MENSAJE PASCUAL
Monseñor Salvador Castagna a los fieles
En el momento actual del mundo y de la Argentina, la celebración de la Pascua nos entusiasma a honrar la vida. Esa vida que es el gran regalo de Dios; vida que encontramos plenificada en Jesucristo, vencedor de la muerte. En este, Monseñor Domingo. Castagna Arzobispo emérito de Corrientes, envió un mensaje de Pascua a todos los fieles.
1.- Testigos de la Verdad. Hacemos memoria de la Resurrección de Jesucristo. Para ello apoyamos nuestra certeza en la palabra evangélica y en la fe de aquellos Apóstoles: "Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vió y creyó". (Juan 20, 8). Convencidos de la Resurrección de su Maestro y Señor, aquellos hombres son testigos insobornables de la Verdad ofrecida al mundo para su redención. Cristo es la Verdad. El mundo pretende que sus errores sean la inspiración que rija todo proyecto social y político, obviando - mayormente por ignorancia - que la Verdad necesaria está presente en el Misterio de la Encarnación muerte y Resurrección de Jesús. Todos necesitan renovar su opción libre, corrigiendo la que los condujo al pecado. Mientras una palabra orientadora no produzca clara conciencia de ese estado, perdurará la situación de confusión que aflora en casi todas las manifestaciones de la vida contemporánea. Esa Palabra fue pronunciada por Dios mediante el acontecimiento de la Pascua.
2.- Una endémica debilidad. No podemos emitir un mensaje pascual, sin referencia a Quien lo personifica. Si nos detenemos en sus exigencias, sin mencionar su fuente inspiradora original, nos quedamos a medio andar y su virtud no logra eliminar nuestra vieja ineptitud para el ejercicio recto de la libertad. Cristo es el Salvador de todos los hombres. Su condición de enviado del Padre le otorga el atributo de ser Él mismo "lo único necesario". La veleidad de no aceptar de Dios la vida, y de no respetarla en toda su amplitud, crea la nefasta "cultura de la muerte". La violencia delincuencial, y las reacciones que provoca, ha exhibido, durante recientes y trágicos acontecimientos, un espectáculo sin precedentes. Hasta el Papa se preguntó, y nos preguntó: "¿Qué falló?". Oportuna e incómoda pregunta, que debiera ser atendida honestamente por todos: gobernantes y población. Antes de barajar soluciones se debe hacer un diagnóstico adecuado. Existen innumerables propuestas, algunas de ingeniosa claridad dialéctica, pero, no bastan en el momento de su aplicación. La experiencia nos habla de una endémica debilidad, rayana en la impotencia.
3.- El poder restaurador de la gracia. Para recuperar la salud espiritual perdida, se requiere que Dios actúe en los corazones con su gracia y devuelva, a todos, la capacidad de corregir la peligrosa inclinación al mal, producida por el pecado de origen. Para ello, no bastan las maniobras de un voluntarismo a ultranza. Se necesita el auxilio divino que actúa, por la acción del Espíritu Santo, y que Cristo resucitado transmite al mundo. Hoy celebramos ese acontecimiento y esa transmisión. Por tal motivo un mensaje o saludo pascual no puede reducirse a la exposición de proyectos sociales y políticos, ni a un elenco razonable de preceptos morales. Debe ser casi descriptivo, formulador de una Noticia muy Buena: Cristo, el Hijo de Dios encarnado, ha sufrido la cruz por amor y está resucitado. Nuestra fe se funda en Él. Cristo resucitado es el garante de que el mal ha sido vencido y, por lo mismo, puede ser vencido en cada uno de nosotros. Toda transformación o cambio auténtico es posible únicamente desde esa óptica. Por ello, la Resurrección de Jesús no admite ser reducida a un espacio puramente religioso. Señor de la historia y cabeza de la nueva humanidad, no tiene limites su influjo renovador. Todo lo bueno y heroico, toda verdad y belleza, todo lo que apunta a la perfección del hombre recibe su "poder ser" de Cristo resucitado. Ni el ateo, ni quien profesa otra forma de relación con Dios, escapa del dominio amoroso de la Pascua de Cristo. Decía Tertuliano que "el alma es naturalmente cristiana". La Pascua no se celebra sin esa perspectiva de universalidad. No existe aquí la pretensión de instaurar un estado teocrático o el avasallamiento de un credo sobre otro, simplemente reconocer el hecho de la Redención humana en el Misterio de la Pascua de Cristo. La Iglesia de Jesús ha recibido la misión profética de despertar, en la conciencia de la humanidad, este acontecimiento único e irremplazable.
4.- La misión profética de la Iglesia. Su necesidad salta a la vista. La sociedad que integramos, ante la escandalosa hegemonía del mal, reclama a gritos una intervención superior que resuelva sus profundos conflictos. Se han escuchado los gemidos desgarradores de hombres y mujeres, desamparados de la justicia humana, que acuden a Dios e insobornable instaurador de la verdad y la justicia. Desde este angulo de la reflexión se entiende el ministerio sacramental de la Iglesia. La lectura piadosa de la Palabra y la predicación, como su instrumento humilde, que han impregnado saludablemente el Tiempo de Cuaresma y la Semana Santa, concluyen en la Eucaristía. Un pueblo que celebra así su fe, se constituye en testigo auténtico del acontecimiento histórico de la Pascua. De esa manera, al ser un testigo tan cualificado, se convierte en transmisor y vehiculo para que el mundo encuentre a su Salvador.
Viernes, 18 de abril de 2014