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Martes 16 de Abril de 2024

REALIDAD, PERCEPCION Y RELATO

Campaña sucia, política hedionda
Capital se acerca a una fecha clave: el 4 de junio a la noche adelantará a la provincia y al país los primeros datos objetivos con los cuales auscultar el futuro electoral plebiscitario de Macri y Colombi.
Por eso la campaña se intensificó, al tiempo que bajó su nivel: de las calles inundadas a la oscuridad de las cloacas.


Por Eduardo Ledesma
@EOLedesma
De la Redacción de El Litoral

Qué elegirá Capital el próximo 4 de junio? ¿Cuáles son las variables en juego en esta ciudad histórica sacudida en sus bordes por la inundación? ¿Qué importancia tienen las personas o los partidos que corren tras el sillón principal de 25 de Mayo y Mendoza? ¿Importa más el prestigio o el carácter? ¿El conocimiento personal o la estructuración de un equipo?
A poco más de 20 días para las elecciones, hay dos empresas que están prosperando en Corrientes: las que se dedican a hacer encuestas y las que se encargan de decodificarlas y luego de actuar en consecuencia. Estas últimas son las compañías más diversificadas, porque son las que trabajan con productos creativos, las que asesoran en estrategias y las que articulan soluciones de permanencia para los puntos altos y de subversión para los aspectos negativos de cada candidato. También prestan servicios sanitarios, porque la mayoría se dedica a los desagües de la política maquinando y difundiendo productos que se inscriben en el submundo de la política con el genérico de “campañas sucias”.

Corrientes no está inaugurando nada en materia de política comunicacional, hay que decirlo. Las traiciones, cruces, pases de factura; la ventilación de trapos hediondos y los carpetazos llenos de resentimiento con los que se nutren ciertas “informaciones” existieron siempre, causando mayor o menor daño según el caso. Hubo campañas en las que se alternaron mitines con sepelios, por lo que la marcha actual de la carrera electoral es más bien nimia en los términos primitivos de la política correntina.

Desde el punto de vista creativo es la campaña más insulsa del último tiempo (pese a algunos destellos de lucidez teórica), pero no obstante viró su estado zen y cayó en una ferocidad desusada cuando echó mano a una variante que ofrecen los pozos negros de la política: los operativos de prensa, que hay que reconocer también, encuentran siempre mano de obra disponible entre el colectivo periodístico. Esta vez fue un medio televisivo porteño el que ofertó su pantalla al mejor postor para tallar en la discusión correntina.

Amigos del dinero más que del dato o del hecho -en tanto insumo aspiracional de la verdad-, ciertos comunicadores posaron sus garras sobre Corrientes no para vencer la censura (cosa que solía suceder cuando los valores eran otros) sino para tirar basura de uno y otro lado. Para enlodar y sacar ventajas, no porque les interese el futuro de la ciudad que rara vez visitan, sino porque Corrientes está adelantando la disputa nacional de este año y ofrecerá, el 4 de junio a la noche, un dato electoral objetivo con el cual hacer análisis, aplaudir a los vencedores y condenar a los vencidos, hacer ajustes o simplemente tirar la toalla.

El resultado de la elección de Corrientes se nacionalizará o localizará de acuerdo a los intereses de quien lo esgrima. Y ya hay argumentos de uno y otro lado, según se gane o se pierda. Tanto en “Haciendo Corrientes” como en “Encuentro por Corrientes” hay especialistas en este arte, aunque la delantera la lleven los voceros de Salta y Mayo, acostumbrados -tal vez por el ejercicio dilatado del poder- a usufructuar la memoria cortoplacista de la gente.

Por esa claraboya, por ejemplo, se metió en esta campaña como un valor, eso de que por fin la ciudad y luego la provincia alinearán los planetas con el Gobierno de la Nación.
La sintonización del tridente Nación-Provincia-Municipio fue siempre una pretensión de la política. Una meta democrática a alcanzar, pese a que la historia de Corrientes desmienta que esa haya sido alguna vez una posibilidad institucional, sobre todo desde la irrupción de los grandes partidos nacionales que quieren someter, más que respetar la diferencia sustentada en la pluralidad. Los padres fundadores de la institucionalidad local ya advirtieron, al menos dos siglos antes, que federalismo político sin federalismo económico es lo mismo que nada o, peor, porque oficializa la dependencia. Basta con leer los tratados de Pedro Ferré de 1830 (insospechados de kirchnerismo o macrismo) para ahondar en el tema.

