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Sábado 20 de Abril de 2024

Mercedes Funes y el bullying que sufrió su hermana, fallecida en 2013

"No podía hacer más que abrazarla y contenerla"
La actriz vive un presente pleno: protagonista de la obra "Perfectos desconocidos", dirigida por Guillermo Franella, está enamoradísima de Ceilio Flemati, y sueña con ser madre. Pero esta felicidad se construyó sin esconder los dolores. Esos que le hicieron tener el "cuero duro", como confiesa Mercedes en esta entrevista íntima con Teleshow
"Nos han educado en el concepto de estar todo el tiempo señalando lo diferente", dice Mercedes Funes, que sufrió el dolor de ver a su hermana victima de bullying. "Con el sufrimiento de un ser amado lo único que podés hacer es estar ahí para abrazarlo, contenerlo y defenderla", recuerda la hija del periodista y político Carlos Chango Funes, quien fuera asesor de Juan Domingo Perón.

A la hora de hablar de amor, a Mercedes le brillan los ojos. Y tras más de un año en pareja con Cecilio Flematti, en esta charla con Teleshow la actriz habla del deseo compartido de tener un hijo: "Tiene un corazón muy noble. Es un padre fabuloso, es un hijo fabuloso, es un amigo noble con sus amigos. Es un laburante. Tiene millones de cualidades humanas".

Sin embargo, la maternidad deberá esperar. Tras el éxito de Le Prenom, hoy Funes es una de las protagonistas de Perfectos desconocidos, en el Teatro Metropolitan. Dirigida por Guillermo Francella, interpreta a una psicóloga, anfitriona de una cena de amigos que propone que durante esa velada todo mensaje y llamado que llegue a los celulares sea recibido en conjunto. A partir de ahí, la trama deriva en situaciones inesperadas.

Mercedes Funes, junto a sus compañeros en “Perfectos desconocidos”
Mercedes Funes, junto a sus compañeros en “Perfectos desconocidos”

—¿Querés la verdad, a cualquier precio?

—Siempre. Para mí la verdad nunca es mala. Aunque sea la peor de las verdades, es la verdad.

—¿En qué situación te encuentro mintiendo?

—No me quiero jactar de lo que no soy, pero sinceramente: nunca. Omitiendo sí me podés encontrar. Aprendí que omitir muchas veces es un acto de inteligencia, incluso hasta de generosidad.

—¿Cómo es tu vínculo con el celular?

—Inevitablemente estrecho, pero no porque estoy todo el día en las redes, eh. Es estrecho porque están todas mis contraseñas de la vida, mis claves del banco, hasta fotos, videos. Antes te sacabas una foto, ibas a la casa de revelado, la ponías en un portarretrato, en un cajón, en un álbum; y ahora está acá: mi álbum de fotos es esto (muestra su teléfono).

—¿Vale revisar celular de otro?

—No.

—¿Te lo han revisado?

—No que yo sepa. No me parece grato porque se ha transformado en un espacio de intimidad, y ni siquiera tiene que ver con esconder algo malo, con la trampa, va mucho más allá. La obra misma lo dice: hay personajes que, por ejemplo, no tienen ganas de contar que se van a hacer una intervención quirúrgica o que están hartos de su suegra, porque eso les genera problemas con su marido. Por ahí tengo una conversación con una amiga en la que estoy hablando algo puntual sobre algo que siento, y no tengo ganas de que lo sepa mi pareja. No por eso me considero una persona escondedora; todos tenemos intimidad. Antes era un delito abrir una carta: era solamente para la persona a la que iba dirigida. Hoy, eso no existe más.

—No tiene únicamente que ver con la trampa sino con cuánto nos exponemos. Hoy, en un momento de redes sociales pareciera, que todo es de todos y que todos pueden opinar también.

—Sí, hay algo que estuvo buenísimo para mí de la red social que tiene que ver con que todos tenemos voz, desde el presidente más presidente hasta el pelado más pelado. Todos somos y todos tenemos la misma cantidad de caracteres, y todos tenemos la misma portada de la misma aplicación con los mismos derechos. Todos. A mucha gente le dio un mundo social muy interesante, muy necesario. Pero por otra parte también eso nos hace creer que tenemos derecho de livianamente opinar sobre el otro, cuestionarlo, increparlo, sin ningún tipo de miramiento; es difícil ese límite.

—Empezaste de muy chica y supiste esquivar los escándalos.

—Si uno no quiere estar en quilombos, no está en quilombos. Hay una frase que detesto de Romeo cuando termina de matar a Teobaldo y dice: "Soy un juguete del destino". No Romeo, no (risas). Uno sabe dónde se mete y uno sabe por qué hace las cosas que hace, y uno todo el tiempo tiene la capacidad de decir: "Hasta acá sí, hasta acá no, en esta me meto, en esta no, de esto hablo, de esto no, esto muestro y esto no". Entonces, es mentira.

