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Jueves 18 de Abril de 2024

ALGUNAS CONSIGNAS

Las actitudes que no ayudan a un hombre cuando está conociendo a una mujer que le interesa
Para los hombres, el proceso de conocer a una mujer que interesa, es también, al mismo tiempo, el de mostrarnos a ella. Y así como uno irá sacando conclusiones y tomando nota de características y actitudes, lo mismo hará la otra parte.
Por eso, oh, amigo, es importante tener en cuenta algunas consignas importantes que ayuden a aprobar el examen. Porque así como hay cosas que conviene no hacer, hay otras que, definitivamente, en caso de ejecutarlas, te restarían más puntos que ser pariente de Hugo Moyano.

Es decir:

No incurrir en una efusividad que pueda ser malinterpretada. Si bien cuando un hombre empieza a conocer a una mujer, ya tiene definido si ella le gusta o no (el caso del tipo que se engancha con una mina que "al principio no le interesaba para nada" es prácticamente inexistente), es importante que, si hay una atracción de por medio, ésta sea disimulada en todo lo posible, o que al menos sus manifestaciones sean dosificadas.

Hay que tener en cuenta que, por extrañas razones que seguramente serán halladas alguna vez por los químicos y que no necesitamos conocer ahora, una mujer solamente se interesará por hombres que no demuestren deseo de conseguirlas, mientras que quienes sí emitan señales de tal anhelo quedarán condenados eternamente a la indiferencia o a la nefasta "linda amistad" que ellas prodigan a quienes nunca tendrán derecho a empomarlas.

Es decir que es válido lanzar de tanto en tanto expresiones del tipo "no puedo creer lo linda que sos" o "verte siempre me impacta", pero de ningún modo deben soltarse expresiones tales como "es impresionante lo bien que te marca el culo ese vaquero" o "ayer pensé en vos, porque enfrente de mi casa había dos perros abotonados".

Desista de tales confesiones. La sutileza es la norma.



Sea discreto en el contacto físico. En el saludo que inicia cada encuentro, y en el de la despedida, sea medido. Es preferible que quede como un hombre frío, antes que como un baboso.

Por consiguiente, renuncie al penoso truco de dar el beso en la mejilla torciendo y estirando su boca para lograr que sus labios logren contacto con los de ella haciéndolo pasar por un accidente. Tampoco simule tener poco espacio al pasar por un pasillo para "bultearla" rozándole el traste con la garompa.

Y mucho menos utilice el lamentable chiste de preguntarle "¿Te puedo tutear?", para después, ante su respuesta afirmativa, apretarle una teta haciendo el típico "¡tutuu!" de una bocina.



Hable de amistad, pero no la tome por boluda. Cuando el interés de "llegar a algo" no es recíproco, el primero en advertirlo es el hombre, quien tiene enfrente dos caminos: o se resigna a esa falta de correspondencia y desiste o se rebela al destino y hace un último intento.

La segunda opción habitualmente consiste en tratar de llegar al objetivo planteando una "amistad especial", que expresada de ese modo pasa a tener una frontera deliberadamente ambigua, ya que no se llega a establecer qué diferencia hay entre ese lazo y una relación de amigos común y silvestre.

Así, el malandra dirá más de una vez "quedate tranquila, que yo no quiero tener nada con vos", pero con escasa diferencia de tiempo planteará ciertos derechos o privilegios en nombre de la supuesta amistad especial.

Cuidado, hay que saber manejar esos códigos, porque la mujer puede llegar a aceptar (a veces a gusto, a veces embolada pero sin ganas de armar quilombo) abrazos franeleadores y manoteos accidentales que en realidad están más calculados que un edificio, pero responderá con mandadas al carajo si se le solicitan franquicias mayores.

