirre no está ahora en la cornisa. Ni siquiera a pesar de que las redes sociales lo tengan como trending topic, como destinatario de críticas múltiples.
Frente a Emelec, el jueves, cuando el Nuevo Gasómetro era una sucesión de escenas de hinchas ansiosos, incómodos, expectantes, Navarro voló, acertó, ganó. También por él, en la definición por penales, San Lorenzo accedió a los cuartos de final de la Copa Libertadores. Aquella vez ofreció un gesto que en esta ocasión ante el rival patagónico del Federal A repitió: cerró su puño derecho, miró a sus compañeros, celebró.
San Lorenzo -por él, sobre todo por él- sigue también en la Copa Argentina. Ahora, el domingo, irá por más frente a Deportivo Morón, campeón reciente de la Primera B Metropolitana. Y no sólo por su destreza para los penales Navarro merece elogios. Se comportó como esos arqueros de equipo grande, obligados a responder bien ante las escasas llegadas ajenas. Sin responsabilidad en el gol de Jorge Piñero Da Silva, rescató a San Lorenzo con un par de intervenciones de esas que definen la continuidad del partido.
Su participación decisiva invita a la comparación con otros días felices y no tan lejanos: aquellos de las atajadas de Sebastián Torrico -hoy suplente- frente a Vélez en el encuentro decisivo de 2013 o en tantos tramos cruciales de la Libertadores 2014. Navarro comienza a ganarse un lugar en los corazones de Boedo.
Más allá de la celebración, hay otra verdad que las gruesas manos de Navarro no pueden tapar: San Lorenzo no está jugando bien. Afrontó dos partidos eliminatorios y se expuso a la eliminación por errores propios. Y no es que enfrentó al Milan de Sacchi o al Real Madrid de Zidane; tampoco al Atlético Nacional de la anterior Libertadores. De local, no fue capaz de hacerle un gol a Emelec jugando casi un tiempo con un hombre más. Esa vez, aunque le faltó precisión en territorio ajeno, no le sobraron llegadas. Anoche, ante un equipo del tercer escalón del fútbol argentino -en días de inquietudes y de pretemporada- fue superior pero careció de claridad. Empató 1-1, gracias a un acierto reconocible al entrenador: Nicolás Reniero -22 años; rescatado de su préstamo en Almagro- estableció el 1-1 cuando al encuentro y a la angustia le quedaban 18 minutos. Los otros méritos de la jugada que mantuvo con vida al equipo de Aguirre: la recuperación de Alexis Castro y la asistencia de Nicolás Blandi.
Es más simple mejorar desde el hábito de la clasificación) que de los escombros de las eliminaciones. El domingo, ante otro rival periférico, por esta Copa Argentina, deberá demostrar evoluciones en el juego. O encomendarse a Navarro. O rezar.
Miércoles, 16 de agosto de 2017