—¿Cuándo lo aprendiste?

—Cuando aprendí a ser responsable de mis actos, de las consecuencias de mis actos. No soy extraterrestre por eso, creo que es lo que nos pasa a todos. Pero hay una cosa de victimizarse, de "Ay, no sé por qué yo llegué a este lugar, por qué terminé yendo a este lugar, por qué me empujaron a este lugar". Si no querés, no querés. No es fácil tampoco. Yo he pasado situaciones en donde sí, de golpe salía de mi casa y por la situación de un divorcio había camarógrafos cuando iba al chino a comprar leche. Y no soy una figura ni extremadamente pública ni popular ni mucho menos. Entonces sí, claro, no sabés qué hacer con eso, pero respirá profundo y decí: "Esto también pasará". Ahora, ¿qué hago yo con eso? ¿Voy a comprar leche o voy y le tiro un zapatazo al camarógrafo para el día siguiente tener un escándalo? También a veces el otro excede su límite; si no lo excede, listo: "Vos estás allá haciendo tu trabajo, yo estoy acá comprando leche". Por ahí a veces me ha pasado que me burlen o que me digan cosas y que te provoquen, me ha pasado.

—¿Con la prensa?

—No, con guardia fotográfica: por ahí te provocan para que hagas algo. Me pareció desagradable, choto, una persona de poca calidad ética quien lo haga. Pero te repito, también está en uno tener ese segundo de inteligencia y decir: "¿Qué gano yo con esto?". La verdad que nada. Prefiero ganar tranquilidad.

—Estás enamoradísima.

—(Risas) Sí.

—¿Están conviviendo?

—Sí.

—Contame todo, Mercedes.

—No sabría muy bien qué decirte.

—¿Qué te enamoró?

—Todo y cada cosa. Es una persona fantástica Cecilio. Que sabe querer muy bien. Que tiene un corazón muy noble. Es un padre fabuloso. Es un hijo fabuloso. Es un amigo noble con sus amigos. Es un laburante. Tiene millones de cualidades humanas.

—Te brillan los ojitos.

—Sí. Además está muy bueno (risas): es muy bello. Y somos muy parecidos en las partes en donde está buenísimo serlo, y somos diferentes en aspectos en donde él a mí me ha enseñado un montón de cosas buenísimas.

—¿Tenés ganas de ser mamá?

—Sí.

—¿Cuán harta estás de que te preguntemos esto?

—No. Se entiende. Soy una mujer, no tengo problemas en decir mi edad, tengo 39 años, y desde que una parece ser potable como madre y siempre en pareja te preguntan: "¿Y para cuándo?". Yo también tuve mi recorrido sinuoso con respecto a la maternidad. Vengo de una pareja de nueve años.

—Tuviste todas parejas largas, ¿descontrolaste en algún momento?

—Nunca. ¡Pero che! (Risas). A mi favor debo decir que los que me conocieron se quedaron al lado mío un tiempo prudencial. Tan mal las cosas no debo haber hecho… No, no me arrepiento, por supuesto. Yo soy una persona a la que le gusta estar, pero tampoco lo elijo. Simplemente me pasa que me siento muy a gusto y muy feliz siendo querida, y he sido muy bien querida por suerte y he querido mucho. Entonces, ¿de qué me voy a quejar?

—O sea que puede venir en algún momento un bebé.

—Si la naturaleza lo dispone, y si no serán los caminos que la vida disponga, pero sí. No es algo que esté en este momento cocinando. Estamos aquí, con Perfectos desconocidos…

—Lo vas a infartar a Guillermo Francella.

—No es la idea. Nos espera una hermosa temporada.

Mercedes Funes a punto de recibir a la prensa en el lanzamiento de “Yo soy así, Tita de Buenos Aires” (Foto Instagram)
Mercedes Funes a punto de recibir a la prensa en el lanzamiento de “Yo soy así, Tita de Buenos Aires” (Foto Instagram)
—Te tocó de cerca un tema de bullying en tu familia.

—Sí, por mi hermana.

—¿Puede ser hasta más doloroso en alguien cercano que en uno mismo?

—Sí. Cuando yo te hablaba de las redes y te decía que le dio entidad a mucha gente, mi hermana falleció (en 2003 en un accidente) y no vivió la época de las redes, y la época de tener una identidad y una entidad social. Y para alguien que el mundo social es algo de lo que es privado, porque se lo excluye, es extremadamente doloroso. Mi hermana sufrió muchísimo toda su vida. Ha sido muy doloroso para mis padres y para sus hermanos. Y a su vez, no había mucho por hacer. Sigue siendo igual: una sociedad cruel.

