ENFOQUE
El antipático padre tiempo
Es notable cómo los avatares de Carlos Bianchi, Ramón Díaz y Reinaldo Merlo reactualizan mecanismos de negación que imperan en el ser humano en general y en las veredas futboleras en particular.
¿Qué tipo de negación? Pues la negación que recorta el mundo hasta el límite mismo de la toxicidad y cancela la gravitación del paso del tiempo, entendido el tiempo, para el caso, como medida de las circunstancias que mutan y las destrezas que se ven melladas, o reducidas, o incluso anuladas.
Es cierto que los mecanismos de negación no son necesariamente negativos, es más, son indispensables para la preservación de la fuerza del existir mismo: el hombre es el único animal que se sabe finito, viviendo, además, en un planeta condenado a desaparecer.
Si el hombre no negara, pues, acaso habría suicidios en masa.
Claro que llegado un punto se vuelve tan indispensable negar como apegarse al principio de realidad, y es aquí donde a los futboleros se les mezclan los papeles y suelen construir castillos de arena susceptibles de desaparecer a la primera oleada.
¿Por qué Bianchi en Boca, Díaz en River y Merlo en Racing fueron concebidos como los portadores de las mejores respuestas a las peores preguntas?. Porque en su momento consumaron logros deportivos imposibles de ser olvidados.
De allí que cada vez que esos equipos atravesaban momentos de vacas flacas, sus seguidores se regodeaban con una secuencia tan añeja como el hombre: nada mejor que una fantasía perfecta capaz de hacerle frente a una realidad imperfecta.
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Así lo vivían los hinchas, así lo vivían los dirigentes (que piensan como hinchas) y así, probablemente, lo vivían los propios protagonistas directos: una de las cosas más sorprendentes de las idolatrías es que los idolatrados llegan a creerse el cúmulo de depositaciones virtuosas que les dispensan sus fans.
Pero he aquí que puestos en el pedestal, Bianchi, Díaz y Merlo han tenido que bajar de ese pedestal y vérselas con un cóctel que no entiende de bronces, de estatuas, de vitrinas, de epopeyas garantistas: otros jugadores (los propios, los de hoy, tal vez muy inferiores a los de ayer), otros adversarios, otras circunstancias, otras influencias de la diosa fortuna, etcétera.
Otro tiempo, otra vida.
Conste que no será cuestión de analizar en estas líneas la idoneidad de los entrenadores en cuestión (sobremanera la de Bianchi, de los tres, el más apto y por diferencia), ni tampoco de negar la posibilidad de que las oscuridades de hoy se conviertan en las luces de mañana.
Pero sí, eso sí, de reponer una verdad que por obvio que parezca los mecanismos de negación aludidos suprimen, o intentan suprimir: que a Bianchi, Díaz y Merlo les fuera mal, por qué no muy mal, era una carta que estaba en el mazo, y eso porque contra el dios
Tiempo no hay quien talle.
Sábado, 1 de marzo de 2014