Por eso, si los intereses no son los mismos, evitar recursos que no logran ocultar sus segundas intenciones, como el de pedir "dormir juntos la siesta" (para luego, si ella accede, pedir al toque "que sea sin ropa jijiji"), proponer duchas compartidas o solicitar, como si se estuviera pidiendo un Ibupirac, "peteame un ratito que me duele mucho la cabeza".




No caiga en alianzas miserables. Sea un hombre cabal, carajo, no trate de suplir la falta de capacidad de seducción y/o de suerte con patéticos acuerdos con amigas de ella ("hablale bien de mí, y tirale mierda al flaco que le gusta") o con su familia (repugnante plan en el que hay regalos-coima a su madre y otras agachadas universales).

De ese modo, sí, se podrá lograr, quizás, la meta, pero el alma del sujeto queda irremediablemente perdida.



Cambiar focos sí, la instalación eléctrica no. Tener cierta disposición y capacidad para resolver problemas domésticos de ella siempre sumará puntos, pero bajo la condición de que ello no acabe distorsionando por completo el vínculo entre ambos.

El clásico pedido femenino de "¿me podés cambiar el foco del comedor?" es una oportunidad innegable de quedar bien y enviar el cotizadísimo mensaje subliminal de "si me tuvieras con vos, hay un montón de servicios que vienen incluidos". Pero hay por ese sendero, al mismo tiempo, un inmenso riesgo de caer barranca abajo.

En el caso del ejemplo citado, si se nota que luego del eficaz reemplazo de la lámpara hay más pedidos, analizar la situación. Si luego de dos semanas ella pide también el arreglo del picaporte de una puerta y tres meses después la restauración del diabólico botoncito para renovar el agua del inodoro, no hay de qué preocuparse.

Pero sí ponga un límite si al día siguiente de lo del foco ella le solicita "porfi" que resuelva una pérdida de agua en el tanque del techo (misión que usted cumple raspándose todo el torso en la trepada hacia las alturas), 48 horas después pide que destape todo el sistema de desagües de la casa, a la jornada siguiente requiere que remueva toda la tierra de su patio de 30 por 40 "para que crezcan mejor las plantitas" y al toque le encarga el rasqueteado y pintado de toda la vivienda "porque así como está no suelta buenas vibras". Todos encargos que ella le agradece con cinco bizcochuelos de mierda y ninguna fregada.

Si la situación se degenera a ese punto, aléjese o cobre por metro cuadrado.



Trate de no ser usted mientras ella no esté totalmente ganada. Recuerde siempre esto: usted no es interesante, sólo lo es el personaje que creó para tratar de levantarla.

Entonces, no permita, bajo ningún concepto, que el verdadero usted aparezca en escena y lo arruine todo.

O sea, nada de llevarla a cenar y a los postres sacarse cera de las orejas con un escarbadientes, ni de "juntarse a mirar una peli" llevando una porno con séxtuples penetraciones, ni de esa gracia berreta de saludarla diciendo su nombre con un eructo.



La cuestión Arjona. Es, cada vez más, un tema tabú entre las potenciales parejas. La gran discusión entre los hombres heterosexuales es: "¿Es válido simular que me gusta Arjona para levantarla?"

Se trata de un debate filosófico que es casi imposible de saldar. En todo caso, sea usted quien tome la decisión, considerando lo siguiente:

a) Si le hace creer a ella que posee el mismo aberrante gusto por el artista guatepeorteco, sepa que en caso de conseguir sellar una relación ya nunca más podrá sincerarse y volver atrás sobre sus dichos, so pena de ser expulsado como una rata a raíz del falseamiento perpetrado.

b) Si es sincero y manifiesta que le parece que Arjona y la poesía están tan ligados como Maradona y el uso de condones, es posible que ella lo califique como un insensible incapaz de valorar los insalvables versos del Ricardo y por tal circunstancia jamás llegue a tener algo con usted. Pero a cambio de esa actitud suya, al menos un día podrá mirar a sus hijos a los ojos.


Miércoles, 26 de octubre de 2016
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