—Pareciera que ganamos algo de terreno, pero falta un montón.

—Nos han educado en el concepto de estar todo el tiempo señalando lo diferente. Nos han educado en esta cosa de vos tenés que definirte y definir al otro que no es como vos. Vos sos A, el otro es B; A es bueno, B es malo; queremos a A, odiamos a B. Estamos configurados para todo el tiempo estar discriminando y separando aquello que no nos es par. A cualquiera que no sea par a los ojos de los demás, se le hace muy difícil. Y entre comillas, ¿quiénes somos pares de quiénes? Es un criterio absolutamente estúpido, imbécil y sin ningún sentido. Pero así nos han configurado.

—Vos eras chiquita. ¿Te dolía?

—Sí, claro, por supuesto. Ha sido muy difícil pero bueno, es lo que tocó. Con el sufrimiento de un ser amado lo único que podés hacer es estar ahí para abrazarlo, contenerlo. Y defenderla. Anécdotas de bullying: millones, millones… Mi hermana, por ejemplo, para jugar a las escondidas la única condición era que ella siempre contara. Yo iba así, petisa, a cagarlas a puteadas a todas. Pero ese tipo de cosas tienen que ver con los adultos y tienen que ver con una falta de educación. Hay algo de este mundo globalizado que hizo que todo eso sea menos drástico, menos cruel. Porque muchas personas desde un alias atrás de una computadora tienen participación social y tienen devolución. Seguro tienen algo interesante para mostrar, para decir, para contar, eso es un gran avance, porque a través de Twitter, por ejemplo, estás viendo lo que la otra persona tiene para decirte.

—Sí, pero tenés la contracara: detrás de un alias alguien también se cree con la impunidad de decirte cualquier barbaridad.

—Por supuesto. Pero después estamos nosotros para leer y decir: "¡Este es un pobre pelotudo!", perdón la expresión. A mí me pareció interesante la incursión de Twitter, que es la que dice lo que vos pensás. Después apareció Instagram y todo tiene que ver con boquita de corazón, y ya nos fuimos al carajo. Ahí todos tenemos una vida de sueños: la comida es toda más rica, todas somos más lindas de lo que en realidad somos, es todo genial. Están todas con el delineador hasta acá, ¡que maravilla! (Risas).

—Perdiste a tu hermana y perdiste a tus padres también. ¿Aprendiste algo de todo eso?

—A abrazar mi vida. La vida se va. Así que mientras la tenés abrazala, mucho. Y disfrutala mucho. También aprendí a ser más amable con uno mismo. Y a no tener vergüenza. Yo no hablé de mi hermana durante mucho tiempo pero porque dije "¿Para qué?, si es parte de mi vida". Ella no está más, y aunque estuviera hablaría, no tiene que ver con eso, tiene que ver con si lo que me ha dejado son nada más y nada menos que todos los recuerdos vividos, por su maravillosa presencia en mi vida. Si algo a mí me dejó como una enseñanza enorme es lo que significa el tener el cuero duro de que te peguen tanto. Si yo, humildemente como una espectadora porque a la que le dolía era a ella, puedo utilizar esas vivencias para hablar por ejemplo de bullying, ¿cómo no hablar de eso?

—Es súper importante. Ahí hay algo del rol del actor o del artista que puede ayudar a otros desde sus vivencias y desde sus opiniones, que va más allá de lo que pasa arriba del escenario.

—Seguro. Hay una cosa que tiene que ver más con una llegada masiva por la cantidad de seguidores o de quienes te ven a través de un medio. Los familiares de los que eran compañeros de mi hermana en ciertas instituciones, que sufrían del mismo modo que ella, quizás no tienen la posibilidad de tener una cámara. A vos te digo, pelotudo, que te burlás de alguien que no puede, lo estás lastimando mucho. Yo sí lo puedo decir, y esa gente también quisiera decirlo, pero no tiene la posibilidad. Entonces pensalo dos veces cuando te vas a burlar de alguien. Pensalo dos veces cuando te vas a mofar de alguien. Pensalo dos veces cuando: "Che, juntémonos para hacerle una joda a él y nos juntamos entre cuatro para reírnos de quinto". Ese quinto después se va a su casa, y se siente muy miserable.

—¿Cómo te encuentro en cinco años, si volvemos a charlar y salió todo genial?

—Espero que mejor, más sabia, y prácticamente sin arrugas (risas).

—Como en Instagram.

—Como en Instagram. Con el delineador hasta acá.


Sábado, 21 de julio de 2018
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