Por lo demás, los correntinos sabemos de sobra como opera esa independencia política desfinanciada. Por eso mismo, el discurso de relaciones carnales que hoy venden como la panacea los cancerberos del colombismo, se da de bruces con el discurso de los (mismos) cancerberos del colombismo que dicen que las cosas de Corrientes las resuelve Corrientes.
Se da de bruces con lo que ha sucedido en los últimos tres lustros, pese a que hubo ocasión de sobra para concretar esa tan ansiada (y hoy muy conveniente) meta del acuerdo multilateral entre los tres niveles del Estado.

Nadie dice que ser parte de la provincia, el país o el mundo no constituya una fortaleza para una ciudad como la de Corrientes, que es víctima de ninguneos varios desde hace largo tiempo. Tal destrato afectó a nuevistas, radicales y peronistas. A todos por igual. Sino que lo digan las víctimas del delarruismo-kirchnerismo-macrismo en las cuatro etapas del colombismo: Nora Nazar, Carlos Vignolo, Camau Espínola y Fabián Ríos.
Pero una cosa es la discriminación por diferencias ideológicas y otra muy distinta es aceptar que la alienación es la única salida posible, porque eso sería negar los beneficios del reparto del poder -siempre saludable en una democracia- y tributar mansamente a las hegemonías a las que ciertos dirigentes parecen bastante afectos.

No se trata aquí de machacar siempre sobre la postura a veces medieval del Gobierno de Corrientes para lograr su subsistencia en el poder (cosa que se acompaña del volumen político de Ricardo Colombi y su contracción al trabajo político-proselitista). Pero no hacerlo es aceptar que lo que dicen sus más encumbrados dirigentes es real: una verdad revelada o el camino seguro de la salvación, como en la Edad Media: en nombre de Dios, cualquier tropelía.
No poner en duda ese pensamiento es aceptar sin más el discurso único que se propala oficialmente mientras al mismo tiempo se denosta al kirchnerismo por haber cultivado el árbol del “relato”. (El cinismo no es exclusividad de un gobierno, pero algunos abusan).

Hace unos días, en la exposición de candidatos organizado por la Iglesia Católica, un aspirante salió desafiante a reclamar transparencia. Llamativo, puesto que representa a una alianza muy reticente a mostrar declaraciones juradas, cuentas de inversión, la marcha de los presupuestos, datos educativos, de salud o de seguridad. Llamativo brío del reclamo al otro, además, porque no hace mucho calló ante la posibilidad de una re-reelección, oposición fundante de su partido, pretendidamente republicano.

La prensa puede equivocarse. Este cronista puede hacerlo, pero a riesgo de plantear una visión distinta del realismo mágico que se multiplica uniformado por las usinas oficiales. Callar es otorgar. Y Corrientes padece cuestiones que difieren de los discursos que blanden quienes tienen más intereses en la continuidad de sus becas que en el crecimiento y desarrollo de un colectivo social que vive en una ciudad con carencias y chatura de horizontes.
A los correntinos nos pasa de todo. No estamos bien y sólo empeoramos con las promesas de siempre de que vamos a estar mejor.

Subidos al tren de la estadística, los correntinos en general y los capitalinos en particular se sienten inseguros y visualizan la temática como una de sus principales dolencias. Es una ciudad que ve crecer dramáticamente sus parámetros de violencia y de marginación asociada con la droga. Por si fuera poco, la economía está estancada (desde Nación para abajo) y repercute en la prestación deficiente de servicios elementales, como los de salud, educación y vivienda. Hasta ahí nada que nadie medianamente informado no conozca, más allá de que la mercadotecnia gubernamental insista en que vivimos en el país-provincia-municipio de las maravillas.

