REACCIÓN INESPERADA
La escena más temida: encontrarse cara a cara con la infidelidad
Encontrar a tu pareja siendo infiel es la concreción inesperada de una fantasía presente en el imaginario de las personas, sobre todo si ya existieron antecedentes o se tiene algún indicio de deslealtad.
¿Cómo podríamos reaccionar frente al shock? o lo encontrás con otro y con las manos en la masa –sobre el cuerpo-. La irrupción sorpresiva de lo que se está viendo desestabiliza de tal manera que las respuestas pueden ser inciertas y van desde la violencia (de palabra o de hecho) hasta una mesura impensada, midiendo la emisión de las palabras que pueden ser tan incisivas como una cachetada. Por supuesto, prima la respuesta impulsiva como estamos viendo en numerosos casos de mujeres que se atreven a enfrentar al infiel con la severidad de un golpe en el auto, el escrache en la vía pública (o en las redes sociales), o casos extremos como el homicidio.
La virilidad herida
Es muy frecuente que cuando el hombre descubra la infidelidad "cara a cara" llegue a conductas extremas. El varón despechado, herido por la traición, siente que, además de la pérdida de su compañera, se pone en juego su hombría: su capacidad para retener a una mujer, de complacerla y hacerla "propia". Y además se enfrenta al amante, quien supuestamente cuenta con mejores y más recursos que él para la conquista y el sexo. Concientiza también que ella puede decidir, que tiene autonomía y no forma parte de su posesión. Los patrones clásicos atribuidos al género masculino, sobre todo el control y la dominación, salen a la luz e intentan, con alguna reacción externa de violencia, reorganizar la virilidad cuestionada.
Las mujeres salen a defender su estima
Si durante tanto tiempo las mujeres sintieron su estima sometida al trato de los hombres, situaciones como las descritas impactan en su capacidad para "decir y hacer" con tal de no sentir que nuevamente son denigradas. Ellas también pueden encarar al hombre infiel y hacerle saber que son más aguerridas y osadas que ellos. Sin embargo, no debemos olvidar que la razón para algo está. Y aún más, debe mediar en estas situaciones críticas. Las mujeres que han actuado con algún control de los sus emociones, o han dicho lo suyo con severidad, sarcasmo, o han tomado decisiones contundentes, en general se sienten más satisfechas que las que actuaron de forma impulsiva o catártica.
La medida de la razón
Si respirar antes de actuar, contar hasta diez, no perder el eje, pensar en las consecuencias, actuar en forma fría y comedida, son maneras más efectivas que romper el auto o gritar frente a la prueba del delito, la mayoría de las veces no se puede. La medida de la razón y el control de las emociones siempre serán más valoradas que la mera descarga pasional. Si las mujeres son más sentimentales o emocionales por hormonas, pero sobre todo por condiciones culturales, no están privadas del uso del control para actuar con "más altura" que la vileza del acto descubierto. Pensar que hay cuidarse de las mujeres por lo impredecible de la conducta extrema es una forma de considerar que ellas siguen siendo las "las locas", "las brujas" y que solo son "geishas" cuando el hombre las complace cómo y cuándo ellas desean ser complacidas. Nada más falaz que esta concepción. Si la reacción fue desmedida, luego del impulso (bronca, angustia, dolor profundo, sensación de frustración, etc.) es posible que con el correr de los días se sienta alivio. Sin embargo, la culpa y el remordimiento posterior puede traer aparejado una reconciliación, un pedido de perdón o autoreproches por haber salido "de los cabales".
Después de la tormenta
"Después, que importa del después" dice el tango, pero en estos casos el devenir no es indiferente. La mujer puede arrepentirse de su acción o recibir la reprimenda de amigas o familiares que cuestionan su accionar. Claro que los demás, al no haber estado "in situ", no saben lo que se siente en ese momento ni cómo reaccionarían si les hubiera tocado. La personalidad de base puede intervenir en el tipo de respuesta, pero la vulnerabilidad no es un factor que predisponga a la calidad o cantidad de la reacción. La magnitud del trauma es un factor suficiente para detonar respuestas desconocidas hasta el momento, con la consiguiente sorpresa posterior: ¿Cómo pude haber actuado de esa forma? Los seres humanos seguimos teniendo esos lugares misteriosos que solo las crisis permiten que afloren.
Miércoles, 10 de febrero de 2016