Los nuevos datos -en constante movimiento- tienen que ver con la economía. Los correntinos califican muy mal a la política económica, y si bien esos resortes son nacionales y eventualmente provinciales, se reclaman soluciones a todos los niveles dirigenciales, por lo cual será una variante a tener muy en cuenta en las elecciones del próximo 4 de junio.

Corrientes transita además un momento de inestabilidad política de cara a futuro. Como nunca antes se siente ya la ausencia del líder “modelo Colombi”, que para propios y extraños es un modelo cómodo. La oposición puede criticarlo fácil (aunque sin mucho éxito) por la enorme cantidad de flancos abiertos que deja la tosquedad de sus movimientos. Los propios encuentran en él una argamasa que evita la diáspora, pero también a un gestor que les soluciona problemas e incluso cura sus heridas. Una voz de mando a la que finalmente todos se cuadran, más allá de que alguno, enojado, lance un par de ladridos, más a la luna que a la cara del amo.

A Colombi se le puede endilgar el desencuentro consuetudinario de sus palabras con sus acciones, pese a la pila de años que lleva en el gobierno. Pero el hombre sabe que el funcionamiento sistematizado del tema salarial lo aleja de cualquier zozobra. En una provincia que básicamente vive del Estado, no es un dato menor.

Habrá que ver si Eduardo Tassano logra acarrear para él esa fortaleza. Lo que Ríos puede exhibir en ese punto es más concreto: paga los sueldos lo mejor que puede en tiempo y forma, pero no hace de esa cuestión un bastión electoral. Está centrado más en las obras y en las directrices de la nueva ciudad, que es santa Catalina; lo que le vale, ciertamente, las críticas más fuertes: “La gente no come asfalto”, le enrostra el Gobernador. “La ciudad es más que Santa Catalina”, dispara Sonia López, la otra candidata.

El asunto es que más allá de todo los capitalinos se sienten orgullosos de su ciudad y de sus tradiciones. Algunos incluso recomiendan vivir en ella, aunque tengan, en paralelo, una larga lista de temas no resueltos, muchos de los cuales afectan la imagen de la gestión municipal.

Por lo tanto, ¿qué votarán los capitalinos el 4 de junio? ¿A quién o a qué frente?
Hay cierto consenso entre los analistas. Los capitalinos votarán por quienes creen que pueden aportar soluciones a los problemas de inseguridad. Por quienes generen condiciones para paliar la erosión de los bolsillos como producto de la inflación y de la política económica que no encuentra rumbo cierto. Votarán por quienes garanticen la continuidad de las obras públicas que mejoren las condiciones de vida de la gente y por quienes garanticen la prestación de servicios de calidad.
Otro punto de consenso: la falta de obras estructurales y la inseguridad son problemas integrados que permean a todos los estratos sociales y capas etarias. La mayoría, asimismo, cree que muchos problemas no se atienden por falta de dinero o de atención de los estados supramunicipales.

La mayoría de los capitalinos siente frustración por los niveles elevados de pobreza, por la discriminación y el desprecio del que son objeto desde hace años. No obstante, se sienten a gusto en su ciudad, pero también la califican de peligrosa y con delito en aumento, relacionado a la falta de oportunidades y de trabajo. Dicen que progresa poco y que la gente ha perdido los valores de la educación y el respeto. Se jactan de tener en Capital un punto turístico-cultural de relevancia y al mismo tiempo reconocen el esfuerzo que se hace en la Comuna para atender el déficit de viviendas generalizado en la provincia.
Lo mejor conceptuado, pese a lo que uno puede llegar a creer: la recolección de residuos. Lo peor: la transparencia en el manejo del dinero público. Quizás por esto no sea casual que los operativos mediáticos contra el intendente Ríos apunten a esa matadura.

¿Quién ganará la elección? Sería una insensatez arriesgar un nombre. Se puede decir no obstante que será una elección polarizada que premiará al que mejor responda a las demandas concretas, esbozadas más arriba, no al que malgaste recursos en Buenos Aires para comprar materia fecal (las bananas con la cara de Tassano; las casas no construidas de Ríos; Colombi y el narcotráfico; Cemborain y los medicamentos firmados, Perugorría y la financiación de la campaña de Espínola) con olor a desesperación.


Domingo, 14 de mayo de 2017
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